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«JASP: Joven Aunque Sobradamente Preparado», decía aquel anuncio de los años 90 que tuvo la virtud de dar nombre a una generación, la «mejor formada de la historia de España», decían, que se dio de bruces con un mercado laboral incapaz de valorar su ... talento. Las generaciones posteriores -'millennials' y Z- han superado a la X en nivel formativo y se topan con el mismo problema a la hora de buscar trabajo. Un problema, el de la sobrecualificación, en el que España es líder dentro de la Unión Europea: el 31,3% de sus trabajadores ocupan puestos que están por debajo de su titulación académica. Málaga está ligeramente por encima de esa media nacional, con un 31,9%, según datos extraídos del Observatorio de la Formación Profesional de CaixaBank Dualiza.
¿Quién no tiene conocidos, amigos o familiares afectados por la frustración de no trabajar «de lo suyo»? Psicólogos en 'call centers', maestras de educación infantil con contratos de auxiliar de guardería, licenciados en Administración y Dirección de Empresas trabajando de cajeros en sucursales bancarias, historiadores y filólogos atendiendo al público en grandes superficies... La casuística es muy variada y se extiende al sector público, que funciona como refugio para profesionales que, hartos de la falta de oportunidades o las condiciones laborales de determinados sectores, se preparan oposiciones para los niveles básicos del funcionariado.
La evolución de la tasa de sobrecualificación en la última década en Málaga no permite decir que el problema esté en vías de solucionarse. De hecho, en 2023 (último año disponible en la base de datos) era superior a la de 2014 (el primero disponible). En realidad, va subiendo y bajando ligeramente pero siempre cerca del 30%. El nivel más alto se dio en 2018 (32,7%) y el más bajo, en 2015 (28,5%).
Las causas de este problema han sido señaladas en informes como el de la Fundación Conocimiento y Desarrollo: «El desajuste tiene origen en el menor porcentaje de ocupaciones de alta cualificación que hay en España, lo que ocasiona el desencaje del nivel de cualificación de la población en relación con la demanda de la estructura productiva [...] La universidad española tiene un gran potencial en la formación de talento, pero su capacidad debería alinearse con las necesidades del sector productivo actual e imaginar las del futuro. De no actuar así, en el proceso de inserción laboral de los graduados se producen una serie de desajustes que dificultan su incorporación al mercado: mayor número de egresados del sistema frente a las demandas del mercado, titulados en áreas que no se ajustan a la realidad del tejido empresarial, falta de coherencia del plan de estudios con lo que requiere la profesión, y finalmente, hay un cuarto desajuste, llamado desencaje, en aquellos titulados que encuentran trabajo que sí requiere el nivel y las competencias de una titulación universitaria pero que no es la suya».
Otros expertos describen cómo el problema de la sobrecualificación desciende en cascada: «Los titulados superiores desplazan a los trabajadores con educación secundaria hacia ocupaciones básicas (efecto 'crowding-out')», explica la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) en uno de sus últimos informes trimestrales sobre el mercado laboral.
Daniel Lorenzo, director de relaciones externas de la empresa de recursos humanos Randstad, pone el acento en una paradoja del mercado laboral español: «El porcentaje de jóvenes con titulación universitaria está por encima del 50%, por encima de la media europea. A la vez, el 23% del total de jóvenes tiene baja cualificación, también por encima de la media, y el peso de los niveles intermedios de formación es el menor de la UE. ¿Qué acaba ocurriendo? Que hay jóvenes con alta cualificación que ocupan posiciones de cualificación baja e intermedia».
Lógicamente, es un problema que afecta en mayor medida a los trabajadores con mayor nivel formativo: tanto a los universitarios, que sufren una tasa de sobrecualificación del 42,3%, como a titulados en FP, con un 42,1%. Llama la atención especialmente el caso de la FP de grado superior, donde esta tasa se dispara hasta el 66%.
Pero más que el tipo de estudios, lo que marca la suerte de los egresados en el mercado laboral es la rama de estudios que elijan. Suena a tópico, pero los datos lo corroboran: la adecuación competencial de los titulados en ramas sanitarias y tecnológicas llega a duplicar la de los que eligieron disciplinas artísticas, de humanidades o de ciencias sociales.
