![«La apuesta por unos salarios dignos mejora la productividad de la economía a largo plazo»](https://s2.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/2024/02/09/unaiiii-RZYIp36cdLOYrlqt4e7pFDJ-1200x840@Diario%20Sur.jpg)
Unai Sordo, secretario general de CC OO
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Unai Sordo, secretario general de CC OO
El secretario general de Comisiones Obreras, Unai Sordo (Baracaldo, 1972), atiende esta entrevista tras intervenir en la jornada sobre el derecho a la vivienda organizada el pasado jueves en Málaga por su sindicato. Se pronuncia sobre este tema, pero también sobre sueldos (esta semana ha ... entrado en vigor la subida del salario mínimo) y sobre las movilizaciones de los agricultores (tras el enfado provocado por unas declaraciones suyas diciendo que las protestas respondían a intereses empresariales).
-¿Por qué un sindicato como Comisiones Obreras organiza una jornada sobre el problema de la vivienda? Hay quien diría que bastante tienen con pelear por los sueldos y las condiciones laborales...
-Porque en España llevamos muchos, muchos años en los que el precio de la vivienda es disparatado, tanto en régimen de alquiler como de propiedad. Y esto lo que hace es quitar rentas a las familias y a las clases trabajadoras. Si al final el salario lo subes con el IPC, pero el precio de la vivienda te come la mitad de tu salario, evidentemente da igual lo que hagas en convenio colectivo. Entonces, la vivienda es una política pública muy importante para mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora. Y un sindicato como nosotros, que somos un sindicato sociopolítico, no se limita solo a reivindicar el salario y la jornada, sino que también tiene que tomar posición en algunos elementos socioeconómicos que afectan directamente a la gente a la que representamos.
-Su discurso puede ser incómodo para mucha gente: ha hablado de lo dañina que es la cultura de la vivienda en propiedad en España y plantea cambiar a un modelo basado en el alquiler. ¿No es utópico pensar que se puede cambiar una mentalidad tan arraigada?
-Bueno, yo lo lo he querido poner encima de la mesa primero porque sé que es incómodo y porque creo que da idea de la complejidad del debate de fondo. Y el debate de fondo se gana, en mi opinión, haciendo que la población sienta que es mejor tener garantizado poder vivir en una vivienda, sin ser tan importante si es en propiedad o es en alquiler, pero también que la mayoría de la población sienta que el Estado social le va a proteger suficientemente bien, por ejemplo, ante la vejez con el sistema de pensiones o ante la dependencia con el sistema de cuidados, como para poder dar menos importancia al hecho de tener que estar toda la vida pagando un bien como es una vivienda a un precio disparatado a través de un crédito hipotecario como último seguro por si luego al final de la vida no tengo pensión o no me cuida nadie. Creo que ese modelo propietarista de la vivienda en España se impulsó durante el franquismo como alternativa a un modelo de Estado social, porque era un país salvaje. Creo que el reto es fortalecer el modelo social (Ley de dependencia, pacto de cuidados y garantía de pensiones) y sobre esa base, evidentemente, pensar que es mejor construir vivienda en precios asequibles o movilizar vivienda vacía a precios de alquiler asequibles a que la gente tenga que empeñarse 35 o 40 años y destinar la mitad de su sueldo a pagar una hipoteca.
-Pero convencer de eso a la gente que tiene ahora veinte, treinta o cuarenta años, que ve los alquileres estratosféricos y no deja de escuchar el mensaje de que su pensión de jubilación será paupérrima, quizá es demasiado pedir, ¿no?
