Ilustración de Rafael Domínguez de Gor.

Así es el hombre que creó Mayoral, la empresa líder de Málaga

Rafael Domínguez de Gor es un un ingeniero exigente e incansable. Completó formación en Harvard y fue uno de los primeros empresarios en ligar el futuro del negocio a la informática. Gran defensor del patrimonio cultural, disfruta con el tenis y los aviones

José Vicente Astorga

Lunes, 16 de junio 2014, 12:58

Pocas palabras pero muchos hechos siguen siendo la norma de medio siglo de gestión visionaria, prudente, pero decidida una vez trazada la ruta. Así es Rafael Domínguez de Gor, el empresario que mueve los hilos de la que es la empresa líder de Málaga. ¿Sus orígenes? «Yo era un ingeniero industrial de Intelhorce con 28 años y dirigía la creación de una sección para tintado de hilo, una fase intermedia entre hilado y acabado. Se habían instalado algunas máquinas pero ese gran proyecto se paró el 31 de diciembre de 1965, y entonces fue cuando decidí incorporarme a la pequeña industria familiar», relata. El primer gran revés laboral para este hombre apasionado por su profesión, bachiller en maristas y forjado como ingeniero industrial textil en Tarrasa tras obtener el título de ingeniero en la Politécnica de Barcelona, iba a ser el principio de la aventura Mayoral.

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Tras el carpetazo a Intelhorce, se puso al frente de la la fábrica de las medias, que sobrevivía a duras penas en la avenida de La Rosaleda. Aquella actividad familiar se había expandido a Málaga desde la Yunquera natal, pero el boom del nylon asfixiaba el negocio familiar. Rafael tomó las riendas junto a sus hermanas Elisa y Maribel y su mujer María Antonia de la Maza, una persona también infatigable y que le ha acompañado como estilista en la empresa y junto a la que recientemente celebró las bodas de oro.

Durante años Rafael arañó horas para traducir libros y artículos para revistas técnicas editadas por la WRC Smith Publishing de Atlanta y así mejorar el sueldo. Una década bastó para poner a flote la empresa. Fue gracias a la ropa infantil, una estrategia de futuro que ya en los 80 lanzaría a Mayoral y en la que la crisis de natalidad de finales de los 90 obligó a reforzar el mercado exterior. La cuarta generación de la familia -dos de sus seis hijos: Manuel (economista y director general) y Francisco (ingeniero)- pilotan ahora la nave. El adn, sin embargo, no basta para las altas responsabilidades de gestión en esta empresa familiar donde la alta formación es una condición necesaria.

Rafael Domínguez de Gor, que se siente más empresario que emprendedor, dotado de una memoria excelente, es un ingeniero exigente y siempre en formación continua, de tal forma que la suma de mejoras en su negocio han convertido Mayoral en temario para escuelas de negocios. El fundador de Mayoral completó formación en Harvard con un Senior Manager y fue uno de los primeros empresarios en ligar el futuro del negocio a la informática, ya desde los primeros IBM. Asesor técnico de la segunda edición del Diccionario textil panamericano Español-Inglés, Inglés-Español, publicado en Atlanta en 1971, le apasionan los libros y la música clásica. Ordenado y meticuloso, necesita el silencio sin interrupciones para estudiar los asuntos. Su gran biblioteca privada y la millonaria restauración que pagó de su bolsillo para recuperar los órganos de la catedral de Málaga -los mayores del barroco en España- dan prueba de la consistencia de dos grandes pasiones de este trabajador exigente e incansable.

Su alergia a la ostentación y al protagonismo hace que mida sus apariciones mediáticas, casi siempre en apoyo del patrimonio cultural a través de la Fundación Málaga, que impulsó. No menos constante fuera del despacho -y su agilidad con 75 años lo confirma- es su afición al tenis, que ha llegado a practicar a diario en la pista que acondicionó en la cubierta de la fábrica de Los Prados.

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Los aviones, su pasión

Los aviones siguen siendo una pasión antigua, de la que ya se ha bajado como piloto. Para quien ha vivido hasta 2009 con una agenda imposible a la búsqueda de mercados y de la innovación constante para su empresa y sus directivos -«sin la mejora continua, Mayoral no sé si existiría pero desde luego no habría llegado a ser lo que es», sostiene- el avión ha sido el mejor sucedáneo de la ubicuidad para unir trabajo y placer. Y también negocio desde que 1985 Mayoral Aviation apareciera una de las firmas pioneras de alquiler de aeronaves para el mundo de los negocios.

La eficiencia de altura siempre ha ocupado a Domínguez de Gor, especialista como ingeniero en la configuración y coordinación de sistemas de producción, que explica el almacén robotizado del edificio de Los Prados con la pasión de paternidad compartida con especialistas alemanes. Ha sido la joya de la inversión de 50 millones en el lustro de la crisis, una instalación de vanguardia en el mundo que ha duplicado la capacidad de gestión del almacén y «donde la mercancía va a al trabajador y no el trabajador hasta ella».

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La compra de los terrenos y edificios abandonados de Intelhorce simboliza el alfa y omega de Mayoral, una gran historia de éxito que se inició por azar a raíz de un desengaño laboral y siguió con tesón y método hasta redondear el imperio Mayoral. Si su amigo y admirado Amancio Ortega, el dueño de Inditex, ha convertido su centro logístico de La Coruña en capital textil, Domínguez de Gor puede permitirse acariciar ahora, desligado del día a día de su empresa, unificar en una gran sede una empresa donde lo único menudo son los clientes de medio centenar de países.

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