Incertidumbre. Es la palabra maldita que está en boca de todos: analistas del Banco de España, empresarios y conversaciones de café. La gente no sabe lo que pasará entrado el otoño. Si la segunda oleada llegará a ser tan dura como la anterior, si volverán ... a confinarnos, cuánto durarán los colegios abiertos, cómo conciliarán las familias si los niños tienen que hacer cuarentena, si continuarán los ERTE o se convertirán en ERE, hasta cuándo se mantendrá el teletrabajo... Muchas dudas, demasiadas, como para tomar decisiones. Y eso es lo peor que le puede pasar al consumo. La mayoría de las familias malagueñas han pasado, sin solución de continuidad, de contener el gasto por el confinamiento a adoptar una mentalidad de crisis que implica recortar el presupuesto destinado a salidas y ocio y aplazar decisiones de compra no urgentes, desde la ropa y el calzado hasta el cambio de automóvil. Una actitud prudente y ahorrativa que ha dejado al comercio sin el oxígeno que esperaba con el fin de la cuarentena.
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El 'efecto champán' que muchos predecían para este verano apenas ha salpicado a sectores como el textil, «el más perjudicado dentro del comercio minorista», apunta el presidente de la Cámara de Comercio de Málaga, Sergio Cuberos. Según los datos que maneja, las tiendas de ropa y calzado acumulan un descenso de facturación de entre el 60 y el 70% en lo que va de año. Las rebajas no sirvieron para revertir esa caída, pues se han saldado con «un 20 o 25% menos de ventas» que las del año pasado.
Los concesionarios también esperaban una alegría en las ventas este verano que no acaban de llegar pese a las ayudas públicas puestas en marcha para fomentar la compra de coches. En julio se matricularon en la provincia un 9% menos de coches que en el mismo mes del año pasado y en agosto la caída fue incluso mayor, del 23%.
Hay dos factores que explican esta atonía del consumo en Málaga este verano, según Cuberos: «Primero, que apenas hay turismo. Y segundo, la incertidumbre: la gente no sabe si va a conservar su empleo a unos meses vista», apunta. «En municipios de la Costa del Sol como Fuengirola la situación es especialmente dramática», añade el presidente de la Cámara.
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Desde Aecoc, una de las mayores asociaciones empresariales del país, aportan dos datos: el 39% de los consumidores asegura que su situación económica ya ha empeorado y un 66% dice que en los próximos meses controlará más sus gastos. «Ante este nuevo escenario tenemos un consumo más prudente, en el que se consolida una cesta de la compra más básica y con un gasto más controlado», apuntan sus portavoces, que no son optimistas respecto a la prontitud de la recuperación: «Nuestra previsión es que los indicadores económicos previos a la crisis del Covid-19 no se recuperen hasta el tercer trimestre de 2022, y eso siempre y cuando no se produzcan rebrotes que afecten a la economía», afirman.
De momento es mayor la caída del gasto que de la renta, lo cual es una peculiaridad de esta crisis, según el Banco de España. En un reciente informe, este organismo analiza cómo a diferencia de lo que suele ser habitual, la contracción del consumo ha sido mucho mayor que la de la renta, lo que ha ocasionado un aumento muy fuerte de la tasa de ahorro. Eso quiere decir que las familias se están anticipando a las dificultades que puedan venir. Para el regulador es «previsible» un eventual rebote del consumo de los hogares a partir del verano ante la existencia de una demanda acumulada no satisfecha consecuencia de los meses de confinamiento. Sin embargo, el mismo informe reconoce el comportamiento del gasto dependerá de que la proporción de empleos que puedan ser salvados mediante ERTE sea «lo más elevada posible» y del alcance que tengan las medidas de protección de las rentas y de ayuda a los hogares más vulnerables.
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Si hay un tipo de comercio que no puede quejarse de caída de ventas es el de gran consumo. Los supermercados vendieron más durante el confinamiento y ahora la situación se está normalizando, aunque las ventas siguen al alza en comparación con 2019, según Aecoc. Cuberos, que además de presidir la Cámara de Comercio es el dueño de la cadena de supermercados Maskom, afirma que la tendencia actual es «una vuelta a los productos básicos, al ahorro en la cesta de la compra». «Los pequeños lujos que se daba la gente en el confinamiento se acabaron. Sube la marca blanca y baja el tíque medio», resume. Un comportamiento que, en su opinión, está anticipando «la crisis que viene».
