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La sonrisa, la voz pausada y la exquisita educación de Antonio Mediato (Málaga, 1965) esconden una voluntad de acero que le llevó a dejar su trabajo en 1997 para patentar un producto que no existía: un sistema para poder tener temperaturas diferentes en cada habitación ... con la misma máquina de aire acondicionado. Airzone, hoy un «tigre» que se acerca a los 100 millones de euros de facturación, no sólo ha sabido 'fabricar' la demanda para ese producto, sino hacerlo evolucionar. Ahora es un «enchufe» imprescindible que conecta dos mundos, el de las máquinas y el de la tecnología domótica. Casado y con cuatro hijos, Mediato empieza a pensar en la «trascendencia» de su compañía, pero a diferencia de la mayoría de empresarios, no desea que pase por la sucesión familiar.
–¿Cómo era el Airzone de hace 25 años y qué queda de ella ahora?
–El Airzone de hace 25 años tal día como hoy no era más que una patente. Airzone nace en noviembre del 97 para desarrollar empresarialmente la patente de nuestro concepto primitivo de zonificación del aire acondicionado basado en compuertas. Empezamos en una nave pequeñita del polígono San Luis, pero en seguida nos vinimos al Parque, en el año 2000. Nos desarrollamos muy bien hasta la crisis financiera, que gracias a Dios nos pilló con la internacionalización ya empezada. Y ahí además paso algo importante, que fue la llegada de los 'smartphones'. Nos dimos cuenta de lo importantes que iban a ser las TIC para el sector de la climatización y empezamos a desarrollar pasarelas de comunicación para posibilitar que los equipos 'hablaran' con los usuarios o con otras empresas de servicios. Hoy, por ejemplo, Airzone es capaz de integrarse con las tarifas energéticas y hacer que tú puedas usar el aire acondicionado aprovechando los horarios más económicos. Hicimos alianzas con Daikin, Mitsubishi... los grandes del sector. En el lado de las tecnologías, tenemos acuerdos con Google, Amazon o Apple; protocolos domóticos abiertos como KNX, Z-Wave o ZigBee y cerrados como Lutron o Creston... Somos como el enchufe que conecta dos mundos muy diferentes. Una máquina de aire acondicionado parece que te va a durar toda la vida, pero en el lado tecnológico todo es rápido, etéreo. Conectar esos dos mundos es nuestra especialización.
–¿En qué cifras se ha traducido esa evolución?
–Desde 2014 hemos crecido de forma muy importante. Este año vamos a rondar los 90 millones, el año pasado hicimos 71, el anterior 48… Hemos doblado facturación en tres años. Nuestro plan estratégico planteaba llegar a 100 millones en 2024 pero parece que nos adelantaremos un año. En cuanto a personal, ya somos 400 en Altra Corporación. En los últimos dos años han entrado cerca de 120 personas.
–¿Cómo ha afectado la pandemia a la evolución de Airzone?
–Como un acordeón. Los dos primeros meses de confinamiento hubo un parón, pero en seguida pasó algo: la gente tomó conciencia de cómo estaba en sus casas. Paso tiempo en mi hogar, me doy cuenta de que la climatización es confort y, además, empiezo a prestar atención a mi consumo energético. Así se generó una gran demanda de nuestros productos. A la vez, hemos sufrido con la escasez de componentes porque, aunque fabricamos y compramos aquí, al final todo depende demasiado de Asia. Eso es lo que ha generado la inflación. Nosotros mismos hemos comprado microprocesadores que normalmente costaban 2 ó 3 euros, a 20 ó 30.
–Y ahora, con la inflación desbocada y el miedo a una recesión, ¿teme que acabe la buena racha?
–Estamos en una crisis inducida porque para frenar la inflación hay que parar la economía un poco. Pero no creo que afecte a Airzone porque lo que hacemos, esa capa de regulación y control, tiene mucho que ver con la eficiencia energética, que se ha convertido en una prioridad. Y los elementos que más consumen en un edificio son los relacionados con la climatización, el agua caliente y la calefacción. Por ejemplo, la normativa que se está barajando para prohibir bajar de 25 grados en verano o subir de 22 en invierno, ¿cómo lo vas a cumplir si no hay una capa de regulación y control en los sistemas de climatización? O si quieres adaptarte a las tarifas eléctricas por tramos horarios, tienes que tener capacidad de 'hablar' con los dispositivos de tu hogar para encenderlos y apagarlos. La eficiencia va a pasar de ser algo elegible a algo a lo que hasta cierto punto nos van a obligar. Esto nos hace pensar que hay un gran futuro para nuestra empresa.
