-U70822457998ekB-RagpJft6iMwmKr3UTV5Nb8L-624x385@Diario%20Sur-DiarioSur.jpg)
Ver fotos
Secciones
Servicios
Destacamos
Ver fotos
Kevin Warwick habla de conectar la mente humana con máquinas, de comunicarnos directamente de cerebro a cerebro o de ampliar nuestras capacidades sensoriales, físicas e intelectuales mediante implantes tecnológicos. Cosas que parecen sacadas de películas de ciencia ficción y que, sin embargo, él ya ha probado en experimentos reales. El científico, ingeniero y profesor de cibernética en la Universidad de Reading (Reino Unido) es conocido por sus investigaciones sobre interfaz cerebro-computadora y también por haberse convertido él mismo en un 'cyborg': primero se implantó un chip de radiofrecuencia en su mano mediante el cual controlaba la iluminación y otros dispositivos de su despacho y después, un grupo más complejo de electrodos en el brazo con los que consiguió mover una mano robótica situada al otro lado del Océano Atlántico e intercambiar señales cerebrales con su mujer –que se puso el mismo implante–, estableciendo una rudimentaria telepatía. Warwick desgranó en Málaga estas y otras investigaciones de las que está llevando a cabo y trasladó su visión sobre cómo la inteligencia artificial cambiará nuestra vida en una jornada organizada por Diario SUR y OpenMind, el portal de divulgación científica de BBVA.
El encuentro, titulado 'Inteligencia artificial: presente y futuro', se celebró en el Centre Pompidou de Málaga y contó también con una ponencia de Luis Javier Blas, director de ingeniería de BBVA; así como con las intervenciones del director territorial Sur de esta entidad, José Ballester; y del director de SUR, Manuel Castillo. El periodista José Vicente Astorga se encargó de presentar el encuentro y dirigir preguntas a los dos ponentes principales.
Warwick tituló su conferencia 'Cómo es ser un cyborg'. Con sencillez y sentido del humor, el ingeniero británico desgranó sus investigaciones en torno a la interfaz cerebro-computadora, que comunican el sistema nervioso humano con diferentes tipos de computadores. Él es de los que piensan que en el futuro, la frontera entre hombres y máquinas se difuminará, pues los seres humanos se «mejorarán» (la palabra que utilizó en inglés es 'enhancement') con sensores y electrodos que les permitirán salvar sus «numerosas limitaciones». Por ejemplo, un estudiante suyo se puso un implante con sensores de ultrasonidos que le permitían detectar la cercanía de un objeto sin mediar la vista ni el oído, como hacen los murciélagos.
Otra limitación que Kevin Warwick está empeñado en superar, la más decisiva en su opinión, es la de la comunicación. Lograr la telepatía, es decir, la comunicación de cerebro a cerebro, es «posible» para él y «lo cambiará todo». El científico británico ha logrado un primer paso: su esposa se implantó un electrodo similar al suyo y consiguieron establecer por primera vez una comunicación puramente electrónica entre el sistema nervioso de dos seres humanos. Fueron sólo señales telegráficas, pero le sirvió para demostrar su tesis. Mediante ese mismo electrodo, el sistema nervioso de Warwick' fue conectado a Internet en la Universidad de Columbia (Nueva York) y desde allí fue capaz de controlar un brazo robótico de la Universidad de Reading (Reino Unido) y de obtener respuesta de sensores en los dedos. «Ahora es una mano; en el futuro podremos conectarnos a coches, edificios...», aseguró. «Podríamos extender nuestro cuerpo: la mente y el cuerpo no tienen que estar en el mismo sitio», añadió.
Conectar redes neuronales vivas a máquinas es otra de las vías de investigación de este científico acostumbrado a manejarse en las últimas fronteras del conocimiento. Así, enseñó un vídeo de un pequeño robot que aprende a sortear obstáculos gracias a un 'cerebro' formado por un 'caldo' de neuronas de rata.
Otra de las vertientes más interesantes de las investigaciones de Warwick son sus aplicaciones terapéuticas. Así, mediante la estimulación profunda con corrientes eléctricas del cerebro ha conseguido la remisión del temblor y otros síntomas de un paciente de Parkinson. Su objetivo ahora es, en vez de estimular el cerebro todo el tiempo, lograr que el dispositivo prediga (gracias a la inteligencia artificial) cuándo el estímulo es necesario y aplicar las señales antes de que el temblor ocurra.
El científico no rehúye de analizar las implicaciones éticas de experimentos que van tan al límite de lo conocido, pero lógicamente tiene una visión muy abierta de estos dilemas. «Si están haciendo algo en China, aunque nos parezca que no es ético realmente necesitamos investigarlo y quizá usarlo de diferente manera», apunta. «Si se pudiera usar el reconocimiento facial para detectar cuándo una persona va a asesinar a otra, se le podría detener antes de haber cometido un crimen, la pregunta es: ¿se le debería detener?», cuestionaba.
El director de ingeniería de BBVA, Luis Javier Blas, analizó en el foro organizado en Málaga por SUR y OpenMind los retos y oportunidades que genera la inteligencia artificial, el 'big data' y otros avances tecnológicos para el sector bancario. «Los asistentes inteligentes son la próxima barrera. Permitirán atender mejor al cliente porque aprovecharán toda la sabiduría que aportan los datos y aprenderán de cada interacción con cada cliente concreto para darle lo que necesita», opinó. Para alcanzar ese hito en el futuro, la entidad ha invertido «mucho» en arquitectura de datos. «Somos conscientes desde hace tiempo de que nuestra competencia no van a ser los bancos, sino compañías tecnológicas. Aunque también seguimos pensando que las oficinas y la gestión personal tienen mucho futuro», añadió. El director territorial Sur de BBVA, José Ballester, incidió en este punto: «Los datos son la materia prima para construir la mejor experiencia del cliente».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.