José María Villalba, Sofía Téllez y Carlos Alcaide, ante la fábrica.

Isofotón, un año a oscuras

Cientos de exempleados están a punto de agotar el paro y el proceso concursal se ha atascado

Nuria Triguero

Lunes, 2 de febrero 2015, 02:06

Ya ha pasado un año pero Daniela, la hija mayor de Carlos y Sofía, todavía pregunta por el robot rosa. «¿Sigue estropeado?» Esa fue la explicación que le dieron sus padres el día que les preguntó por qué no iban a trabajar. Ambos eran empleados de Isofotón, una fábrica «con muchos robots», le habían explicado, incluido uno del color favorito de Daniela que algún día la llevarían a visitar.

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Efectivamente, un año ha pasado desde que Isofotón despidió a sus últimos trabajadores. El 14 de enero de 2014, Carlos y Sofía fueron fotografiados por SUR delante de la fábrica que un día lideró el sector fotovoltaico en España. Hoy vuelven al mismo lugar. Reina un silencio sólo interrumpido por el vigilante que tímidamente pide a sus antiguos compañeros no traspasar la barrera de seguridad. Por las dos gigantescas naves del PTA sólo deambulan el guardia y dos o tres personas más que se encargan del mantenimiento de la maquinaria. Sus sueldos, sumados a los cuantiosos gastos que conlleva evitar el deterioro de la fábrica, van engordando la deuda millonaria de Isofotón mientras el juzgado mercantil número 2 de Málaga sigue sin dar luz verde a la liquidación de sus bienes.

¿Cuál es la situación de Isofotón a día de hoy? Para empezar, el proceso concursal está atascado en un punto crucial: la aprobación del plan de liquidación. «Desgraciadamente no hay novedades», indica uno de los administradores nombrados por la jueza, José Manuel González. La espera se prolonga desde principios de julio del año pasado. Circulan varias teorías sobre esta demora: la saturación del juzgado (única razón confirmada), un hipotético desacuerdo de la magistrada con determinadas decisiones de los administradores, la existencia de impugnaciones contra la venta de unos activos... La cuestión es que el vía crucis judicial dura ya casi dos años y la fábrica sigue aumentando sus deudas al mismo ritmo al que sus más de 1.500 acreedores pierden esperanzas de cobrar.

Además, hasta que no se ponga en marcha la liquidación de los bienes de Isofotón no se abrirá la fase de calificación del concurso, en la que se decidirá si sus dueños son culpables de la quiebra. Hay bastantes probabilidades de que así ocurra, teniendo en cuenta que la jueza les impuso en octubre un embargo preventivo de 51 millones de euros (repartido entre los máximos accionistas, Ángel Luis y Diego Serrano, y uno de sus principales directivos, Carlos Zambudio) tras estimar que hay «indicios de responsabilidad» que pueden «dar lugar a una eventual sentencia de calificación que establezca la existencia de dolo o culpa grave». Si finalmente son declarados culpables, los propietarios tendrán que cubrir con su patrimonio el agujero de Isofotón, además de ser inhabilitados para manejar empresas.

Entre quienes siguen con más atención el proceso judicial están los casi 700 extrabajadores de la compañía. Para empezar, porque son acreedores: el Fogasa les pagó parte de sus nóminas y de las indemnizaciones por despido, pero hay otra parte pendiente de cobro. Sin embargo, no es sólo eso. Un año después de desvincularse laboralmente de Isofotón, pocos son los que han conseguido cerrar aquel capítulo. «¿Cómo voy a pasar página si sigo en paro?», cuestiona Miguel Ángel Fernández, ex oficial de difusiones, 38 años. «Si nos hubiéramos quedado sin trabajo porque nuestro producto no se vende me conformaría. Pero tuvimos pedidos hasta el último día. ¿Y hay algo más de futuro que las energías renovables? Eso es lo que da rabia, que la empresa se la cargaron los dueños porque es lo que quisieron hacer desde el principio», opina.

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Otro motivo por el que los trabajadores se resisten a pasar página es la indignación que les consume. Indignación que se reparte entre los dueños de Isofotón y la Junta, a la que acusan de abandonarles. «No nos ayudó cuando se presentaron los ERE, ni para evitar que entráramos en concurso ni cuando hemos creado un proyecto para reflotar la fábrica», denuncia Fernández, que reclama al Gobierno andaluz que asuma la «responsabilidad» que adquirió con la empresa al concederle más de 60 millones de euros en subvenciones y préstamos. Y esta es, por cierto, otra vertiente del problema que no se ha afrontado: dirimir si alguien hizo algo mal al destinar tanto dinero público a Isofotón. El comité de empresa llegó a enviar un escrito a la jueza Alaya para que investigue si hubo irregularidades, pero su petición no tuvo eco.

