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Como canta Serrat, Isak Andic tenía alma de marinero. 'Qué le voy a hacer, si yo nací en el Mediterráneo (...) De Algeciras a Estambul'. Allí, junto al Gran Bazar de la ciudad turca, nació hace 71 años. Y acá, en las montañas de Montserrat (Barcelona), ... ha muerto este sábado al caer por un barranco mientras practicaba otra de sus pasiones junto a la vela, el senderismo. El creador de la firma de ropa Mango consiguió ser la quinta fortuna de España –4.500 millones de euros– tras una aventura vital que empezó desde la nada. Llegó a Barcelona en 1968 con 14 años. Niño inmigrante, hijo de Sol y Manuel, que habían perdido su negocio de importación de material eléctrico en aquella Turquía que malvivía entre golpes de Estado. Andic se aplicó entonces a sí mismo lo que luego ha plasmado en su empresa: «En la vida, o eres locomotora o eres vagón». Eligió trazar su propio camino. Mango. ¿Por qué ese nombre? Porque le gustaba esa fruta y se pronuncia igual en muchos idiomas. Siempre fue pragmático.
La familia Andic es de origen judío sefardí –expulsados de España por los Reyes Católicos–. Decidieron volver a Sefarad, a la Península Ibérica donde estaban sus raíces. Tuvieron que empezar sin nada. Isak, que tuvo que adaptarse a un nuevo idioma, no brilló en el instituto. Su vida no iba a estar en los libros, sino en la calle. Su hábitat natural. Encendió la locomotora con apenas 17 años. Comenzó a vender en Barcelona prendas que adquiría en la otra orilla de su mar, en Turquía. Ahorró para comprar un 'Seat 850' y recorrió España con su negocio ambulante. «No sé si por orgullo o por honor, hasta que no vaciaba el maletero no volvía a casa», relató en 'El País Semanal'.
Más madera para su tren. Descubrió un mercado en el mundo hippie. Trajo de Londres todo tipo de ropa hecha para este colorista grupo de jóvenes y montó un tenderete en un mercadillo de la Ciudad Condal. Más madera. Pronto comenzó a fabricar sus propias prendas en un almacén de Sabadell. Puso varias tiendas en Barcelona y vendió cajas y cajas de pantalones vaqueros. La locomotora empezó a volar en 1984, cuando abrió en la capital catalana, en el paseo de Gracia, el primer establecimiento de Mango. Su marca; su huella dactilar.
La franquicia se extendió pronto: al resto de España, Portugal, Francia... Y así hasta tener presencia en 115 países -2.700 puntos de venta- y dar trabajo a 15.000 personas. Todos los establecimientos tienen la misma filosofía. Son reconocibles y tratan de interactuar con el cliente. Como el fundador quería. Hace dos años, tras superar una crisis empresarial, Andic hizo real su sueño: tener una gran tienda en Nueva York, en la Quinta Avenida de Manhattan. La cima.
Aunque había dejado la gestión de la compañía en manos de Toni Ruiz, seguía siendo omnipresente. Padre de tres hijos, dedicaba su jubilación activa a navegar con su velero, Nirvana Formentera, y a caminar por montañas como la que ha asistido a su final. Pero seguía vigilando tras su gafas de diseño el viaje de su locomotora. «O te reinventas, o desapareces», tenía como axioma.
Apenas aparecía en los medios de comunicación y sólo se le veía en los desfiles de moda de su marca. «Tengo tanto ojo que si voy a cualquier tienda de otra marca, en dos minutos te saco las cinco mejores prendas y las que más se venden. Es algo innato. Me encanta tocar las telas», dijo en una ocasión. De ahí brotó Mango, de ese talento que viajó de Estambul a Barcelona a través del Mediterráneo. Serrat y la canción. 'Si un día para mi mal viene a buscarme la parca (...) enterradme sin duelo entre la playa y el cielo'. La locomotora que creó e impulsó sigue su camino.
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