-Pero si es que muchos están teniendo que abandonar ese modelo a la fuerza porque no pueden pagarse una hipoteca... Al final, se trata de dar seguridades a las personas. El modelo actual es un modelo disparatado que, insisto, quita la mitad de la renta a millones de familias en España: la mitad de lo que ganan o el 40% de lo que ganan se tiene que ir a pagar un alquiler o una hipoteca. Esto no se puede emplear para otros gastos y por tanto no genera otra actividad y por tanto, no genera empleo. Es que el modelo de vivienda español yo creo que es un un succionador de recursos que debieran emplearse para que la gente viva mejor con otras cosas y por otro lado, para que no fuera tan rentable forrarse a través de la construcción y el negocio inmobiliario y por tanto, esos capitales fueran a otros sectores mucho más productivos para nuestro país. Claro que es un cambio que es paulatino. Aquí no se trata de andar expropiando viviendas. Yo creo que esos son los miedos que se tratan de instalar. No se trata de andar quitándole la casa a nadie. Lo que se trata es de favorecer alternativas al modelo clásico de vivienda en España, que yo creo que tiene bastantes más pegas que que ventajas.
-¿Confía en que la Ley de Vivienda propicie un cambio? No digo ya para cambiar el modelo a largo plazo, sino para solucionar la necesidad de vivienda asequible que tiene ahora mismo una capa amplia de la población.
-Yo creo que la Ley de Vivienda es una ley que mejora la situación... y creo que tiene también sus limitaciones. Y luego, además tiene que enfrentarse a una realidad que es evidente: la distribución competencial de nuestro país, donde las comunidades autónomas tienen competencias muy relevantes en materia de vivienda. ¿Cómo creo que tiene que afrontar el Gobierno esta cuestión? De dos maneras: movilizando recursos en el ámbito estatal que se puedan derivar a otras administraciones, pero a condición de que se ejecuten determinadas políticas. Es decir, que los recursos en materia de vivienda sean finalistas, tengan una determinada finalidad: de facilitar la movilización de vivienda vacía con precios de alquiler tasado o de impulso de los parques de vivienda protegida. Es decir, que haya una condicionalidad a los recursos que se pongan encima de la mesa. Y yo luego creo que habría que explorar otra posibilidad, y es que, por ejemplo, en la determinación de zonas tensionadas, es decir, en qué zonas por tener ya un sobreprecio, se limitan los incrementos de los precios de la vivienda o de los alquileres, esa competencia también la puedan ejercer los municipios, porque el municipio es el que mejor conoce la realidad de su terreno. Y ningún alcalde que quiera seguir siendo alcalde probablemente va a boicotear una ley de vivienda si en su municipio la gente no puede acceder a una vivienda. Entonces yo creo que dar más capacidad a los municipios de intervenir podría ser también una derivada de esta Ley de Vivienda.
-¿Málaga sería ejemplo de un municipio donde esa intervención sería necesaria?
-Bueno, el tema de la vivienda es muy complejo porque cada realidad es bastante distinta. Y en Málaga se dan algunas de las circunstancias que más han contribuido a encarecer el precio de la vivienda: es una zona de mucha expansión, con mucho turismo, que por tanto se empiezan a emplear muchísimas viviendas para el uso turístico y por tanto esto encarece no solo la vivienda sino los barrios en general, porque están ya con precios de turistas y no con precios de habitantes. Yo creo que, en efecto, en Málaga concurren varias de las circunstancias que contribuyen a encarecer el precio de la vivienda.
-Hablando de viviendas turísticas, en Andalucía tenemos una nueva ley para regular este fenómeno. ¿Qué opinión tiene Comisiones Obreras?
-Yo creo que en este tema también las administraciones tienen que ser ambiciosas. Hay que limitar la expansión de estas viviendas turísticas porque van a tener unos efectos brutales sobre la gentrificación de las ciudades, es decir, van a sacar a los habitantes de las ciudades fuera de los centros y de las zonas turísticas. Esto tiene unos efectos brutales sobre los precios. La gente se va a ir no ya porque tenga muchos turistas alrededor que hacen mucho ruido en las noches, que esta es un poco la caricatura, sino porque que una zona sea copada básicamente por turistas dispuestos a consumir mucho a un precio muy alto hace que suban los precios y entonces en esas zonas se deja de poder vivir con un salario normal. Yo creo que vaciar las ciudades de personas que viven allí todo el año me parece un despropósito como estrategia de ciudad o como estrategia de país. Por tanto, yo creo que hay que regularlo. Y luego hay otra cuestión muy importante, que a los sindicatos nos afectan mucho. Este tipo de uso turístico de la vivienda, cuando es masivo, es una competencia desleal evidente a los sectores mejor regulados de la hostelería o de la hotelería. En estos sitios apenas hay personas contratadas, apenas hay normas de seguridad y si hay un incendio, hay que saltar por la ventana. Es decir, es 'dumping' fiscal y 'dumping' laboral respecto a otros establecimientos hoteleros o hosteleros en España. Yo no digo que se prohíban o que desaparezcan, digo que hay que regular para evitar la absoluta colonización que están teniendo ahora de las zonas antiguas de las ciudades más turísticas.
