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La creatividad en el alumbramiento de supuestas nuevas tendencias sociales no tiene límites. Medios digitales, redes e 'influencers' se retroalimentan en un círculo sin fin, ... inventando 'palabros' para definir la última ocurrencia que se ha hecho viral. Colorear mandalas, levantarse a las 5 de la mañana para «ser más productivos», seguir la dieta de los hombres prehistóricos, hacer postres con sólo tres ingredientes, quedarse en la cama durante días o ser un ama de casa «como las de antes»... Son modas fugaces y perfectas para protagonizar titulares: se olvidan tan rápido como se popularizan.
Esta tendencia de crear tendencias es una herramienta muy utilizada en el marketing y la publicidad. Y el sector inmobiliario, que antes sencillamente vendía casas (o locales, u oficinas) está siendo especialmente prolífico en este terreno. Ahora existe toda una constelación de «activos alternativos» o «nuevas fórmulas habitacionales»: 'coliving', 'flex living', 'flex offices', 'coworking', 'senior living', 'cohousing', 'build to rent'...
Benjamín del Alcázar, decano de la Facultad de Comercio y Gestión y profesor del área de Comercialización e Investigación de Mercados de la UMA, explica que todos estos nuevos productos inmobiliarios «intentan responder a las distintas necesidades que van surgiendo en el mercado», así como «aportar diferenciación y valor añadido». «El marketing no consiste sólo en publicitar algo; debe estar desde el diseño del producto para saber las necesidades de cada segmento de mercado y diseñar el producto en función de esas necesidades», apunta. «Por ejemplo, el 'flex living' responde a una necesidad que existe en el mercado, como es la de trabajadores que van a estar destinados una serie de meses en una ciudad y no encajan ni en un alquiler turístico ni en uno de larga temporada», explica.
Algunas de esas nuevas fórmulas habitacionales, apunta Del Alcázar, en realidad son reformulaciones de «cosas que ya existían». Por ejemplo, en la Costa del Sol ya había algunas urbanizaciones pensadas para la comunidad 'senior', que constaban de viviendas independientes y zonas y servicios comunes. Eran comunidades que en muchos casos fueron impulsadas por los propios usuarios en régimen de cooperativas. Los 'senior living' de ahora han profesionalizado y 'marketizado' esta idea.
A continuación, un diccionario para no perderse en este batiburrillo de neologismos.
«Es una innovadora alternativa habitacional nacida en este nuevo mundo digital, siempre conectado, cada vez más popular entre las nuevas generaciones». Así define esta fórmula habitacional una promotora de este tipo de espacios. «Vivir en un colegio mayor de lujo hasta los 40 años» era la definición que ofrecía un artículo de 'El País' allá por 2019. El concepto empezó a sonar en España allá por 2017, importado desde Silicon Valley, donde había nacido unos años antes a raíz de la dificultad para encontrar vivienda que jóvenes emprendedores y trabajadores del sector digital sufrían en San Francisco (¿les suena de algo?).
El 'coliving' funciona, efectivamente, de forma similar a una residencia de estudiantes, aunque pensado para adultos jóvenes, que viven en habitaciones individuales o compartidas (con o sin baño privado) y comparten cocina, comedor, sala de estar, zona de trabajo o gimnasio. Además, disponen de servicios como wifi, limpieza o cafetería y acceden a fiestas y eventos organizados en el mismo edificio. El régimen es de alquiler de corta o media temporada.
En su origen, los 'coliving' estaban pensados para agrupar a gente que comparte intereses; concretamente emprendedores, nómadas digitales y profesionales del ámbito digital y creativo. Sin embargo, los edificios de 'coliving' que se están extendiendo por ciudades como Málaga no tienen un criterio restrictivo en cuanto al perfil de usuarios. La escasez de vivienda de alquiler los ha convertido en una alternativa (no precisamente barata) a los pisos compartidos. Los jóvenes extranjeros que vienen a estudiar español son uno de sus principales perfiles de inquilinos.
