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Una de las viñas ubicadas en las proximidades del pico Santopitar. :

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Una de las viñas ubicadas en las proximidades del pico Santopitar. : Fernando Torres

El vino vuelve a brotar de los Montes de Málaga

El proyecto de Victoria Ordóñez e hijos se asienta en su cuarta vendimia, únicos en emplear uva producida en la capital. La marca pretende devolver el esplendor vitícola a la capital. De momento ya están funcionando más de treinta viñedos

Lunes, 27 de agosto 2018

Pasan pocos minutos de las ocho y media de la mañana. Victoria Ordóñez y su hijo, Guillermo Martín, llegan a una conocida cafetería de la Malagueta, primera parada de un largo día de trabajo. Toca revisar el corte de la vendimia, un momento clave que marcará la producción del año. Se montan en el coche y conducen en dirección norte, Camino Nuevo, Fuente Olletas, Montes de Málaga. El proyecto lleva cuatro años produciendo vino con uva crecida en el término municipal de Málaga Capital, un origen único que afecta al sabor del producto final y que exige a los trabajadores actuar de forma manual por lo escarpado del terreno. «Desde antes de la Reconquista hasta la plaga de filoxera (siglo XIX), esta zona era un viñedo de gran extensión;queremos recuperar esa tradición», afirma la empresaria.

Ordóñez conduce con pericia por los caminos, en muchos casos terrizos y surcados por piedras y grandes cascotes, que el SUV Skoda diesel sortea sin demasiados problemas. Toca revisar las plantaciones de la cara sur del Santopitar, un pico de más de mil metros desde el que se puede ver Vélez Málaga, todavía dentro del término municipal malagueño.

La vendimia de los Montes de Málaga se hace, por lo general, a finales de agosto, unas semanas después de haber recogido la uva de las plantaciones que la empresa gestiona en la alta Axarquía. «Lo más temprano es Santopitar, luego Olías y posteriormente nos adentramos en el parque natural hasta Colmenar; siguen un orden concreto, mientras más te alejas de la costa la maduración es más tardía». Todo ello configura lo que los franceses denominan 'terroir', –terruño en castellano–, un conjunto de viñedos de los se nutre para producir sus vinos. Tras cuatro años reactivando las plantaciones (que en muchos casos tienen más de cien años), actualmente hay unas 30 viñas en funcionamiento –por cada una de ellas trabajan entre cuatro y seis personas–. Siete son propiedad directa de la empresa, el resto están explotadas por familias, como segunda actividad en muchos casos, que venden la uva a un precio unificado, siguiendo siempre las indicaciones de calidad establecidas por la matriz. «La estructura de propiedad es similar a la de los tiempos de los árabes, son minifundios». Esas viñas han llegado al siglo veintiuno gracias a la tradición que se había mantenido entre generaciones, en las ventas y otros puntos. «Gracias a ellos, ahora podemos hacer este vino».

Victoria Ordóñez y Guillermo Martín en una de las viñas.

El terruño de los Montes de Málaga es «único», porque dispone de un suelo «diferente» y cuenta con un «clima más fresco y de mayor altitud» (que el de la Axarquía, por ser la más cercana) destaca Ordóñez. Algunos viñedos están a más de 800 metros, otros a más de 1.000. «El suelo es muy heterogéneo, en la misma parcela puede haber ocho tipos diferentes, con predominio de calizas y presencia de filita, arenisca, arcilla, magma...». Martín, ingeniero agrónomo de formación, explica que estas características afectan «al desarrollo de la cepa y al mosto, por tanto al vino final». «Tenemos acideces más bajas en los montes con respecto a otros puntos de la provincia, se nota mucho», comenta. «La mineralidad está más marcada en la Pedro Ximénez de esta zona que en la de otros puntos». Los geólogos coinciden en que el parque natural Montes de Málaga tiene una capa de suelo «muy escasa», por lo que la vid crece directamente en la roca madre.

Estas características hacen que la explotación sea compleja y manual, ya que los viñedos «no están diseñados para que entren las máquinas». Tan solo en algunas zonas pueden emplearse animales para cargar las cajas –con unos nueve kilos cada una–. El terreno está marcado por la presencia de arroyos y es muy escarpado (es uno de los pocos viñedos de montaña de España junto a Cangas de Onís, las alpujarras y la propia Axarquía). «No es lo mismo hacerlo a mano que a máquina, donde la uva viaja en perfecto estado», añade el ingeniero. «Ni siquiera entra un arado, la tierra se trabaja a mano».

