La pandemia ha provocado que este verano, en plena temporada alta turística, el paro haya aumentado en la provincia de Málaga en 29.900 personas, situándose de nuevo por encima de la barrera de los 180.000, que había quedado atrás hace tres años, en 2017. La Encuesta de Población Activa (EPA) del tercer trimestre revela que el empleo rebotó en verano, con un aumento de la ocupación de casi 18.000 personas respecto al segundo trimestre, que coincidió casi por completo con el estado de alarma. Pero esta recuperación fue insuficiente, como demuestra el incremento del desempleo, que eleva la tasa de paro malagueña al 22,6%, y también el hecho de que este verano ha habido casi 31.000 personas menos trabajando en la provincia que en el mismo periodo de 2019.
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Málaga encara el otoño y el invierno más inciertos de su historia con una tasa de paro que está más de seis puntos por encima de la media nacional, aunque es inferior a la media andaluza (que está en el 23,8%). En comparación con el resto de provincias de la región, es la tercera con menor nivel de desempleo por detrás de Cádiz y Huelva. Jaén es la que está peor situada en el ranking, con un 27,4%.
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El sector agrario es el único que no ha destruido empleo en Málaga por efecto de la pandemia: por el contrario, ha aumentado su ocupación tanto respecto al trimestre anterior como respecto al mismo periodo del año pasado (en este caso, con 8.600 trabajadores más, que equivalen a un crecimiento del empleo de casi el 60%).
En contraste, el sector servicios ha contado con 25.100 personas menos trabajando este verano en la provincia en comparación con 2019 (la caída porcentual es del 4,6%). Y ello pese a que entre el segundo y tercer trimestre se han recuperado unos 12.000 puestos de trabajo. La construcción también ha perdido mano de obra: en el tercer trimestre ha contado con 4.400 empleados menos en activo que en el mismo periodo de 2019, casi un 8% menos (aunque entre el segundo y tercer trimestre recuperó casi 5.000). Y la industria es el sector que más empleo ha perdido en en términos relativos respecto a hace un año: casi un 25%, que se traducen en la pérdida de 9.900 puestos de trabajo. Además, es el único sector que no ha experimentado una recuperación del empleo entre el segundo y tercer trimestre.
Los datos de la EPA son un indicador de lo que está sucediendo en el mercado laboral, pero hay que analizarlos con prudencia, ya que las circunstancias que se han sucedido desde marzo no son las idóneas para la realización de una encuesta como ésta, que además tiene una metodología muy rígida con el fin de que los datos sean homogéneos y comparables entre todos los países europeos. Por ejemplo, los afectados por ERTE no se consideran parados a efectos de la EPA. Y tampoco lo fueron quienes perdieron su trabajo en pleno confinamiento, ya que las restricciones les impedían buscar trabajo "de forma activa", como exige la encuesta para considerar a alguien desempleado. En lugar de eso, fueron considerados inactivos en la EPA del segundo trimestre. Esta circunstancia puede haber contribuido a que ya en el tercer trimestre (cuando esas personas que ya estaban paradas han podido ponerse a buscar trabajo activamente) se haya registrado una subida tan fuerte del paro.
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