Dos estadísticas realizadas por el IECA -las de inserción laboral de los egresados en universidades públicas y FP en Andalucía- confirman esta tesis. «En el caso de los egresados universitarios de la promoción 2020-2021 que residían en Andalucía al inicio de ese curso y un año después de egresar trabajan en Andalucía por cuenta ajena, se observa que su tasa de adecuación competencial al puesto de trabajo es del 49%», explican los autores de esta base de datos, que matizan que los egresados en titulaciones del ámbito Salud y Servicios Sociales «obtienen al año del egreso la mejor tasa de adecuación, que alcanza un 84,6%». «Además de este ámbito, superan una adecuación del 50% los ámbitos de Agricultura, Ganadería, Pesca, Silvicultura y Veterinaria; Mecánica, Electrónica y otra formación técnica, Industria y Construcción; Ciencias Naturales, Químicas, Físicas y Matemáticas; y Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC). Por su parte, los egresados del ámbito Negocios, Administración y Derecho son los que tienen la tasa de adecuación más baja», explican.
En el caso de la FP, los egresados en titulaciones del ámbito Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC) «obtienen al año del egreso ocupaciones del grupo de categorías profesionales superiores («Titulados superiores, técnicos, ayudantes y jefes administrativos») en una proporción del 44,3%, un valor superior en más de 30 puntos porcentuales al obtenido en este grupo de categorías por cualquiera de los restantes ámbitos de estudio», destacan desde el IECA. En el extremo opuesto destacan los egresados en titulaciones del ámbito Agricultura, Ganadería, Pesca, Silvicultura y Veterinaria, que en un 38% se encuentran ocupados al año de su egreso en la categoría profesional inferior («Peones y menores de 18 años»).
Esto ocurre, resalta Lorenzo, en un contexto de «déficit de talento»: «En España tenemos más de 2,7 millones de parados y, a la vez, hay más de 150.000 vacantes sin cubrir».
La presencia de trabajadores sobrecualificados también varía mucho en función del sector de actividad. Así, se encuentran muy por encima de la media las actividades financieras (con un 52,9% de trabajadores que desempeñan funciones por debajo de su nivel formativo), los servicios auxiliares (con un 50,2%) y la Administración Pública, con un 42%. Mención especial hay que hacer del personal doméstico, pues casi el 75% de sus efectivos tienen una titulación que en teoría le deberían permitir trabajar en un puesto de mayor nivel. La hostelería se sitúa ligeramente por encima del promedio, con un 34,4%. En la zona media (en torno al 30%) se sitúan el sector de «Información y comunicaciones» (que engloba las actividades tecnológicas), las actividades inmobiliarias, el comercio, la industria y las actividades recreativas. Y por debajo de la media están la educación, la sanidad, el transporte, la construcción y las actividades profesionales, científicas y técnicas.
El sexo y la edad también son variables importantes a la hora de describir este problema. Las mujeres malagueñas sufren una tasa de sobrecualificación del 38,8%, 13 puntos por encima de la de los hombres (25,8%). Estudios como el de Fedea apuntan a que esta brecha se debe en parte a la especial dificultad de las mujeres inmigrantes con titulación universitaria para trabajar en posiciones acordes a este nivel.
En cuanto a la edad, son los jóvenes de 16 a 25 años los que con mayor frecuencia tienen que conformarse con empleos que están por debajo de su cualificación: el 36% del total de ocupados en esta franja generacional. En la siguiente, que va de los 26 a los 45 años, esta tasa baja ligeramente, hasta el 34,4%. Y los ocupados más mayores (entre 46 y 64 años) son los que disfrutan una mayor adecuación entre formación y nivel profesional, con 'sólo' un 28% de sobrecualificación.