–¿Se puede competir en el mercado global fabricando en Málaga?
–En nuestro caso sí, porque somos caros. La mano de obra representa el 6% de nuestros costes. ¿Por qué? Porque el producto tiene mucho valor añadido. Cuando tú tienes un producto que está muy asociado al coste de personal es muy difícil competir desde aquí. La clave está en que lo que hacemos tiene valor añadido, es un producto 'premium'.
–Echando la vista atrás, ¿cuál ha sido la principal ventaja de radicar la empresa en Málaga y cuál el principal inconveniente?
–La Universidad de Málaga es muy importante para nosotros. No seríamos lo que somos sin la UMA; está en nuestro ADN. Colaboramos con sus departamentos de investigación, nos nutrimos de personal de sus escuelas de ingenierías, tenemos una cátedra Airzone. Y además, Málaga es capaz de atraer talento de fuera gracias a la calidad de vida y las comunicaciones.
–¿Qué le pide al nuevo gobierno andaluz para ayudar a la industria?
–Sin lugar a dudas, menos burocracia. Sé que se está en ello, pero aún falta. Y otra cosa: estamos acosados a impuestos. No específicamente por el gobierno regional; son todos: el central, el local... Es tremendo. No te han cascado un nuevo impuesto cuando ya están pensando en el siguiente. Eso te impide reinvertir, crecer… Y también hace que no vengan empresas. –¿Qué hay de los fondos Next Generation? ¿Ha podido su empresa beneficiarse de ellos?
–No se ve nada de los fondos europeos y me gustaría que lo pusieras. Somos una empresa andaluza que va a hacer una inversión industrial y tecnológica de 8,5 millones de euros y no hay ninguna ayuda de los fondos Next Generation a la que podamos optar. Mucho ruido y muy pocas nueces; nadie sabe nada de esos fondos.
–¿Cómo ve Málaga? ¿Comparte la euforia por el momento dulce que vive en cuanto a atracción de turismo, inversiones y talento?
–Es impresionante. Y creo que unido a la Universidad, a la calidad de vida y al clima, se lo debemos al alcalde que tenemos. Bilbao tuvo uno del PNV, La Coruña uno del PSOE, De la Torre es el PP… da igual, son personas que se salen de la dinámica de la pelea y miran por su ciudad y aplican políticas a largo plazo. Lo que se ha hecho en Málaga estos últimos 20 años es espectacular.
–¿No cree que hay cierto riesgo de morir de éxito?
–Se habla mucho de la guerra por el talento y de que suben los sueldos.. Pero yo más que a eso, que al fin y al cabo es riqueza y si hay que competir por el talento, pues a competir, le temo al turismo fácil y a lo que está pasando en el Centro con la vivienda turística.
–¿Y el mayor obstáculo?
–No en Málaga, sino en España en general: la Administración. El problema está en lo dificíl que es sacar adelante un proyecto que requiera permisos, especialmente si están relacionados con medio ambiente. Se están haciendo cosas, pero una empresa que quiere poner en marcha un proyecto pierde mucho tiempo, que es lo más importante, no el dinero. Pero como balance, diría que Málaga es un sitio muy correcto para una actividad como la nuestra, no tenemos problemas para encontrar todo lo que necesitamos más allá de la lentitud de la Administración.
–¿Por qué cree entonces que hay tan poca industria en Málaga?
–Creo que es un tema de cultura. Aquí nos hemos nutrido del sector primario, que se ha industrializado y profesionalizado mucho; y sobre todo del turismo. Luego vino el PTA, la Universidad y se ha desarrollado el foco tecnológico, hay muchas empresas de servicios avanzados, de 'software'. La industria es más lenta, más pesada, más paciente. Y quizá no tenemos esa cultura de paciencia.
–¿Se ha sentido muchas veces un bicho raro mientras otros se forraban vendiendo pisos o con negocios de Internet?