La combinación de incertidumbre económica y miedo al contagio está siendo una combinación letal para el consumo en bares y restaurantes, que según datos de la consultora Nielsen caía cerca de un 50% en el mes de junio en comparación con el mismo mes de 2019. Por tipos de negocios, la caída «Se calcula que hay un 20% de negocios del sector que no abrieron tras el estado de alarma, ya sea por cese del negocio o porque en las circunstancias actuales los números no salen. El descenso del consumo es evidente, y si todo sigue igual, más de 65.000 negocios hosteleros desaparecerán a final de año en España», apuntan desde Aecoc. Mayor aún es el desplome del consumo cultural, especialmente el presencial (teatro, cine, museos y música en directo).
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Hay un sector que se desmarca de esta depresión generalizada del consumo y vive su particular auge: el del bricolaje. «El aplazamiento de compras estacionales, como todo lo relacionado con el jardín y los aires acondicionados, junto al buen funcionamiento del 'on line' y la tendencia a reacondicionar los hogares ante la perspectiva de tener que pasar más tiempo en casa ha hecho que el sector haya vivido crecimientos muy notables», describen desde Aecoc.
Vuelta a lo básico. Los consumidores, preocupados por la economía y su futuro laboral, renuncian a lujos superfluos y llenan la cesta de la compra con productos básicos.
'Boom' del 'e-commerce'. El confinamiento ha acelerado varios años la expansión del comercio electrónico. Muchos consumidores vivieron su primera experiencia de compra digital y otros han incrementado su frecuencia de uso de este canal.
Todo a domicilio. Durante el confinamiento se disparó la venta de comida a domicilio, pero no sólo eso: muchos comercios tradicionales improvisaron servicios de reparto. Es un servicio al que muchos consumidores se han acostumbrado y seguirán demandándolo.
Mejorar el hogar. Las tiendas de bricolaje y ferretería no dan abasto. Los ciudadanos se han dado cuenta de lo importante que es sentirse a gusto en su hogar y se han lanzado a cambiar lo que no les gusta de sus viviendas. Particularmente hay una obsesión por acondicionar terrazas, jardines y balcones.
Deporte al alza. Parecía que iba a ser flor de un día, pero la práctica deportiva se ha mantenido tras la desescalada. Eso sí, con cambios: los gimnasios viven una reconversión obligada, las clases 'on line' ganan adeptos y la venta de equipamiento deportivo para el hogar (como bicicletas estáticas) sigue al alza.
En una situación tan anómala como ésta, con una pandemia y una crisis económica a la vez, la psicología puede ayudar tanto como las ciencias económicas para explicar y predecir el comportamiento del consumidor. Verónica Martín es especialista en Psicología Económica y del Consumidor: así se llama la asignatura que imparte en la Universidad de Málaga. Y explica que en situaciones como ésta, se activan «una serie de motivaciones sociales muy básicas como son el miedo a la enfermedad o la protección de la familia» que hacen que el consumo se vuelque hacia «la compra de productos básicos, de supervivencia, y que se dejen de comprar productos de lujo». Además, por efecto de la elevada incertidumbre, «nos volvemos más conservadores, tanto en el consumo como en todo, y dejamos de arriesgar: buscamos productos que sepamos que van a funcionar; por eso aumentan las ventas de las marcas más conocidas», afirma.
A Martín no le extraña que al principio del confinamiento se dispararan la venta de productos básicos; «son conductas de acumulación que se producen cuando hay miedo». Lo del papel higiénico, matiza, tuvo más que ver «con los bulos que se transmiten por redes sociales, que hicieron creer a la gente que había desabastecimiento». Al mismo tiempo, aumentó el consumo de aperitivos, chocolates, vino y cerveza. «Era un consumo de autorregulación emocional: como estoy encerrado en casa, voy a comprar algo que me ayude a compensarlo».
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