adolfo lorente
Corresponsal en Bruselas
Lunes, 9 de julio 2018, 18:19
Silencio, habla Draghi. El presidente del Banco Central Europeo ha comparecido esta tarde ante la comisión de Asuntos Económicos del Parlamento Europeo para detallar las últimas decisiones del Consejo de Gobierno de la entidad (retirada de estímulos a final de año) y para seguir advirtiendo ... de la «amenaza» que supone «un proteccionismo creciente». «Una UE fuerte y unida puede ayudar a recoger todos los beneficios de la apertura económica mientras protege a sus ciudadanos de una globalización descontrolada», recalcó.
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Lo relevante del mensaje quizá no sea tanto el contenido como sí el 'timing' en el que se produce. Mañana, el gran adalid del proteccionismo salvaje, Donald Trump, llegará a Bruselas para participar en la cumbre bianual de jefes de Estado y de gobierno que la OTAN celebra hasta el jueves en la capital comunitaria. Porque si alguien pensaba que el rifirrafe comercial con los aranceles del 25% al acero y el 10% aluminio se iban a quedar en meros escarceos geopolíticos, tiene pinta, mucha, de que la próxima víctima será el sector automovilístico. Palabras mayores. La guerra.
«Dando ejemplo, la UE puede apoyar el multilateralismo y el comercio global, que han sido los cimientos del crecimiento de la prosperidad económica en las últimas siete décadas. Pero para conseguirlo fuera, la UE necesita instituciones fuertes y una gobernanza económica sólida en casa», zanjó. Tuvo mensajes para todos, no sólo para el polémico inquilino de la Casa Blanca.
Y es que el margen para la autocrítica en la zona euro es abismal. No basta con golpearse el pecho mirando siempre a los de fuera y, luego, cuando llega el momento de tomar decisiones de calado y dar ese pasito al frente para cubrir el gran vacío generado por Estados Unidos en el liderazgo mundial, Europa apuesta por ponerse de pefil falta de ambición y presa de su división norte-sur, como se constató en la eurocumbre celebrada a finales de junio. Una cita llamada a hacer algo «histórico» y que terminó en el enésimo fracaso. Draghi lo sabe y ha aprovechado para leerles la cartilla sabedor de que la barra libre que él mismo instaló para facilitar que los gobiernos hiciesen sus deberes tiene las horas contadas.
«Para respaldar la confianza y seguir con la expansión económica necesitamos más convergencia e integración entre los Estados miembros de la zona euro», recalcó antes de volver a advertir de que la actual arquitectura de la Unión Económica y Monetaria está «incompleta» y, por ende, es «vulnerable». ¿Cómo completarla? Levantando, por ejemplo, el tercer y último pilar de la unión bancaria: el fondo de garantía de depósitos común, con sello europeo. «Evitaría el riesgo de profecías autocumplidas de desastibilización en forma de pánico bancario y reduciría el riesgo de fragmentación financiera», dijo. Pero hablar con Alemania de compartir riesgos con países como la euroescéptica Italia es una quimera.
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También fue preguntado por el 'Brexit' y sus consecuencias, pero como suele ser habitual no se salío del guión y matizó que «todo dependerá de cómo acaben las negociaciones». Por cierto, que pintan muy mal.
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