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La catedrática de la Universidad de Málaga Elena Bárcena ha sido elegida para formar parte de la Comisión Asesora del Ministerio de Trabajo y Economía Social en materia de Salario Mínimo Interprofesional (SMI), que está formada por técnicos de los ministerios de Economía, Hacienda ... y Trabajo; representantes de los sindicatos y miembros de la academia. Ella pertenece al Departamento de Economía Aplicada y está especializada en el estudio de la pobreza y la desigualdad.
–¿Sabe quién la propuso para formar parte de la Comisión?
–Lo que me llegó fue que había salido mi nombre en el ministerio, pero no sé quién me propuso. Me lo plantearon y me lo pensé, porque mi especialidad es más la distribución de la renta, no tanto de salario. Pero ellos querían una visión de qué impacto sobre la desigualdad puede tener la subida del salario mínimo, así que creen que mi aportación puede ser útil. Es la primera vez que me proponen formar parte de una comisión. Así que, un poco guiada por esa curiosidad y también con el respeto que genera involucrarte en temas que no controlas totalmente, dije que sí.
–¿Cómo van los trabajos? ¿Tendrán pronto sus conclusiones?
–Nos reunimos por primera vez presencialmente a finales de noviembre en Madrid. Nos recibió la ministra Yolanda Díaz y después ya nos quedamos los miembros de la comisión, entre los que hay técnicos de los ministerios de Economía, Hacienda y Trabajo; representantes de los sindicatos y miembros de la academia. Después hemos tenido otras reuniones, pero yo ya he participado vía 'online'. Nuestra misión es dar una horquilla de subida en las que podría moverse el SMI de 2025. Daremos una propuesta, que luego ya se discutirá en la mesa de negociación y se decidirá lo que sea. No sé cómo de rápido va a ir todo este proceso, pero posiblemente nos adentremos en enero.
–Desde el punto de vista de la pobreza y la desigualdad, ¿qué efectos ha tenido la subida del salario mínimo de los últimos años?
–Normalmente cuando se sube la renta salarial más baja que hay, lleva a una reducción de la desigualdad. Eso no implica una reducción de la tasa de pobreza, porque esa subida quizá no es suficiente como para sobrepasar la línea de pobreza. Pero como los salarios mínimos suelen concentrarse en el mismo tipo de personas, que por nivel educativo están en esos puestos peor pagados y tienen esos salarios mínimos, sí que impacta en la desigualdad. E impacta también en lo que llamamos intensidad de la pobreza, que no es la proporción de pobres que hay, sino cuánto de pobres son los pobres. Además parece que no ha habido una pérdida de empleo, como avanzaban algunas opiniones, así que podemos decir que la subida del salario mínimo ha reducido la desigualdad.
–De entre las diferentes medidas que se pueden adoptar en un país para reducir la pobreza y la desigualdad, ¿cómo de eficaz es la subida del salario mínimo?
–El impacto que puede tener esta medida depende de la distribución que tenemos de partida. Si un país quiere luchar contra la desigualdad y la pobreza tiene muchas herramientas. Una es la de las ayudas sociales: compensar esa baja renta que obtienen del mercado de trabajo las familias menos favorecidas. Y por otro lado están las políticas sobre la renta del mercado, como por ejemplo subir el salario mínimo. Otra, mucho más a largo plazo, es invertir en educación: formar a la población para que tenga mejores trabajos, mejor remunerados.
–Supongo que la fórmula ideal es una combinación de esas tres políticas, ¿no?
–Claro, lo ideal es trabajar a corto plazo con una visión a largo plazo, compensando lo que pueda venir en el futuro. Eso sería lo ideal. Ya después está la voluntad de cada gobierno.
–España tiene una de las tasas de pobreza más altas de Europa y dentro de ella, la situación de Andalucía es especialmente preocupante con un 30,6%. ¿Diría que la reducción de la pobreza es una prioridad en la agenda política?
–Sobre el papel lleva siendo una prioridad bastantes años. El primer punto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU es erradicar la pobreza en todos los lugares y en todas sus formas. Se están realizando acciones para luchar contra la pobreza, pero por ahora son insuficientes y no parece que vayamos a reducir la pobreza todo lo que es deseable. Hacer divulgación, como ahora, hablando en el periódico sobre desigualdad y pobreza; metiéndolo en los debates políticos, en la academia, ayuda a tener conciencia del problema y ser más proclives a reducirlo.