El desempleo es la situación abrumadoramente mayoritaria entre la antigua plantilla de la fábrica. «La gente empieza a ponerse nerviosa porque se les va agotando la prestación y no encuentran trabajo», apunta Juan Carlos Martínez, exdelegado sindical. El perfil de los trabajadores añade angustia a su situación: entre los treinta y muchos y los cuarenta y pocos años, con un currículum enfocado a la industria (el sector más débil de la economía malagueña), hijos pequeños e hipotecas de la época del boom. Para más inri, muchos son parejas que se fraguaron en la fábrica y perdieron a la vez su trabajo.

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En los grupos de WhatsApp que siguen manteniendo los extrabajadores se comparten dramas como el de José María Villalba, que perdió su casa hace unos meses por no poder pagar la hipoteca y ahora vive en casa de sus suegros con su mujer y sus dos hijos. «En pocos meses se me termina la prestación. A ver qué hacemos...», se pregunta. O como el de Susana Zamora, que tras ser despedidos ella y su marido montó un negocio de costura, pero le han denegado un microcrédito y no puede conseguir un local para trabajar. Están también Carlos y Sofía, los padres de Daniela, que llevan la cuenta de los currículos que han enviado en el último año. «Yo 400 , mi mujer casi los mismos», asegura el que fuera responsable de calidad en Isofotón, que lo máximo que ha conseguido a cambio ha sido trabajar dos meses en Leroy Merlin a media jornada. «Es duro porque estamos en una edad mala, no sabes por dónde tirar. Por eso la única lucecita que vemos yo y muchos es que esto vuelva a comprarlo alguien», confiesa.

Alcaide no es el único que se aferra a esa esperanza de volver a trabajar en Isofotón. Su antiguo compañero Miguel Ángel confiesa seguir confiando en que Sunrise Power, la sociedad laboral impulsada por extrabajadores, consiga su propósito de comprar la fábrica. «La jueza tiene que ver que es la mejor opción porque es la única que pone como prioridad darle sustento a 240 familias. Y yo lo veo un proyecto con futuro, creo que nos podríamos jubilar perfectamente en Isofotón», argumenta. En su día, más de 250 eempleados firmaron su adhesión al proyecto y, pese a la ausencia de apoyo por parte de la administración concursal y de la Junta, que es el principal acreedor, muchos siguen considerándolo su única posibilidad de volver a trabajar. Como Esther Moreno, de 43 años, que agotó hace tiempo el paro y sobrevive dosificando el finiquito, pero asegura que si finalmente los trabajadores tienen la oportunidad de comprar la fábrica, se arriesgará y buscará el dinero necesario «donde sea».

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Pero lo cierto es que Sunrise Power tendrá complicado competir con otros potenciales compradores si mantiene su oferta inicial, que contemplaba el pago aplazado. Y es que el plan de liquidación diseñado por la administración concursal exige el pago al contado de una cantidad no inferior a 34,7 millones de euros por toda la unidad productiva de Isofotón, que incluye los dos edificios del PTA con sus tres líneas productivas, así como la marca, las patentes y otros activos intangibles. No obstante, dicho plan no ha sido aún aprobado y aunque lo fuera, si no se recibieran ofertas para toda la unidad productiva se acabaría vendiendo la fábrica en dos o más partes. De hecho, ese es el escenario más probable, a tenor de lo que la propia administración concursal reconoce.

Son minoría, pero también hay quienes a lo largo de este año han logrado encontrar una salida laboral. Algunos han montado pequeños negocios; otros han optado por la emigración. A mayor cualificación, más oportunidades. La mayor fábrica de paneles solares de Latinoamérica, ubicada en México, se está montando con capital humano malagueño. Cuatro ingenieros salidos de Isofotón llevan un año dirigiendo su puesta en marcha. «Recogí mis cosas de la fábrica un viernes y el lunes siguiente estaba volando a México», recuerda José Manuel Ruiz. Le acompañaron en ese avión Juan Agustín Torres, José Florido y David Sánchez. «Aquí hay 300 personas trabajando y nosotros estamos en la cúspide de la pirámide. Nos valoran mucho y la experiencia ha sido genial en lo laboral, pero personalmente es muy duro», asegura Torres, casado y con una hija de siete años, Raquel, a la que operaron el año pasado sin que a él le diera tiempo a venir a España. «También se murieron mi abuela y mi suegro, y no pude estar. Eso ha sido lo peor». A David no se le está haciendo más fácil. «Mi hija de tres años y medio dice que su papá vive en un Ipad», confiesa.

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Los cuatro ingenieros tendrán que tomar una decisión en febrero: renovar por un año más su estancia en México o volverse a Málaga. Esta última opción cada vez les tira más, pese a la falta de perspectivas laborales. «Me repito que venir fue una buena decisión porque el resto de compañeros hoy están en paro o trabajando en muy malas condiciones. Pero dudo que aguante mucho más», afirma Ruiz.

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