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La situación de 400 marisqueros malagueños, sin poder faenar desde mediados de julio, comienza a resultar «insostenible». Los últimos análisis, realizados la semana pasada por la Junta de Andalucía, revelan que se han multiplicado, en algunas zonas hasta por diez, los niveles de dos tipos de toxinas en moluscos bivalvos (bolo, almeja tonta, chirla, búscamo, cañaílla, concha fina y coquina), una situación que impide su captura y que afecta a las nueve zonas productoras de la provincia. Los resultados de los análisis son tan desalentadores que no volverán a tomarse muestras hasta la semana que viene, de modo que los trabajadores de este sector en Málaga no podrán salir a capturar los moluscos afectados como mínimo hasta bien entrado el mes septiembre, porque la reapertura de los caladeros exige dos analíticas negativas consecutivas.
La presencia de estas toxinas ha arruinado la temporada alta de los marisqueros malagueños, que calculan que las pérdidas superan el millón de euros. Aunque el delegado territorial de Agricultura y Pesca, Francisco Javier Salas, se comprometió la semana pasada a reactivar las negociaciones para aprobar una doble línea de ayudas públicas por parte del Gobierno autonómico y la Unión Europea, los trabajadores lamentan que nadie de la Dirección General de Pesca se haya reunido con ellos en más de un mes. Los ánimos se han caldeado en los últimos días, hasta el punto de que estudian la posibilidad de organizar concentraciones «en las playas, frente a la Delegación de Agricultura en Málaga, en el Parlamento andaluz de Sevilla y donde haga falta».
«La situación es mucho peor que hace tres semanas. Estamos a la espera de que vuelvan a citarnos, porque las toxinas nos han arruinado el verano por completo», explica Miguel Ángel Carmona, presidente de la Federación Provincial de Cofradías de Pescadores de la provincia, que agrupa a los puertos de Estepona, Marbella, Fuengirola, Málaga y Caleta de Vélez. Las toxinas que han afectado a los moluscos son del tipo DSP (diarreica) y PSP (paralizante). Están producidas por microalgas y, aunque son naturales e inocuas para los bivalvos, en los humanos pueden provocar intoxicaciones en caso de ingesta, por lo que su detección obliga al cierre de los caladeros. Los moluscos acumulan estas toxinas al alimentarse de las algas que las trasladan. Para la flota malagueña dedicada a la captura de estos bivalvos, formada por 126 embarcaciones, el escenario resulta devastador: «Para nosotros es lo más parecido a una catástrofe, como cuando se producen inundaciones o hay sequía y se ponen en marcha ayudas al campo», explica Carmona.
El sector, sin embargo, aún no ha recibido ninguna compensación «pese a que cada semana que pasa sin poder faenar perdemos cerca de 100.000 euros». El cierre de los caladeros coincide con la temporada alta, la época más rentable para los marisqueros al alcanzar los bivalvos su mayor precio en las lonjas. Aunque la presencia de estas toxinas suele ser habitual, en otros años solo ha afectado a algunas de las nueve zonas productoras de la provincia, algo que permitía a la flota faenar en el resto del litoral. El cierre de todos los caladeros malagueños supone un mazazo para el sector, que reclama partidas de subvenciones públicas para estos casos, además de una compensación «inmediata» de unos 100 euros por barco y día y otros 50 euros por marinero y día.
Las presencia de toxinas en el marisco constituye un fenómeno natural que, según los expertos, no tiene relación con la contaminación ni con los vertidos industriales. Son episodios recurrentes, aunque Carmona detecta que su frecuencia «ha aumentado en los últimos años y se prolongan durante más tiempo que antes». Las microalgas portadoras de las toxinas son arrastradas por las corrientes y alcanzan a los moluscos, que se alimentan por filtración. La Junta hace controles periódicos de las zonas de producción según el protocolo establecido por las directivas europeas. Cuando los análisis arrojan valores altos, como ocurrió en julio, se cierran los caladeros de forma automática para que estos bivalvos no lleguen al mercado y sean consumidos.
En algunas zonas, como Estepona y San Pedro de Alcántara, los niveles de la toxina PSP han disminuido, aunque no ocurre lo mismo con la toxina DSP. Los próximos muestreos se realizarán previsiblemente la próxima semana. Más de 400 trabajadores confían en que los resultados sean más alentadores y supongan el principio del fin de su pesadilla estival.
El cierre de los caladeros ha vuelto a enfrentar al PP, que exige a la Junta de Andalucía la puesta en marcha de ayudas para los pescaderos afectados, y el PSOE, que responsabiliza a los populares de la eliminación de estas subvenciones. El anterior marco europeo, vigente entre 2007 y 2013, contemplaba 1,5 millones de euros para circunstancias como la detección de toxinas en los moluscos, una partida que no fue volvió a ser solicitada por el Gobierno central. Pero los trabajadores no quieren que su situación se convierta en una batalla política y exigen «soluciones» a la Junta, que alega que «no hay novedades» desde la última reunión, en la que el delegado territorial se comprometió a impulsar estas ayudas. Desde el Ejecutivo autonómico también inciden en que se están haciendo cargo de los análisis «millonarios» que, según su versión, debería pagar el sector.
Fuentes cercanas a la flota, sin embargo, sostienen que «en ningún documento está recogido» que los marisqueros deban costear los análisis y recuerdan que el organismo que se está encargando de los muestreos es la Agencia de Gestión Agraria y Pesquera de Andalucía (Agapa), varias veces apercibida por la Cámara de Cuentas por la contratación y las retribuciones de su personal directivo y de confianza: «Por lo que sabemos, los laboratorios están cortos de personal, o sea que no se lo gastarán todo en los análisis. Quizá podrían destinar el dinero que inyectan en Agapa y en sus altos cargos a una partida de ayudas para nuestro sector».
Los marisqueros preparan ya concentraciones que podrían convocarse en las próximas semanas en medida de protesta por la falta de subvenciones para compensar los problemas derivados de las toxinas.
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