Ojo: el reclamo de 'coliving' se está utilizando en Málaga para publicitar espacios que no responden al concepto antes explicado (un edificio con zonas y servicios comunes pensado para generar comunidad), sino que simplemente son pisos compartidos gestionados por empresas.
El 'cohousing' fue, en origen, un concepto diferente al de 'coliving', aunque a veces se utilicen como sinónonimos. El 'cohousing' o 'covivienda' es una comunidad compuesta de casas o apartamentos privados que comparten espacios, actividades y servicios comunes. Por ejemplo, suele haber una cocina y comedos comunes, lavandería, espacios para niños (si los hay), gimnasio y otras zonas comunes. La covivienda está pensada para potenciar la interacción entre vecinos y, según su concepción originaria, está promovida y autogestionada por sus propios usuarios.
Este modelo surgió en Dinamarca en los años 60 y se fue extendiendo por otros países. En España hay también ejemplos de este tipo de comunidades, algunas de ellas impulsadas por jubilados.
Este término ha acabado adoptándose más recientemente también para definir una fórmula habitacional más prosaica: la de compartir piso. También se utiliza como sinónimo de 'coliving'.
El 'flex living' es un concepto difuso, entre el 'coliving' y el 'aparthotel', que se aplica a alojamientos temporales (por semanas o meses), que pueden ser desde habitaciones a estudios o apartamentos, normalmente con acceso a servicios como limpieza, acceso de Internet y zonas comunes. Es una de las fórmulas habitacionales que están proliferando a raíz de la carestía de los alquileres. A los promotores o propietarios les brinda la ventaja de evitar las limitaciones de precios establecidas por la Ley de Vivienda, así como evitar el miedo a los impagos.
En Málaga hay varios proyectos en marcha que siguen esta fórmula, como el de las antiguas cocheras de Portillo, en la avenida de Velázquez.
La ausencia de una regulación específica sobre este modelo de alojamiento genera dudas respecto a su implantación, ya que si se alquilan los apartamentos por semanas se abre la puerta a un posible uso turístico que eludiría los controles establecidos por la Junta y algunos ayuntamientos para los alquileres vacacionales.
Los complejos 'senior living' son una alternativa a las residencias de mayores que permiten una mayor independencia de los usuarios, pues éstos viven en apartamentos independientes y acceden según su voluntad a los servicios y zonas comunes: comedor, cafetería, gimnasio, lavandería, atención médica, limpieza, fisioterapeuta, actividades lúdicas... Están pensados para personas mayores que quieren mantener su independencia y, a la vez, buscan compañía y la posibilidad de relacionarse con personas de su edad y de involucrarse en actividad lúdicas, deportivas o culturales.
Estos recintos están inspirados en las comunidades o 'cohousings' impulsadas a partir de los años 60 del siglo XX por jubilados del norte de Europa en régimen de cooperativa, algunas de ellas en la Costa del Sol. En su versión actual, los 'senior livings' no están autogestionados por sus propietarios: son promovidos y explotados por empresas especializadas y los usuarios acceden en régimen de alquiler. Es un sector que está recibiendo inversiones multimillonarias y la Costa del Sol es uno de sus áreas preferidas para su desarrollo en Europa.
Los 'coworking' han proliferado como setas en Málaga como consecuencia de una doble circunstancia: el boom de la ciudad como destino de empresas tecnológicas y nómadas digitales y la grave escasez de edificios de oficinas. Así, por diferentes puntos de la ciudad -pero especialmente en el Centro y la zona Este- se han puesto en marcha oficinas de filosofía abierta donde se pueden alquilar puestos de trabajo y despachos. Algunas de ellas pertenecen a cadenas especializadas como Monday o Impact Hub. En estos espacios conviven profesionales 'freelance' con empresas que ante la imposibilidad de encontrar una oficina independiente, acomodan a sus trabajadores en estos espacios.