-Esta semana ha entrado en vigor la subida del salario mínimo para 2024, del 5%, hasta los 1.134 euros. La subida acumulada durante los últimos años es inédita en la historia de España, pero ha quedado bastante neutralizada por la inflación. ¿Les queda un sabor agridulce?
-Depende un poco de la perspectiva, ¿no? ¿Qué hubiera pasado si no se hubiera subido el SMI con la inflación que ha habido? Yo creo que la subida del FMI es un éxito indiscutible. Subir en un lustro un 54% y que eso sea compatible con la generación de empleo que hemos vivido y con el récord de cotizantes a la Seguridad Social es un gran éxito. Pero claro, en cierto modo se ve deslucido por la inflación que hubo entre el último trimestre del año 21 y el último trimestre del año 2022, que se ha comido una parte de subida de ese salario mínimo interprofesional. Pero yo creo que lo importante es consolidar que el SMI en España siempre va a ser al menos el 60% de la media salarial, porque esto nos está demostrando que tiene una capacidad de disminuir las brechas salariales y las diferencias salariales muy importante. La brecha salarial entre mujeres y hombres ha bajado del 24-25 al 18%, en buena parte por el efecto del SMI. Pero es que también vemos que la diferencia entre el decil más alto de salarios y el más bajo es la menor de los últimos 15 años. La brecha salarial de género es la menor en 15 años y la brecha salarial entre deciles es la menor en 15 años. Yo creo que esto es positivo porque en España siempre salíamos de las crisis con una devaluación salarial, pero sobre todo con una devaluación salarial del 20% de los sueldos más bajos. Y creo que en este momento estamos en disposición de que no sea así por primera vez. Y en buena parte tiene que ver con la subida del SMI.
-Y los salarios, en general, ¿cuánto van a subir este año en España?
-Bueno, es difícil pronosticarlo. Si se cumplieran las recomendaciones del Acuerdo por el Empleo y la negociación colectiva que firmamos con CEOE, yo creo que debieran estar también en la línea de recuperar poder adquisitivo y subir por encima de la inflación, que es lo que ha pasado en 2023. Los salarios han subido, según lo firmado en convenios colectivos algo más del 4,5%, y los salarios medios han subido por encima del 5%. Esto ha hecho que por primera vez desde la invasión de Ucrania hayamos recuperado una parte del poder adquisitivo. Y esto ha sido muy bueno también para la economía española.
-Pues ya hay voces que empiezan a alertar de que no se deberían subir los salarios por encima de la productividad...
-Yo creo que los datos demuestran lo contrario: que una subida intensa de salarios ha sido compatible con la generación de empleo. Y es más, yo creo que hay que empezar a cambiar un poco algunos relatos. A largo plazo la mejora de los salarios y el hecho de evitar que las empresas siempre compitan pagando salarios a la baja favorece a las empresas que ganan su productividad por formas distintas. Es decir, yo creo que la apuesta por unos salarios dignos mejora la productividad de las economías a largo plazo.
-¿Quiere decir que esto favorece a las empresas que compiten bien, es decir, basando su productividad en otras cosas que no son sueldos bajos?
-Claro. Si tú sales siempre de las crisis favoreciendo contratos precarios y temporales, despidos baratos y fáciles y salarios más bajos, estás favoreciendo un perfil de empresas que no se hacen más productivas invirtiendo en tecnología, en digitalización y en formación permanente. Y yo creo que es el momento de cambiar esa estructura económica en España y los fondos de recuperación y la transición energética y digital creo que hacen que sea el momento idóneo para cambiar esa lógica. Yo estoy convencido de que a largo plazo unos salarios mínimos más altos y unos salarios medios más altos favorecen la productividad de la economía española porque incentivan actividades que se van a hacer productivas de una forma sana. La productividad es como el colesterol, lo hay bueno y lo hay malo. Y creo que no necesitamos un país cuyas empresas sean productivas porque se trabaja cobrando salarios de miseria. Creo que ese no es el modelo.
