Encontrar moluscos bivalvos (bolo, almeja tonta, chirla, búsano, cañaílla, concha fina y coquina) del litoral malagueño se ha convertido en una tarea imposible desde antes de finales de julio y hasta la fecha para los malagueños y veraneantes que se encuentran estos días pasando sus vacaciones en la provincia. La razón es que no hay. No porque no existan o las especies hayan desaparecido, sino porque no se pueden capturar. La situación no es exclusiva del litoral malagueño. De hecho afecta a casi todo el litoral del mediterráneo andaluz, desde Cádiz a Almería, casi en su totalidad. Sin embargo, si es excepcional en cuanto que afecta a todas las zonas productoras (nueve) de moluscos de la provincia a la vez, lo que deja a los pescadores sin la posibilidad de seguir con la actividad en puntos alternativos del litoral.
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El motivo es que la Consejería de Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural mantiene cerrado desde hace dos semanas consecutivas los caladeros de moluscos bivalvos de la provincia tras la detección en coquinas, conchas finas y chirlas, entre otros bivalvos, de un aumento de las toxinas PSP y DSP.
La situación, que amenaza con prolongarse todavía durante buena parte lo que resta de agosto, preocupa considerablemente a las embarcaciones de la flota del marisqueo de la provincia (126 barcos), que no descartan movilizaciones para pedir ayudas, al considerar que ello les esta causando una gran pérdida económica desde el momento en que los meses de verano son, junto con Semana Santa y Navidad, los mejores en precios para la flota. Se estima que las cotizaciones llegan casi a triplicarse durante la temporada estival.
El presidente de la Federación de Cofradías de Pescadores de la provincia, Miguel Ángel Carmona, se ha quejado de que con el plan de gestión actualmente vigente los barcos carecen de ayudas económicas para compensar las pérdidas ocasionadas por paradas por toxinas. «Estamos desesperados, puesto que estamos viendo que vamos a perder el verano, que es la mejor época del año para la flota, y no vamos a obtener ingresos», ha señalado Carmona, que ha recordado que anteriormente el sector contaba con ayudas si las paradas por toxinas duraban más de 21 días, «cosa que ahora no sucede».
Según Carmona, los marisqueros de Fuengirola están estudiando movilizarse para exigir a la Junta de Andalucía una ayuda para al sector ante lo prolongado de la parada por toxinas, a la vez que intentarán consensuar con el restos de los puertos de la provincia que secunden las movilizaciones.
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El cierre de los caladeros se produce por la detección de altas concentraciones de dos toxinas en concreto en algunas zonas del litoral malagueño. La provincia cuenta con nueve zonas de producción de mariscos bivalvos. Se trata de la toxina PSP, que tiene efectos paralizantes, y de la DSP, que causa trastornos gastrointestinales. La presencia de la toxina PSP da lugar al fenómeno conocido como marea roja. Ninguna de las dos se elimina sometiendo a depuración a los moluscos.
Desde mayo de este año el sector está obligado a depurar todas las capturas de bivalvos que realizan en el litoral de la provincia antes de ser puestas a la venta, lo que está representando un serio revés económico para los pescadores, que de momento están logrando salvar gracias a que los gastos que ello supone están siendo financiados por la empresa de abastecimiento de agua y saneamiento de la Costa del Sol (Acosol), en el caso del litoral occidental, y de la Mancomunidad de la Axarquía y los municipios costeros, en la zona oriental.
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Según el delegado territorial de Agricultura y Pesca en Málaga, Javier Salas, el cierre de los caladeros ha sido progresivo, conforme se ha observado el incremento de los niveles de las toxinas. Actualmente, el cierre afecta a casi todo el Mediterráneo andaluz, desde Cádiz a buena parte del litoral de Almería.
«El motivo es un boom del fitoplancton productor de estas toxinas», ha manifestado Salas, que ha explicado que a diario se toman muestras para comprobar el estado de los caladeros y zonas de producción de moluscos bivalvos del litoral malagueño. La presencia de este fitoplancton se suele notar mucho más a final de primavera.
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Marisqueros de Caleta de Vélez han denunciado que desde la Junta no se les está avisando con tiempo suficiente sobre el estado de los caladeros. Según la patrona mayor de la Cofradía de Pescadores, María del Carmen Navas Guerrero, en la zona 309, que abarca del Río Vélez a la Torre de Maro, la parada se levantó el pasado jueves 30 de julio después de que entrara en vigor el día 26 del mismo mes, aunque el lunes 6 de agosto volvió a ser cerrado estando los barcos en la mar, algunos incluso con capturas a bordo que tuvieron que devolver al fondo marino.
«Perdieron el trabajo, hicieron un gasto en combustible y tuvieron que regresar a puerto de vacío, sin nada que repartir entre la tripulación», ha declarado Navas.
Según Carmona, volver a reabrir los caladeros exige dos analíticas consecutivas negativas. «Esto significa que en el mejor de los casos todavía tendremos que seguir parados una semana o semana y media más», ha señalado el presidente de la Federación de Cofradías (Estepona, Marbella, Fuengirola, Málaga y Caleta de Vélez), que ha reclamado a las administraciones públicas que vuelvan a reivindicar el establecimiento de ayudas en caso de paradas por toxinas. «Esto es un desastre y la Junta no debe mirar hacia otro lado», ha dicho Carmona.
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Las biotoxinas marinas son sustancias tóxicas acumuladas en los organismos marinos, principalmente por ingestión de fitoplancton –algas microscópicas capaces de producir dichas toxinas–. Los moluscos bivalvos, con origen en la pesca del marisqueo o la acuicultura, son susceptibles de acumular estas toxinas. Los episodios tóxicos constituyen un problema de salud pública, especialmente cuando se produce un incremento significativo de la concentración de estas especies tóxicas en las aguas marinas.
La presencia de las toxinas en los moluscos no se destruye mediante el cocinado, ahumado, secado o salado de los mismos. Tampoco, por el aspecto exterior se puede determinar si el producto es no tóxico, de ahí que se prohiba su captura.
Según el decano de la facultad de Ciencias de la UMA y catedrático de Botánica, Antonio Flores Moya, estos fenómenos se han incrementado en los últimos 20 años y registran una tendencia al alza. Se comienzan a registrar, según Flores, a partir de finales de primavera, que es cuando el agua presenta una mayor temperatura y porque hay más fitoplancton.
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