En su origen, el 'coworking' era más que una oficina compartida; era una filosofía de trabajo que permitía a profesionales independientes, emprendedores y pymes con perfiles complementarios compartir un mismo espacio de trabajo para desarrollar sus proyectos profesionales de manera independiente, a la vez que fomentan proyectos conjuntos. España es considerada uno de los paraísos del 'coworking', con alrededor de 1.400 espacios de este tipo, y Málaga es uno de los puntos calientes.
El término de 'flex office' se utiliza sinónimo de 'coworking', pero en su concepción más puramente inmobiliaria (es decir, sin ese espíritu comunitario y de cooperación que tenían los primeros espacios de 'coworking'): son espacios de trabajo que las empresas pueden modular a su antojo según sus necesidades. En una 'flex office' se pueden alquilar despachos y oficinas, salas de reuniones, zonas de trabajo diáfanas, zonas de descanso… Se concentran en un mismo edificio todos los servicios que una empresa puede requerir para que ésta tenga la libertad de recurrir a unos u otros según sus necesidades.
El término Build To Rent se puede traducir como «vivienda construida para alquilar». Se trata de edificios residenciales que desde su diseño y promoción están concebidos para ser explotados en régimen de alquiler de larga temporada. Hay promotoras especializadas en este negocio y en Málaga ya están en marcha algunos exponentes, como 292 viviendas proyectadas por Lagoom Living en el futuro barrio de Distrito Zeta o el bloque de medio centenar de pisos con el que la promotora almeriense Zertum regenerará una zona de solares de Ciudad Jardín.
'Car sharing': Es un modelo de alquiler de vehículos a muy corto plazo, en el que el usuario paga por minutos u horas. Es atractivo para aquellos clientes que quieran hacer uso ocasional de un coche, moto, bicicleta o patinete. Estos sistemas se canalizan a través de aplicaciones móviles y sus flotas de vehículos son eléctricos. Diferentes encuestas achacan a la 'generación Z' una preferencia por estos sistemas de pago por uso frente a la propiedad de un automóvil.
Salario emocional: Son todos los beneficios y recompensas que recibe un empleado por su trabajo que no tienen un carácter económico. Entre estos se cuentan, por ejemplo, la flexibilidad, las medidas que facilitan la conciliación, el reconocimiento al trabajo o la formación.
DINK: Acrónimo de la expresión 'Double Income No Kids', es decir, una pareja donde los dos miembros aportan recursos económicos pero no tienen hijos. Tradicionalmente a este tipo de hogares se les atribuye un alto poder adquisitivo y un estilo de vida hedonista, pero en las generaciones más jóvenes, detrás de perfil hay otra realidad: la de parejas que aun juntando dos sueldos no ven viable tener descendencia por el alto coste de la vivienda y los bajos sueldos.
'Nesting' o 'cocooning': Esta tendencia se puede resumir en la decisión de quedarse en casa en vez de salir. Consiste en buscar el bienestar y el placer que reportan actividades caseras, sea en solitario, en pareja o en familia: desde un baño de burbujas a cocinar, cuidar las plantas, jugar al ajedrez, meditar, ver un maratón de series... Lo irónico es que esta tendencia saltó a los titulares en pleno confinamiento, cuando quedarse en casa no era precisamente una decisión voluntaria.
'Loud budgeting': Esta expresión se podría traducir como «contar los presupuestos en voz alta». El objetivo de esta tendencia es animar a la gente a hablar en redes sociales con claridad, responsabilidad y transparencia de sus finanzas, con el objetivo de ofrecer una visión realista de su economía doméstica y divulgar un modelo sensato de manejo de los presupuestos familiares. Es una reacción ante la proliferación de 'influencers' que exhiben un modo de vida lujoso y ostentoso.
