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J. M. CAMARERO
Domingo, 16 de mayo 2021, 00:09
madrid. Los nuevos bancos ya no cuentan con tantas oficinas como antes, ni tienen en las hipotecas su gran baluarte, ni se pelean por captar ahorros de sus clientes. Por ahora. Tampoco luchan entre ellos por hacerse con más cuota de mercado. Ahora la competencia puede encontrarse en algún lugar remoto al otro lado de la Tierra. Se acabó la etapa de mirar de reojo a la sucursal de enfrente para saber qué vende y cómo capta clientes. Ahora la lucha financiera se encuentra en las redes e Internet.
Esa competencia se encuentra, por ejemplo, a la hora de otorgar financiación. Joaquín Maudos, director adjunto de Investigación del IVIE y catedrático de Fundamentos del Análisis Económico en la Universitat de València, destaca que la inversión que más va a crecer en el futuro «es en activos intangibles», como I+D, bases de datos, software, formación, estudios de mercado, diseño... «La banca tendrá que cambiar si no quiere perder ese nicho de mercado», indica. Porque, a su juicio, «la inversión tangible (maquinaria, inmuebles) es la preferida por la banca porque asume menos riesgo por las garantías que aportan esos activos, pero conforme esos activos pierdan peso, la banca tiene que cambiar de enfoque y de modelo de negocio». Ahora «tendrá que aprender a valorar mejor ese tipo de activos», explica Maudos.
Para Antonio Pedraza, presidente de la Comisión Financiera del Consejo General de Economistas, «estamos asistiendo a una disrupción absoluta por la cuarta revolución industrial con el tema de la informática, algo que entraña las nuevas tecnologías». Sostiene que la banca tradicional también se queda sin captar parte de las operaciones actuales «porque hay nuevas fintech que simplifican la operativa, rebajan las comisiones y tienen transparencia inmediata». Pedraza insiste en que «la gran incógnita del sector está en cómo será la banca digital».
En este sentido, Laura Baselga, de Deusto Business School, aclara que «existe un origen tecnológico de esta transformación» bancaria. Por una parte, la tecnología 'blockchain', la inteligencia artificial y las aplicaciones peer to peer (P2P) en los móviles. «Todas ellas han afectado al modelo de la banca tradicional». Incluso en el caso de la inteligencia artificial lo ha hecho tanto que «ha desembocado en robo-advisors, capaces de hacer una correcta planificación financiera mediante algoritmos y casi sin intervención humana».
Y como nuevo gran competidor, que se ha ido enraizando en el sistema económico mundial, subyacen las criptomonedas. Esta semana han tomado protagonismo después de que Tesla haya paralizado operaciones con estas divisas virtuales por el elevado impacto energético que suponen los mega-ordenadores que realizan sus operaciones.
Sin embargo, el reto sigue ahí para la banca. En este sentido, Francisco Uría, de KPMG, indica que «la transición va a ser mucho más rápida» de lo que podamos pensar. «El yuan chino será una realidad próxima, porque ya están en pilotos masivos, e igual que Libra fue un catalizador para que los bancos centrales empezaran a analizar la emisión de monedas digitales, el nuevo yuan digital acelerará la emisión del dólar y del euro digital», explica. Uría anticipa que cuando tengamos esa realidad delante de nosotros, tendremos que ver «los efectos que tendrá, por ejemplo, en el mundo de los sistemas de pago», como las tarjetas, pero también su impacto en los depósitos y los monederos virtuales con los que ya no se necesitaría la libreta de toda la vida... otra rémora bancaria.
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