-En ese sentido, entiendo que ve con buenos ojos el auge del sector tecnológico, que en Málaga está teniendo mucho protagonismo. ¿Es de los que temen los riesgos que genera el avance tecnológico, como la sustitución del trabajo humano por las máquinas?
-Bueno, los datos nos dicen que, en efecto, en los últimos dos años una buena parte del empleo se está generando en segmentos de productividad y de salarios medios-altos. Esto es interesante porque no ha pasado en otras salidas de crisis, es decir, que está habiendo un cierto cambio del modelo productivo español. Pero esto hay que impulsarlo, no hay que ser autocomplacientes. Falta mucho por hacer. A partir de ahí, el empleo de la digitalización (no solo del empleo en sectores tecnológicos: esto es mucho más profundo, es la incorporación de nuevas formas digitales de producir bienes y servicios prácticamente al conjunto de las actividades) genera un riesgo y también genera una oportunidad. Desaparecen empleos, aparecen otros, se transforman muchos. Esto requiere de políticas activas de empleo, de recualificación permanente de los trabajadores, de tratar de repartir esa riqueza que se crea para que no la apropien solo unos pocos. Y sabiendo que en esas transiciones de empleo puede haber colectivos que no sean capaces de salir del río, para entendernos, que haya un sistema de rentas garantizado para que la pérdida de empleo a según qué edades y según qué cualificaciones no conlleve caer en la pobreza ni en la exclusión. Hay que ir a un sistema de rentas mínimas garantizado, que yo creo que tiene recorrido en España en el futuro.
-¿Habla de mejorar los subsidios para parados mayores de cierta edad?
-Y el Ingreso Mínimo Vital. Yo creo que hay que buscar mejorar las políticas de empleo, de formación permanente y de recualificación, indiscutiblemente. Pero también mejorar los sistemas de rentas mínimas garantizadas. El Ingreso Mínimo Vital es un germen, es un inicio, pero creo que hay que mejorarlo tanto cuantitativa como cualitativamente como en el universo de personas afectadas. Yo creo que en las sociedades del futuro este va a ser un debate que se va a abrir sí o sí.
-Elon Musk y otros empresarios tecnológicos hablan de crear una renta universal...
-Yo no hablo directamente de renta universal, Sé a dónde quieren ir determinados perfiles empresariales que abogan por eso. En el fondo lo que están buscando es no tener ninguna traba para hacer de las transiciones de empleo las barrabasadas que se les ocurran. Yo no estoy hablando de eso, pero sí de que en según que circunstancias la no posibilidad de reincorporarse al mercado laboral no signifique irte a la pobreza y a la exclusión.
-En Málaga sigue habiendo una bolsa de desempleo de larga duración que ronda las 40.000 personas y no baja por más que se cree empleo.
-El problema del paro de larga duración en España es un problema gravísimo y sobre todo, a partir de edades de 52 o 54 años. Hay un problema cultural en las empresas, que son muy resistentes a contratar personas a partir de los 50 años, que me parece una barbaridad. Pero luego ese paro estructural tan alto yo creo que hay que también vincularlo a algunos problemas y algunos tienen que ver con la vivienda. Yo oigo mucho a los empresarios hablar de las vacantes. Y en mi opinión las vacantes se dan cuando hay una situación de salarios muy bajos, cuando hay un cierto desacople entre las cualificaciones existentes y las que demandan las empresas o por una tercera causa: salarios que no necesariamente son de miseria, pero que no sirven para vivir en entornos muy inflacionados, básicamente en la vivienda. Esto en las zonas turísticas de las islas, por ejemplo, es evidente: ¿quién se va a ir a trabajar a una isla aunque cobre 1.700 euros, si tiene que dejarse la mitad del salario para pagar un apartamento o si tiene que vivir compartiendo habitación con cinco personas en un apartamento? Igual con 20 años te apetece hacerlo, pero seguramente con 40 ya no estás para esos trotes. Por tanto, los trabajadores no se desplazan en busca de esos puestos de trabajo porque el mercado de la vivienda les expulsa.
