El levantamiento de los agricultores de patatas de Málaga

No hay que ser economista para entender que Antonio Jiménez tiene un problema de rentabilidad con su negocio. Por muchos cálculos que haga, las cuentas no le salen por ningún lado. Si recibe 0,16 euros por cada kilo vendido y la producción le cuesta 0,25 euros, lo único que está haciendo es perder dinero. «Llevo 15 años y esto cada año va a peor», dice y asegura que está a punto de tirar la toalla.

Antonio es agricultor de patatas en la Vega de Antequera. Aquí cuenta con varias hectáreas que cultiva dos veces por año. De febrero a julio es el tiempo de la patata nueva y de agosto a diciembre el de la patata tradicional. «Nos enfrentamos año tras año a unos costes más elevados, pero nos pagan cada vez menos», lamenta. Como él, hay en la provincia unos 100 agricultores. Cultivan y trabajan la tierra pero el retorno que obtienen no les da para vivir.

Para protestar contra una situación que consideran «insostenible», numerosos agricultores se han congregado este viernes en la plaza de la Marina para exigirle al Gobierno central que intervenga de manera inmediata para garantizar «unos precios justos». La convocatoria realizada por la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) está acompañada por una llamativa acción simbólica. Los agricultores han acarreado numerosos sacos de patatas que entregan sobre la marcha a los viandantes que los reciben con una mezcla de sorpresa y escepticismo. «Es muy triste, pero nos sale más económico regalarlas que venderlas», resume Antonio.

Francisco Moscoso es el secretario provincial de UPA en Málaga. «Eso que dicen que el mercado libre se regula solo, aquí se ve que no funciona. Nosotros estamos recibiendo 16 céntimos por el kilo de patatas y luego vemos que en el lineal del supermercado vale 1,55 euros. Cuatro meses de trabajo que luego los intermediarios lo multiplican en pocos días y se llevan los beneficios», lamenta.

Para Moscoso «es clave» que tanto el Gobierno y la Junta de Andalucía, «cada uno con sus competencias», intervengan para garantizar que los agricultores reciban un precio adecuado. «Hay margen suficiente para que todos tengamos beneficios», garantiza. Luego vaticina: «Si en la cadena alimentaria se mantiene este desequilibrio, se acaba rompiendo».

Según la estimación de UPA, en la provincia de Málaga hay en estos momentos 500 hectáreas que se dedican al cultivo de la patata nueva. Cada hectárea produce unos 50.000 kilos, por lo que la acumulación de producto no rentable sería inmenso. «A eso hay que sumarle que España importa patatas de países extracomunitarios que aprovechan las distribuidoras para presionar aún más a la baja a los productores», señala Moscoso.

Toda esta situación, más allá de las pérdidas económicas, también hace que los agricultores se sientan dolidos en su orgullo. Una sensación de injustica que se incrementa cuando, así lo precisan, ven como ellos cultivan la tierra que sirve para alimentar a los ciudadanos, pero a ellos no les da para poner un plato de comida en la mesa. «Lo hemos demostrado de sobra durante la pandemia, que hemos estado ahí para garantizar que a la gente no le falte de nada», expone el secretario general de UPA en Andalucía, Cristóbal Cano.

Para Cano, las grandes superficies «son las que hacen y deshacen a su antojo sin que nadie les ponga freno». «No es posible que la especulación siga imponiendo unos precios en origen de ruina», sostiene. Los agricultores de patata de Málaga ya han solicitado cita con el nuevo subdelegado del Gobierno, Javier Salas, para abordar esta situación. Moscoso lamenta que todavía no les hayan dado una fecha concreta. «Acaba de llegar», dice.

Hasta que no haya unos precios justos, los agricultores aseguran que repetirán esta acción de protesta. «La semana que tenemos para regalar otra vez kilos y kilos de patatas», se resigna Antonio.

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