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lucía palacios
Lunes, 29 de enero 2018, 00:37
Ahorro y austeridad fueron dos de sus consignas, dos valores que forjaron la personalidad y, en paralelo, la trayectoria empresarial de Ingvar Kamprad, el fundador de la cadena sueca de muebles Ikea, que falleció este sábado en su residencia de Smaland (Suecia) a los 91 años tras una «corta enfermedad», «en calma y rodeado por sus seres queridos», según el comunicado difundido por la compañía.
La historia de Kamprad es la historia de un «emprendedor único» –tal y como le definió el primer ministro sueco, Stefan Löfve– tocado por el éxito. Hijo de unos granjeros de Smaland, una provincia pobre del sur del país, con apenas cinco años comenzó a vender cerillas a su vecinos y, un par de años después, descubrió que podía ampliar su ‘negocio’ utilizando su bicicleta, de forma que llegaba a más clientes. Pronto se dio cuenta de que si compraba cerillas al por mayor en Estocolmo, la capital, le salía más económico, por lo que podía vender más barato que la competencia y obtener buenos beneficios, algo que desde siempre le obsesionó.
Pronto fue ampliando su oferta y complementó la venta de cerillas con la de postales, semillas, cuadernos, artículos de decoración, plumas y bolígrafos, máquinas de escribir...
Este precoz espíritu emprendedor le llevó a montar en 1943, con tan solo 17 años, su propio negocio, que con el paso de los años se convertiría en el mayor emporio del sector del mueble, que además revolucionó por completo. El nombre de Ikea lo escogió uniendo las dos primeras letras de su nombre y apellido (IK) con las iniciales de la granja y el pueblo en el que creció (EA). Para montar esta empresa utilizó el dinero que le dio su padre por haber sacado buenas notas, pese a que los estudios nunca le interesaron demasiado, por lo que prefirió dedicarse al comercio. En sus inicios, Ikea vendía bolígrafos, carteras, marcos para cuadros, tapetes para mesas, relojes, joyas y medias de nailon, pero en 1948 introdujo los muebles en su surtido.
Si en un principio contaba con proveedores locales, en 1951 fue capaz de sacar a la luz su primer catálogo, del que en la actualidad se difunden más de 200 millones de ejemplares en una treintena de idiomas, por lo que se ha convertido en el libro más impreso del mundo.
La filosofía de esta empresa surgió en 1956, cuando un empleado tuvo la idea de desmontar las patas de una mesa para que pudiera entrar en el baúl de un automóvil. Así fue como comenzó a trabajar el concepto que ha caracterizado a sus muebles: el fácil montaje, más fácil y barato de almacenar y transportar, algo que lo ha elevado casi que a la categoría de arte pero democratizado. En 1958 se abrió la primera tienda Ikea en Suecia.
Ya en la década de 1960 comenzó una expansión internacional a un ritmo frenético, pues Kamprad estaba totalmente convencido de que la fórmula de unos precios bajos, con costes reducidos, estandarización, autofinanciamiento, unido a un diseño escandinavo, podía funcionar en todas partes. Como así fue. «La mayoría de las cosas están por hacer», se repetía a modo de lema.
A partir de 1970 conquistó Suiza, Australia, Canadá, Francia, Estados Unidos, Rusia, Asia, Oriente Medio... En España se instaló por primera vez en 1978, en la isla de Gran Canaria y, tres años después, en Tenerife. En la actualidad, el grupo cuenta con 355 tiendas en 29 países, emplea a 135.000 personas y genera un volumen de negocios anual de 38.000 millones de euros.
Así fue como logró convertirse en unos de los hombres más ricos del mundo, el tercer multimillonario en Europa, según la revista Forbes. Con un patrimonio cercano a los 40.000 millones de euros en 2017, solo el fundador de Inditex, Amancio Ortega, y la fortuna francesa de Bernad Arnault, propietario de la moda de lujo LVMH, le superan.
Sin embargo, mantuvo hasta el final de sus días las máximas de ahorro y austeridad, hasta el punto de que era conocido en su país por su modo de vida espartano: compraba en tiendas de segunda mano, se decantaba por los lácteos a punto de caducar porque le salían más baratos, viajaba siempre en clase turista y, cuando no utilizaba el transporte público, se le veía por las calles con su viejo Volvo de 1993.
«Si me miran, creo que no llevo nada que no haya comprado en una feria de segunda mano. Quiero dar buen ejemplo», se justificó en una entrevista que ofreció a la cadena sueca TV4 en 2016. Si de esto casi que hasta presumía, lo que sí calificó como su «mayor error» fue su pasado nazi, algo por lo que pidió disculpas públicamente. También reconoció su afición al alcohol.
Mantuvo su vinculación con Ikea hasta el final de sus días, pero en 2013 renunció a su puesto en la dirección de la compañía para dar el paso a sus tres hijos.
Ingvar Kamprad fue también un pionero de la optimización fiscal, algo que le ha ocasionado no pocas críticas. En 1973 se trasladó de Suecia a Dinamarca y en 1977 se instaló en Suiza, donde vivió hasta 2014 para evitar las elevadas cargas fiscales de los países nórdicos. Además, la difusa organización de su empresa llama la atención. Las funciones ejecutivas, la estrategia y la concepción de los productos se encuentran en Suecia, pero desde un punto de vista jurídico y contable, cuenta con fundaciones y empresas en Holanda, Luxemburgo, Suiza y Liechtenstein. Así, la Comisión Europea le abrió en diciembre de 2017 una investigación por posibles ventajas fiscales indebidas acordadas por Holanda al grupo.
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