Fernando Faces, economista. SUR

Fernando Faces: «Hay que detener la locomotora de la inflación y para eso vamos a sufrir todos»

El economista y profesor de San Telmo Business School alerta de que vivimos «una situación inédita desde hace 50 años» y para salir de ella es «absolutamente necesario un pacto de rentas entre empresas, sindicatos y gobierno»

Nuria Triguero

MÁLAGA

Domingo, 24 de julio 2022, 00:18

Fernando Faces es de los economistas que llevan tiempo avisando de que la inflación no es un problema transitorio. Nacido en Logroño en 1944, lleva desde su juventud afincado en Sevilla, donde fue profesor de Universidad y director gerente de la caja de ahorros El ... Monte. A los 78 años mantiene su actividad docente en San Telmo Business School, donde ayuda a los empresarios andaluces a comprender un entorno socioeconómico cada vez más complejo e incierto.

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El IPC de junio, lejos de moderarse, ha marcado un nuevo máximo. ¿Va a seguir subiendo?

–Creo que el próximo mes todavía podremos ver una nueva subida, pero estamos cerca del techo. Es importante saber a qué tipo de inflación nos enfrentamos. Es una inflación compleja que no se producía desde los años 70. ¿Por qué digo que es compleja? Porque tiene su origen tanto en el lado de la demanda como en el de la oferta. Después de la pandemia la gente sale con ganas de gastar y ahorro acumulado. Y ese aumento de la demanda coincide con unos cuellos de botella en las cadenas de suministro. Este tipo de inflación es complicada de erradicar. Ya ocurrió en los años 70 y se prolongó varios años porque se aplicaron las medidas típicas para solucionar la inflación de demanda, que son monetarias y de subida de los tipos de interés. Estas políticas no hacen efecto cuando la inflación tiene su origen en la oferta. Ahora los bancos centrales se han visto de nuevo incapacitados para solucionar la inflación. Además, ha habido un error de diagnóstico. La inflación ya empezó a dispararse antes de la guerra de Ucrania, pero los bancos centrales dijeron en 2021 que iba a ser un problema transitorio. Una vez que empezó la guerra ya reconocieron que esto puede durar más. Han actuado con retraso y eso va a tener un coste; la subida de tipos va a tener que ser más fuerte y más rápida.

Hábleme del riesgo de estanflación. ¿En qué consiste y en qué medida hay posibilidad de que entremos en ese escenario?

–Las inflaciones de demanda se producen cuando se sobrecalienta la economía: el PIB crece mucho y la inflación sube. Pero ahora la inflación está subiendo y la economía está perdiendo fuelle. La definición estricta de estanflación incluye recesión. Nosotros no tenemos caída del PIB pero sí una desaceleración muy importante: en España la previsión era crecer un 9,8% este año y ya se habla del 4%. Para mí, ya estamos en un proceso de estanflación.

«Para mí, ya estamos en un proceso de estanflación aunque aún no estemos en recesión»

desaceleración

«¿El Gobierno va a tener voluntad política para no subir las pensiones con el IPC, con el coste electoral que tendría? Me temo que no»

pensiones

–¿Hasta cuándo puede prolongarse esta inflación desbocada?

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–Seguramente a finales de año la inflación empezará a ceder, en parte por la subida de tipos de interés y en parte porque se va a desplomar la demanda. Ahora estamos viviendo un espejismo, pero el otoño va a ser complicado. La gente con un 10% menos de capacidad de compra y con miedo a un empeoramiento de la situación va a consumir menos. En 2023 la inflación será más moderada pero el objetivo que buscan los bancos centrales, que es una inflación del 2%, habrá que esperar a 2024 para verlo. Y por supuesto, todo está condicionado por la guerra de Ucrania. Si hay un corte total de suministro de gas y petróleo ruso a Europa los precios de estas materias primas se pueden disparar enormemente y la inflación también. Ese corte llevaría a una recesión a Alemania. Y si Alemania, que es la locomotora europea, entra en recesión, los demás los vamos a tener complicado. Se dice que España está menos afectada porque tiene el gas de Argelia, pero últimamente desde este país también nos están poniendo las cosas difíciles. Sorprendentemente, en junio España se ha visto obligada a tirar del gas y petróleo rusos: su segundo proveedor ya no ha sido Argelia, sino Rusia. En cualquier caso, aunque no tuviéramos los mismo problemas de abastecimiento que Alemania, la subida de precios nos afecta a todos.

–¿Cree que Rusia se atreverá a cortar totalmente el suministro de gas a Europa?