–¿Pero cree que se entiende realmente el problema de la pobreza? Es un tema que suele tratarse desde un punto de vista asistencialista y no se observa como un problema económico.
–La pobreza primero se entiende poco porque las personas solemos tener una visión de la realidad un tanto miópica. No ves mucho más allá de lo que te ocurre a ti. Y normalmente tendemos a mirar hacia arriba. Es decir, tú sueles compararte con los que están mejor y no con los que están peor. Es lo que se llama la privación relativa:. En ese aspecto vemos que sí que existe cierto problema a la hora de identificar la pobreza, porque vivimos en pequeñas burbujas. El barrio donde nos movemos tiene un nivel de vida y muchas veces creemos que ese es el nivel de vida de la sociedad. Y no solo los ricos: también los pobres sufren de esa miopía. Cuando se pregunta a los pobres cómo es su situación, muchas veces no tienen conciencia de lo pobres que son.
–Seguimos anclados quizá en esa imagen clásica de la pobreza, como alguien sin hogar o que vive en una chabola. Y ahora la imagen de la pobreza puede ser muy distinta: gente que tiene trabajo, que tiene móvil...
–Cada vez más se está trabajando en esa multidimensionalidad de la pobreza para no identificarla solo con renta. Ya no decimos: esa persona es pobre porque tiene un nivel de renta bajo. Ahora nos fijamos también en qué personas están excluidas de cosas que suelen hacer la mayoría de ciudadanos. Si en España lo habitual es irnos de vacaciones una semana al año y yo no puedo, yo soy pobre materialmente. En los Objetivos de Desarrollo Sostenible hay un indicador multidimensional que tiene en cuenta indicadores de este tipo. Salir de vacaciones, tener relaciones sociales, ir a alguna actividad cultural, poseer un móvil, mantener la casa caliente... no poder permitirse estas cosas representa también niveles de pobreza.
–Y si hablamos de pobreza infantil, son niños que no pueden ir a clases extraescolares o de refuerzo, que no van a las excursiones del colegio o que no pueden tener ordenador en casa.
-La pobreza que más debe preocupar es la pobreza infantil, por el impacto que tiene a largo plazo. Porque un niño que hoy vive en pobreza va a tener peor alimentación y eso le va a llevar a un desarrollo peor, una salud peor, un rendimiento escolar peor, al abandono escolar posiblemente... Incluso su lenguaje es más pobre porque en su familia no existe esa riqueza de vocabulario. Así que la pobreza está condicionando el futuro de ese niño. Y eso se va a ver cuando ese niño se incorpore al mercado laboral, trate de independizarse… Tendrá muchas más dificultades que otras personas por el mero hecho de venir de una familia pobre. Esa desigualdad de oportunidades que tiene ese niño por el hecho de nacer en una familia pobre va a tener un impacto inmediato, en su alimentación, salud, etcétera; pero además va a acompañarlo a lo largo de toda la vida y le va a limitar mucho las posibilidades de éxito laboral y económico.
-Y también tendrán peor salud mental.
-Claro, las personas que viven en pobreza tienen una vida muy estresada, están muy limitados y tienen muchísima incertidumbre. Eso lo viven los niños e impacta en su salud a todos los niveles, también en la salud mental.
-Esa transmisión intergeneracional de la pobreza, que condena a los niños pobres a seguir siéndolo de adultos, ¿cómo ha evolucionado? ¿Vamos a peor o a mejor?
-En 2023 las personas que habían tenido en su adolescencia una situación económica mala o muy mala el 24% tenían ingresos bajos. Así que podemos decir que esa situación de pobreza se perpetuó en una de cada cuatro personas. Y los estudios demuestran que la transmisión intergeneracional no solo es de renta, sino también de educación. Por lo que decía antes: hijos de padres con baja formación crecen en un ambiente de estudio, un vocabulario, un interés cultural mucho más bajo que el que puedan tener hijos de padres de alta formación. Y eso, claro, les va a condicionar.
-Tenemos una tasa de pobreza infantil del 33% en España, o sea, que uno de cada tres niños es pobre. ¿Por qué?
