zigor ALDAMA
Domingo, 1 de noviembre 2015, 01:01
Atrás han quedado ya episodios de miedo político como el que en 2005 impidió a la petrolera china CNOOC adquirir la estadounidense Unocal por más de 10.000 millones de dólares. Ahora el capital chino es más que bienvenido, ya sea en forma de compra de empresas, fusiones, o cualquier otro tipo de inversión directa.
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La crisis económica que ha devaluado a Occidente, sumada al auge de la segunda potencia mundial, se ha convertido en la gran oportunidad que las compañías chinas esperaban para saltar al mundo. Y llega en un momento clave; justo cuando el gigante asiático abandona las brutales tasas de crecimiento que han obrado el gran milagro chino el PIB se expande al menor ritmo de los últimos 25 años y el Gobierno comunista impulsa un cambio del modelo para que el consumo interno y la innovación sustituyan al mercado exterior como principales motores económicos.
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En cualquier caso, para entender las claves de este nuevo proceso hay que volver a remontarse a 2005, año en el que también se dio el primer gran éxito de la internacionalización empresarial china. Fue entonces cuando Lenovo, una marca poco conocida fuera del país comunista, adquirió la división de ordenadores portátiles de IBM por 1.250 millones de dólares.
Muchos se llevaron las manos a la cabeza, preocupados por el fin de la ventaja competitiva de Occidente, cuyo modelo de globalización se basa en la deslocalización a países baratos de la fabricación de productos diseñados en la matriz. Para quienes vaticinaron poco menos que el apocalipsis, la transferencia de alta tecnología y de avanzados modelos de gestión empresarial a los chinos era equivalente a entregar el Santo Grial al enemigo.
Lo cierto es que ahora Lenovo se ha convertido en el principal fabricante de ordenadores del mundo y ha irrumpido en otros segmentos del mercado de la electrónica. De hecho, el año pasado volvió a dar la campanada con la adquisición de Motorola, un importante paso para abrirse camino en el competitivo mundo de los móviles inteligentes.
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Estamos ya ante una marca global que crea empleo en todo el mundo, una multinacional que utiliza las mismas armas de las grandes corporaciones occidentales para extender los tentáculos del recién adquirido poderío chino. Y, como apunta Alex Chen, cofundador de una de sus segundas marcas, Zuk, «una multinacional no llegará muy lejos si únicamente fabrica en un país». Y menos aún si ese país es China, donde el precio de la mano de obra crece en torno al 15% anual. «Hay que diversificar señala no sólo para evitar los riesgos asociados a una única base manufacturera, sino también para lograr facilidades al acceder a nuevos mercados».
Así lo entendió también hace un lustro el fabricante de automóviles Great Wall, que se convirtió en el primero en instalar una planta productiva en territorio europeo. Eligió Bahovitsa, en Bulgaria, y dentro de unos meses comenzará a fabricar sus populares todoterrenos también en Rusia.
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«Hemos adquirido la tecnología y el conocimiento necesarios para estar a la altura de nuestros competidores, ya sean europeos, estadounidenses o asiáticos. Pero ahora existe un exceso de capacidad en China, cuyo mercado se ha ralentizado, y vemos una buena oportunidad para impulsar nuestra marca en el extranjero», explica Roger Wang, director del departamento de Internacional de Great Wall. «Para tener éxito en otros mercados apostilla no es suficiente con exportar vehículos, hay que echar raíces».
En BYD, que ha hecho de los vehículos eléctricos su bandera, también piensan lo mismo. Por eso han montado ya diversas fábricas en tres continentes, y no sólo en países en vías de desarrollo: la revista Fortune la ha incluido en su última lista de empresas capaces de cambiar el mundo gracias a la planta que tiene en California.
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Pero en el sector de la automoción el caso de Geely es paradigmático. La empresa privada china cerró la compra de Volvo en 2010 por 1.500 millones de dólares, y, desde entonces, el fabricante sueco ha crecido considerablemente. «Era una compañía sin futuro que estaba a punto de quebrar, pero desde que la adquirió Li Shufu ha creado 10.000 puestos de trabajo en Europa», comenta Pedro Nueno, presidente de la prestigiosa China-Europe Business School. De hecho, el XC90, el primer modelo de Volvo desde la adquisición, ha sido un rotundo éxito y ha conseguido abrir de par en par las puertas del mercado chino.
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