–El gaseoducto Nord Stream 1, que trae gas de Rusia a Europa, está paralizado actualmente por temas mantenimiento y existe el temor de que Rusia aproveche para dar un primer aviso. Vamos a ver qué pasa; lo que sí es cierto es que Putin no se ha precipitado con el cierre porque está ingresando casi 800 millones al día, 20.000 al mes, por la venta de su gas a Europa. Así que no se podía permitir cerrar el grifo totalmente hasta que no tuviera otros compradores para ese gas. En estos momentos, la venta ya se ha desviado en parte a países asiáticos como China, India o Turquía. Imaginemos que Rusia llega a vender el 90% de su gas a esos países; a partir de ahí tendrá la tentación seria de cortar el suministro a Europa. Desde luego es inquietante la situación porque si hay un corte de suministro la inflación no la vamos a poder dominar en mucho tiempo.

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«Si Rusia corta el suministro de gas no vamos a poder controlar la inflación en mucho tiempo»

guerra y crisis

«Hay que ayudar a la familias vulnerables, pero las mismas medidas para todos no tienen sentido»

medidas contra la inflación

Usted es de los que venían defendiendo que la inflación no era un problema transitorio.

–Sí, vengo defendiendo que la inflación no es transitoria. ¿Por qué? Porque estamos ante una recomposición de la cadena de suministro a nivel mundial. Los gobiernos quieren más seguridad y van a relocalizar y redistribuir las compras de materias primas priorizando países cercanos y amigos. Esto lleva tiempo, no se consigue en dos días. Ante esto, los tipos de interés no tienen nada que hacer.

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Los ciudadanos han perdido más de un 10% de poder adquisitivo en un año. Convénzame de que no es buena idea que suban los sueldos.

–Evidentemente, con una subida del 10% de los precios de los alimentos la pérdida de capacidad de compra de las familias se hace insoportable. La presión por subir salarios es tremenda. Pero si la inflación se traslada totalmente a los salarios –imaginemos que suben un 10%–, la inflación se va a enquistar, se autorreproducirá continuamente en una espiral que cada vez irá a más. Para que eso no ocurra tiene que haber un pacto de rentas: un compromiso entre empresas, sindicatos y gobierno para, por un lado, no trasladar la subida de costes a precios y, por otro, para no subir salarios. Eso es lo que se tuvo que hacer en los años 70; es absolutamente necesario cuando nos enfrentamos a una inflación de costes que se hace persistente. Aquí hay que detener una locomotora y eso implica ponerse de acuerdo para no pasar los costes a precios y los precios a salarios. Vamos a sufrir todos, pero vamos a parar la locomotora. Eso es lo que están planteando tanto el Banco de España como el Gobierno, hasta ahora sin mucho éxito: que los sindicatos se comprometan a no subir más de un 3% los salarios, asumiendo cuatro o cinco puntos de pérdida salarial real; y los empresarios a cambio no suban precios y reinviertan beneficios. Tenemos que pensar que hace cincuenta años que no se da una situación como ésta y que cuanto más tardemos en hacerlo, peor. La pregunta es: ¿tendrán que ponerse las cosas todavía peor para llegar a a ese pacto de rentas?

«Hay que apoyar a las familias, pero las mismas medidas para todos no tienen sentido»

Pero una inflación como la que sufrimos pone a muchas familias al borde del abismo. ¿No cree que hay que ayudarlas?

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–Hay que apoyar a las familias, pero en vez de aprobar medidas genéricas, habría que focalizarlas mucho más en aquellos hogares que verdaderamente lo necesitan y diseñarlas y gestionarlas bien para que sean eficientes. Bajar el precio de la gasolina o dar abonos de transporte gratis a todo el mundo no tiene sentido. No se pueden hacer medidas para todos porque agravan el problema de inflación y el de la deuda.

¿Y las pensiones? ¿Es factible subirlas cerca de un 10%, como ocurrirá si se cumple la promesa de ligarlas a la inflación?

–El impacto de esa subida sería muy grande. Serían cerca de 20.000 millones y eso alimentaría la inflación y dispararía la deuda pública en un contexto de desaceleración. Lo que pasa es que el compromiso del Gobierno con la subida de las pensiones ha sido fuerte. ¿Va a tener voluntad política de romper esa promesa con el coste electoral que va a tener? Me temo que no. Pero tendría que hacerlo, igual que con los funcionarios. Un pacto de rentas sin incluir pensiones y funcionarios es un pacto al 50% y no va a ser suficiente para frenar la inflación.

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Desde el Gobierno se insiste en que el problema de la inflación es global. ¿Comparte esta visión o cree que en España se dan factores específicos que está agravando ese problema general?