'Minijob': Este concepto aún no ha llegado a España, pero hay voces que defienden la conveniencia de implantarlo aquí. En Alemania se llama así a una forma de contratación laboral de baja remuneración que no está sujeta al pago de cuotas a la seguridad social. Estos 'minijobs' consisten en ocupaciones cuya duración total no supera los tres meses, para una jornada laboral de por lo menos cinco días a la semana, o 70 días laborales al año, cuando la jornada laboral es inferior a cinco días a la semana. El empleador paga apenas el 30% de las cotizaciones. Suelen ser desempeñados por personas jubiladas con una pensión baja y por estudiantes.
'Quiet ambition': Es una filosofía de vida atribuida a la Generación Z que consiste en priorizar la salud mental, el tiempo libre y el bienestar personal por encima de la ambición laboral, los puestos de poder y las largas jornadas de trabajo.
'Coduching': Una de las supuestas tendencias sociales más hilarantes propugnaba en 2022, en plena carestía de la electricidad y el gas, ducharse en pareja para ahorrar agua y energía y, a la vez, pasar un rato agradable. Lo curioso es que el origen de este 'meme' fue la ministra de medio ambiente suiza, que lanzó esta propuesta para fomentar el ahorro.
Todos estas nuevas fórmulas habitacionales tienen un denominador común: el cambio del régimen de acceso a la vivienda, desde la propiedad al alquiler o pago por uso. También ocurre fuera del ámbito inmobiliario, por ejemplo con el intento de popularizar el 'car sharing' (aplicaciones para usar el coche en régimen de alquiler) en las grandes ciudades o el auge de los SaaS (Software as a Service) en el ámbito de la informática. Incluso se ha llegado a hablar del 'job sharing': compartir un mismo puesto de trabajo entre dos personas.
Este salto forma parte de esa nueva economía de la suscripción y que a su vez se puede englobar en esa «modernidad líquida» de la que hablaba el filósofo Zygmunt Bauman, que se caracteriza por la fragilidad de los vínculos y el constante cambio. En todas estas nuevas tendencias, que en los medios de comunicación se suelen vincular al cambio de mentalidad de los jóvenes (¿quién no ha leído titulares como «Los jóvenes ya no quieren comprar vivienda» o «La generación Z no quiere un trabajo para toda la vida»?), el psicólogo Buenaventura del Charco ve un riesgo: el de «romantizar la precariedad y el desarraigo». «El surgimiento de todos estos fenómenos coexiste con el aumento de problemas de salud mental en los jóvenes, que siempre habían sido un sector de población resistente a estos trastornos», apunta. «Hablar de 'coliving' puede sonar bien, pero quizá el hecho de tener que compartir piso hasta los 40 tiene que ver con las bajas tasas de natalidad, o con que suban las tasas de depresión entre los jóvenes», concluye.
«Estamos creando individuos muy desarraigados, que se mueven de una ciudad a otra, de un trabajo a otro, de una casa a otra, de un barrio a otro... Lo de la sociedad líquida y los nómadas digitales puede sonar bien, pero produce una falta de estabilidad, de referentes, de sentido de pertenencia, que choca con la necesidad básica del cerebro humano de buscar estabilidad, seguridad y arraigo. Cuando le quitas todo esto al cerebro, ¿qué pasa? que aparecen la ansiedad y el desarraigo, entendido como la incapacidad de tener vínculos profundos y duraderos», reflexiona Buenaventura del Charco. «Esto no es una visión política, sino puramente psicológica: estamos privando al ser humano de lo realmente importante para su bienestar emocional, que es tener una estabilidad y una seguridad, tanto de vivienda como laboral, económica y emocional. Y todo esto está teniendo un impacto psicológico claro», afirma.
El psicólogo concluye citando la pirámide de Maslow, o jerarquía de las necesidades humanas, para recordar que en la base de esa pirámide están «las necesidades de filiación, seguridad, estabilidad» y la autorrealización es el último escalón. «Nos están quitando la base de la pirámide para vendernos la cúspide», reflexiona.
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