-¿Cómo se posiciona respecto a las movilizaciones de los agricultores?
-Yo creo que el sector agrario en España tiene una serie de problemas estructurales que no son únicos de España, son también europeos y tienen que ver con bastantes cosas. Algunas tienen que ver con los incrementos de precios que ha habido en fertilizantes y en otros productos en los últimos dos años. Pero yo diría que tienen que ver con dos grandes elementos: uno, con la capacidad de los intermediarios y las empresas de distribución durante demasiado tiempo de imponer precios abusivos para las producciones agrarias, que a veces han tenido que trabajar prácticamente a pérdidas o con muy poco retorno. Yo creo que esto en parte se ha reconducido con la Ley de Cadena Alimentaria. Ahora lo que se trata es de que se cumpla taxativamente y nadie pueda trabajar por debajo del coste de producción, porque eso es un disparate económico. Y luego yo creo que hay otro problema y es que la política agraria europea ha establecido acuerdos comerciales con otras áreas del mundo demasiado desequilibrados. No se trata de que no vengan productos de otras áreas del mundo, pero sí de que cuando vienen tengan que cumplir con unos requisitos sanitarios, sociales, medioambientales o laborales equiparables a los que exigimos a nuestros agricultores. ¿Para qué? Para que no haya una competencia desleal. Yo, en la medida que eso forma parte de las reivindicaciones estos días, las comparto. Y añadiría alguna más también a los que se están movilizando: que se paguen salarios justos a los temporeros, a los trabajadores del campo. Pero yo esas reivindicaciones las comparto. Y algunas otras cosas que estamos viendo que yo creo que no responden al sentir mayoritario, como el cuestionamiento de que hay un cambio climático creo que no tienen ningún sentido, pero no creo que sean el núcleo de lo que se está reivindicando. Yo sí comparto la orientación básica de cómo recomponer los problemas del sector agrario.
-¿Los sindicatos de clase y la izquierda han desatendido al sector primario?
-Es muy curioso lo que está pasando, porque la Ley de Cadena Alimentaria española, que es la reivindicación básica de los agricultores franceses en este momento, se aprobó en la anterior legislatura con el voto en contra del Partido Popular y Vox, lo cual es verdaderamente notable. La reducción de impuestos a los carburantes del agro ha contado con el voto en contra del Partido Popular y Vox. Es decir, todas las medidas tomadas en este último tiempo destinadas a ayudar a un sector agrario que tras la pandemia y la guerra lo está pasando mal han contado con el voto en contra de los partidos de la derecha y la ultraderecha, lo cual es verdaderamente paradójico. ¿Qué es lo que creo que está intentando, sobre todo la ultraderecha? Capitalizar no la reivindicación de medidas concretas, sino de una especie de estado de ánimo en la llamada España vaciada, en la España más agraria o más rural, que se siente un poco fuera de las corrientes de modernización que está viviendo nuestro país y que es un efecto muy similar al que está ocurriendo en otras partes de Europa, como Francia. Ahí la ultraderecha lo que hace es ofertar una especie de mensaje cultural de: «Qué bonito era el mundo hace 50 ó 60 años». Pero es un absurdo, es una pura ficción. Cuestionar la agenda 2030 o cuestionar que el cambio climático si a alguien va a afectar es a la profesión agroalimentaria en nuestro país es hacer negacionismo. Es absolutamente absurdo. Quien más necesita medidas que paren el cambio climático son las personas que viven de la tierra. Por tanto, es un poco el mundo al revés. O sea, los partidos que se oponen a las medidas que han favorecido a los agricultores son los que luego, a través de un discurso cultural, quieren apropiarse de las movilizaciones de los agricultores. Pero bueno... es el signo de los tiempos. No es una cuestión que esté pasando solo en España.
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