–Tenemos nuestros propios problemas. O si no, ¿por qué nosotros tenemos dos puntos más de inflación que la media europea? En España hay problemas estructurales que se arrastran de antes y determinan que la productividad de las empresas sea descendente. Hay una serie de reformas fundamentales pendientes. Tenemos una administración ineficiente y sobredimensionada, un exceso de burocracia y de regulación. Tenemos un sistema energético rígido y excesivamente dependiente. Y podría seguir con más reformas que están en la lista de compromisos con la UE. La reforma de las pensiones, por ejemplo, está hecha a medias: hemos hecho la parte agradable, pero no la desagradable. Son errores que vamos a pagar. Este gobierno se está olvidando de los problemas de fondo que condicionan tanto el crecimiento como la inflación. Y otra cosa importante: los fondos Next Generation podrían hacer que la recesión o la desaceleración fuera mucho más leve, pero desgraciadamente la gestión de los fondos está siendo retrasada e ineficiente. Es dinero que tenía que hacer más productiva y eficiente la economía; que estaba destinado a acelerar la transición digital, tan necesaria para reducir los costes de las empresas.

–¿Qué opina de las últimas medidas anunciadas por Pedro Sánchez en el debate sobre el Estado de la Nación: los impuestos a la banca y las eléctricas y los abonos gratuitos de transporte?

–Improvisación; dejarse llevar por la presión del ala más izquierdista del gobierno de coalición; populismo. ¿Soy suficientemente claro? El mismo día que se anunciaban las medidas, la banca sufría una espantada de inversores que le suponía una pérdida de 5.200 millones de capital. Un gobierno tiene que tener un plan sólido, predecible. Lo que no puede es dar sorpresas todos los días. Los inversores van a salir corriendo, no por los impuestos sino por la falta de seguridad jurídica.

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–¿Saldrá un mundo diferente de esta crisis?

–La pandemia, la guerra de Ucrania, la inflación... son manifestaciones de un punto de inflexión. Viene un cambio de era. Vemos cómo China y Rusia exigen su parcela de poder. Hasta ahora hemos vivido en un mundo unipolar dirigido por EE UU y eso se ha acabado. China en unos años va a convertirse en la primera potencia económica y Rusia le está haciendo el trabajo sucio. Vamos hacia un nuevo mundo, no sabemos aún si va a ser bipolar o multipolar. Y Europa tiene que encontrar su papel porque a día de hoy, su papel estratégico deja mucho que desear; se limita a ser una comparsa y a cumplir órdenes.

Fernando Faces fue director gerente de El Monte. SUR

«Andalucía ha mejorado, pero queda mucho por hacer, y rápido»

–Dentro de este escenario tan complicado, ¿en qué posición está la economía andaluza? ¿Sus perspectivas son mejores o peores que las del conjunto de España y por qué?

– La recuperación de Andalucía en los dos últimos años ha sido más potente que la del conjunto de España. Hemos crecido por encima de la media en PIB y empleo. Es posible que este año, dado que el turismo está siendo la tabla de salvación, eso favorezca a Andalucía. También es verdad que los problemas de las cadenas de suministro afectan más a las regiones con mayor peso industrial. En este caso, la debilidad de la industria andaluza temporalmente la ha favorecido, pero eso es pan para hoy y hambre para mañana. Podemos decir que el ciclo de Andalucía ha mejorado: antes era la primera región que caía cuando había una crisis y se recuperaba más lentamente que el resto. Eso ha cambiado, pero hay mucho por hacer. Sigue habiendo problemas de competitividad, de tamaño de las empresas, de un sector industrial que no tiene suficiente peso a pesar de la existencia de una industria agroalimentaria con capacidad exportadora y eficiente. Hay que seguir insistiendo en las variables que ha potenciado el Gobierno andaluz: tamaño de las empresas, competitividad, I+D, creación de empresas, desregulación, simplificación de la burocracia, atracción de inversiones extranjeras. Todo lo contrario que ha hecho el Gobierno central. En Andalucía sí se ha trabajado en esto y hemos mejorado algo, pero hay que intensificarlo e ir más rápido.

–Ha mencionado la debilidad industrial de Andalucía. ¿Puede ocurrir que la tendencia global a relocalizar industrias estratégicas nos ayude en el reto de la reindustrialización?

–Esa tendencia se está produciendo ya y efectivamente, una parte de esos suministros van a volver a producirse aquí, aunque eso no va a ser suficiente para conseguir una reindustrialización. Tampoco creo que vayamos a una desglobalización; sí que elegiremos mejor dónde compramos.

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