Tras visitar varias zonas productivas, el Skoda llega a un pequeño lagar reformado. La viña, gestionada por Manuel (que viste vaqueros y camiseta negra, saluda con un fuerte apretón de manos y conduce un todoterreno blanco) cuenta con una inclinación tan elevada que es difícil de apreciar desde arriba. Los empresarios siguen sus pasos para ver de cerca el estado de las plantas; avanzan ágiles, de perfil, cuesta abajo. Antes de llegar a la finca, Ordóñez y Martín han saludado a varios recolectores, acompañados de una mula y cinco perros, que han parado a desayunar bajo la sombra de un árbol. El día es caluroso aunque según dicen no es de los peores de la semana.

Ordóñez y Martín han pasado años estudiando, investigando y recuperando las variedades que antaño marcaban los procesos de producción vitícola de la capital, una industria en toda regla que es causante de muchas de las características que hoy definen a Málaga, como la ubicación de su puerto. «Cada año vamos descubriendo antiguas viñas, aunque llegará un punto en el que habría que plantearse plantar nuevas».

Pese a ser el único vino producido con uva de la capital en la propia capital (las bodegas están en el polígono Guadalhorce), la mayoría de los se exportan. «Tenemos distribución en España, este año empezamos en Madrid, y vendemos mucho en Valencia y Alicante, Córdoba o Sevilla», destaca la empresaria. Fuera del país, Suiza, Alemania, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Alemania, Reino Unido, Perú y Estados Unidos se nutren de este vino cien por cien malaguita. Pese a que algunos de estos países se acaban de incorporar a la lista comercial de la empresa, el objetivo es aumentar la cantidad de importadores para crecer de forma sostenida y hacer frente así al techo de producción que tiene el terruño por la dificultad de los procesos.

El formato de explotación del terreno, basado en la actividad de las familias de propietarios es «totalmente sostenible», tanto en lo económico como en lo ambiental, destacan. «No hay maquinaria alguna y además, la uva es completamente de secano por lo que no hay que gastar agua en regar». Esta concepción vitícola encarece los procesos, pero garantiza que cuando el vino llega a la copa lo haga conservando las cualidades que hacían de Málaga uno de los lugares más potentes para la producción.

La última parada del viaje consiste en comprobar el estado de las uvas de una finca cercana a Colmenar. «Esto está en su punto», comentan. En el Skoda, de vuelta a la Malagueta, Martín hace una llamada para avisar a los jornaleros:«Mañana tenemos que cortar».

'La ola del Melillero' y 'Voladeros', vinos malagueños

Ordóñez e Hijos se ha instaurado en unas 30.000 botellas anuales, una cifra considerable teniendo en cuenta lo tradicional y manual de los procesos. Entre el catálogo se pueden adquirir vinos tan singulares como 'Ola del melillero', un blanco seco fruto de la fermentación de la Pedro Ximénez de los Montes de Málaga. 'Voladeros' es otro de ellos, una variedad perdida desde hace más de 200 años y que ha vuelto a ser producido gracias a los estudios de los viticultores malagueños. 'Monticara' es uno de los pocos que pertenecen únicamente de uva axárquica, en honor a uno de los cerros de la zona, que mira a La Maroma. Está elaborado de uva moscatel de un viñedo en concreto, responsable de su singularidad.

NOTA DE LA REDACCIÓN: A causa de un error y, atentiendo el derecho rectificación este artículo ha sido modificado.

«En el artículo hace referencia a un proyecto llevado a cabo por la marca Ordóñez e Hijos cuando lo cierto que es que la actividad a que dicho artículo se refiere es realizada por Dña Victoria Ordóñez, hija del fallecido D. José María Ordóñez, que no es titular de dicha marca y tampoco está vinculada a la marcantil »José María Ordóñez e Hijos S.L.«, regentada por D. Javier Ordóñez Martí-Aguilar y no implicada en el proyecto a que se refiere el artículo publicado.

La referida mercantil 'José María Ordóñez Sánchez e Hijos S.L. «lleva funcionando en el marcado desde el año 1986 y en ella Dña Victoria no tiene participación alguna».

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