–Es que la industria es así. Es lenta, muchas veces dices: ¡qué trabajoso es todo! Desde la idea hasta que lo enviamos cubrimos muchísimos procesos que hay que desarrollar . Pero también somos una empresa muy valiosa. Una industria consolidada, madura, líder, muy rentable es ahora mismo muy valorada en el mercado.
–¿Le han querido comprar la empresa muchas veces?
–Sí, hemos recibido ofertas. Ahora hay mucho dinero volando; han sido años en los que el dinero está un poco ocioso y busca refugio. Una industria que además es tecnológica, que está en la línea de la eficiencia y el medio ambiente es muy atractiva.
–¿Y se plantea venderla? ¿No quiere dejársela a sus hijos?
–Airzone pertenece a mi mujer y a mí. Pero yo no aspiro a dejarle la empresa a mis hijos. Tengo cuatro: uno está en la Universidad, estudiando Física en Cambridge. La segunda pinta; el tercero es deportista, está jugando al golf y haciendo bachillerato en EEUU; y la más pequeña está estudiando en Inglaterra, no sabemos aún qué querrá. Nunca se puede decir lo que pasará, pero no aspiramos a ser una empresa familiar.
–Me sorprende. La mayoría de empresarios quieren ceder el testigo a sus hijos.
–Yo prefiero dejarles una educación y libertad para que ellos decidan. Si mi hijo mayor quiere ser científico y morirse de hambre en un departamento de una Universidad, porque por desgracia es lo que suele pasar, pues es su elección. Quizá no es su elección subirse a un tigre como éste. Yo a veces digo que esta empresa es un tigre del que no te puedes bajar porque si te bajas, te devora. En fin, que en casa no generamos esa cultura de mezclar empresa y familia. ¿Cómo te lo diría para que no suene mal? A mí me gustaría comerme la paella del sábado sin la empresa de por medio y todo lo que eso genera, que lo he visto en otras familias.
–¿Qué futuro quiere entonces para Airzone?
–Queremos que la empresa tenga trascendencia. Es probable que algún día tenga que hacer una alianza con alguna otra compañía. Hasta ahora no ha llegado ninguna que nos haya convencido porque queremos algo muy especial para Airzone; que perdure la marca, que no sea absorbida, que cuide a la gente que trabaja aquí, que ha trabajado mucho.
–¿Ese momento lo ve cercano o lejano?
–Hombre, yo tengo ya 57 años y yo no quiero ser el abuelo cebolleta aquí. Ya no porque tenga derecho a descansar; a mí me gusta lo que hago, pero se te puede escapar algo por estar ya mayor. El momento tendrá que llegar, yo lo veo a medio plazo, como a diez o quince años vista. Y la sucesión familiar no es la primera opción.
–Hábleme de la nueva fábrica.
–Aquí ya no cabemos, ya lo has visto. Somos 400 en Altra: 130 fuera de España y 260 o 270 aquí. Estamos a dos turnos y medio y gracias a que tenemos ese modelo de externalizar todo lo que otros nos pueden hacer, podemos sobrevivir. Pero estamos a tope también en las oficinas. Hemos comprado una parcela de 9.000 metros cerca de aquí, en el Parque, y vamos a hacer 6.000 de fábrica. Todo esto [la sede actual, donde combina fábrica y oficinas] se queda para oficinas. Espero empezar las obras en otoño porque después de casi un año tenemos licencia. Son 18 meses de ejecución así que creo que para 2024 podremos encender motores. La capacidad de producción podría doblar la actual.
–¿Airzone comparte los problemas de otras empresas tecnológicas en Málaga para encontrar trabajadores?
–Sí. Ahora mismo lo que más nos condiciona el crecimiento es la escasez de talento en ingenierías. Hay cuatro o cinco vacantes concretas relacionados con comunicaciones y temas de 'cloud', que llevan un año abiertas. Aquí ha pasado una cosa muy fea que viene de la crisis. El ingeniero no gababa dinero. Era una carrera dificilísima para luego ser mileuristas. Y, claro, se quedaban plazas libres en las escuelas de ingenierías. Ahora de repente te los quitan de las manos… Entra mucha gente en las ingenierías llamada por lo que se puede ganar, pero para estudiar ingeniería hay que ser muy trabajador, muy capacitado y, además, tener cierta vocación. No es para todo el mundo.
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