Javier Blasco, director de Adecco Group Institute, explica: «En nuestro país se ofertan muchos puestos de trabajo donde probablemente con una Formación Profesional sería suficiente para satisfacer los requisitos de las diversas tareas que componen el puesto, pero al que acceden egresados universitarios que no siempre van a tener la opción de promoción profesional que permita ajustar su titulación a nuevas tareas con mayores requisitos». «De lo que estamos hablando es de una falta de ajuste entre la oferta formativa, sobre todo universitaria, y las necesidades del modelo productivo», resume el experto, que alerta de que esta situación «no solamente está ocurriendo en los grados de empresa y humanidades, sino cada vez más ocurrirá en perfiles de carácter técnico y digital, sobre todo por el mayor dinamismo en la oferta formativa y la adaptabilidad de la Formación Profesional».
¿Soluciones al problema? «Es necesaria la colaboración público privada, no sólo en el ámbito de las políticas activas de empleo, sino también en el ajuste en el ámbito educativo, incluyendo para ello el asesoramiento y la orientación a los jóvenes antes de que decidan su trayectoria académica, así como a las personas desempleadas y y personas trabajadoras que quieren recalificarse con el fin de mejorar sus condiciones laborales», opina Blasco.
Daniel Lorenzo considera que España necesita «adecuar la oferta formativa a las necesidades del mercado», dado que por un lado hay carreras «con insuficiente número de egresados para cubrir la demanda de profesionales, como las STEM y las ciencias de la Salud», y, por otro, un problema de empleabilidad en las ciencias sociales y las humanidades: «Historia del Arte, Filología, Bellas Artes, Magisterio, Psicología, Sociología.... Salen muchos egresados de estas carreras y no hay tantas plazas para absorberlos», explica el directivo de Randstad, que a corto plazo apuesta por «reorientar a los profesionales hacia las áreas con alta demanda».
Lorenzo opina que recualificarse y cambiar de profesión cada vez va a ser más fácil y habitual con la tendencia a profesiones cada vez más híbridas y cambiantes y con el concepto de 'lifelong learning' o formación permanente. «Seis de cada diez trabajadores va a necesitar actualizar los conocimientos en los próximos tres años y el 44% va a necesitar recualificarse para seguir en el mercado laboral», recuerda.
Cristina Río-Miranda estudió Filología Hispánica, por lo que su destino natural era la enseñanza. Pero no quería llegar a esa meta tan pronto. «Podría haberme preparado oposiciones nada más terminar la carrera, pero soy un culo inquieto y me daba pavor pasar toda la vida haciendo lo mismo, así que empecé a probar cosas», explica. Así, hasta los 38 años no aprobó las oposiciones de enseñanza secundaria; hasta entonces, esta malagueña que ahora tiene 43 fue camarera, administrativa y azafata de tierra para Iberia y otras compañías en el aeropuerto de Málaga.
Este último trabajo se alargó más de lo que ella pensaba: «Dentro de que no era el trabajo de mis sueños, me resultaba cómodo y las condiciones eran buenas. Además, hubo cuatro años sin oposiciones». En el aeropuerto, explica, conoció «a mucha gente con carreras y módulos superiores que han acabado trabajando allí, sea de forma coyuntural o permanente». Abogados, informáticos, muchos maestros, licenciados en Historia y otras carreras de letras... De hecho, añade, «muchos acaban quedándose aunque no era su plan inicial porque se acomodan y ya les da pereza o miedo cambiar de trabajo».
Para Cristina, desempeñar trabajos por debajo de su cualificación ha sido «algo voluntario y temporal», por lo que no se considera «una víctima del sistema». «Mis padres me decían que estaba loca, no entendían que diera tantas vueltas para al final llegar al mismo sitio, pero a mí no me define solamente lo que he estudiado», argumenta. Eso sí, reconoce que la sobrecualificación en la mayoría de los casos no es elegida. «En la maquinaria del turismo hay personas que sí son auténticas víctimas y nunca van a poder salir. Sobre todo en la hostelería, donde las condiciones pueden ser muy malas», matiza.
Ahora que está trabajando «de lo suyo», Cristina está satisfecha, pero «tal y como está la enseñanza» no descarta volver a cambiar en el futuro: «Me atrae la idea de reciclarme hacia el lenguaje computacional, que es una disciplina nueva en la que mi mundo, que es la lingüística, se une al de la tecnología», sugiere.
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