-Bueno, el problema de la pobreza es general en España: tenemos tasas más altas que la media europea. En el caso de la pobreza infantil influyen muchos factores. Por un lado, los niños viven en familias de padres jóvenes y en España tenemos un problema de inserción laboral y bajos salarios de los jóvenes. En los casos de familias monoparentales todavía es peor porque dependen solo de un ingreso. Y ese ingreso, si es de una familia encabezada por una persona joven, con dificultades de inserción, con un trabajo a tiempo parcial no deseado, con un salario bajo… muchos jóvenes son trabajadores pobres. Y por otro lado, las ayudas que hay para las familias son insuficientes. Existen ayudas, pero no permiten salir de la pobreza. Y muchas veces se exige mucha burocracia para conseguirlas. A veces existe desinformación y no se solicitan. Falta hacer más accesibles quizás esas ayudas y subir la cuantía de esas ayudas.
-¿Habla del Ingreso Mínimo Vital en concreto?
-Bueno, el problema principal que tiene el Ingreso Mínimo Vital es que no se ha demandado por todos aquellos que son perceptores potenciales. Pensemos en una familia en situación extrema económica y en el tiempo y el esfuerzo que le supone entender qué tipo de burocracia necesita, dónde se tiene que dirigir, qué papeles necesita… Todo eso desincentiva. Por eso se recomienda que estas ayudas a la infancia sean universales, de forma que lleguen a todos los individuos y después a las familias que tengan un nivel de renta suficiente se les deduzcan a través de la declaración de la renta. Las ayudas universales suelen tener más impacto sobre la pobreza infantil.
-¿Cómo está afectando la carestía de la vivienda en el fenómeno de la pobreza?
-Si nos centramos en la pobreza monetaria, lo que se mide es la renta, los ingresos que tiene un hogar, con lo cual podríamos pensar que el coste de la vivienda no tiene efecto. Pero cuando nos vamos a un concepto de pobreza multidimensional, en el que tenemos en cuenta si esa persona puede irse de vacaciones, si puede llevar a su hijo a una actividad extraescolar, si puede mantener la casa caliente, etéctera vemos que esa renta, que a priori podríamos pensar que es suficiente, se tiene que destinar en un gran porcentaje a la adquisición o al alquiler de la vivienda, con lo cual queda muy poco remanente para afrontar todos los demás gastos que tiene una familia normal. Entonces, la carestía de la vivienda claro que impacta en este concepto de pobreza multidimensional.
-Eso para los que tienen una vivienda. Pero ¿qué ocurre con los miles de jóvenes que permanecen atrapados en casa de sus padres sin poder independizarse? ¿No estamos ante una pobreza camuflada u oculta?
-Esa pobreza, más que camuflada, digamos que está sustentada por la familia. La red familiar es la que está respondiendo ante esa carencia que hay de una vivienda asequible. Eso en otras culturas no es tan normal, pero aquí tenemos esa red familiar que está funcionando en este aspecto, o cuando un matrimonio se separa y vuelve uno de los cónyuges a vivir con los padres.
-¿El crecimiento que está viviendo Málaga a nivel laboral, turístico y económico ha tenido impacto en la evolución de la pobreza y la desigualdad en la ciudad?
-En comparación con Andalucía y en España, entre 2019 y 2022, observamos que la desigualdad se reduce en España, en Andalucía y en Málaga, pero en Málaga se reduce menos que en España y que en Andalucía. Otro indicador de desigualdad que usamos es el porcentaje de renta que concentra el 20% más rico en relación al 20% más pobre, lo llamos S80/S20. Pues bien, en ese periodo de tres años, en Andalucía aumenta y en Málaga también, aunque ligeramente menos.
-¿O sea, que podemos concluir que el buen momento económico no está sirviendo para reducir la desigualdad en Málaga?
-Lo que reflejan estos indicadores es que estamos viendo crecimientos de renta media en Málaga, pero ese crecimiento no se distribuye por igual. Crecemos, pero ese crecimiento no es inclusivo, hay una parte de la población que no participa en la misma proporción. Esta situación sostenida en el tiempo lleva a dejar a gente atrás. Si no nos ocupamos de que ese crecimiento se reparta también a las capas menos favorecidas de la población, vamos a ver aumentos de desigualdad y de pobreza.
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