La etiqueta del origen

Hay muchos consumidores que no reparan en el origen del producto que compra. Unas veces, porque no le da importancia; otras, porque hace las compras de forma tan apresurada que no le da prioridad al etiquetado.

También estaban hasta hace poco más de un mes los que no encontraban esa información en el envase.

Afortunadamente, desde el 1 de enero de este año, los fabricantes están obligados a indicar de dónde viene el producto, cuando omitirlo pueda inducir a la confusión al consumidor.

A partir de ahora, por ejemplo, cuando el lugar de procedencia del producto no sea el mismo que el de su ingrediente primario. Además, en caso de que el origen de un ingrediente primario no sea el mismo que el lugar de procedencia mencionados en relación con el alimento, el fabricante deberá indicarlo.

Se pone más luz sobre la trazabilidad de los productos que comercializan sobre todo los supermercados y las grandes superficies.

A más de un consumidor le sorprenderá que compra pistachos de Estados Unidos o Irán, cuando España produce para exportarlos a Europa. O que adquiere garbanzos y lentejas canadienses, en lugar de hacerlo de España o de otros países mediterráneos de Europa. Es pronto para saber cómo repercutirá esta novedad en los consumidores.

A veces, un envoltorio colorido eclipsa a un etiquetado con letra pequeña (a veces al límite de lo legal). Llenamos la cesta de la compra con una larga lista de productos de procedencias exóticas.

Quizás tenga sentido reparar en qué no hay nada más ecológico que adquirir productos de cercanía, que son los que menos viajan y, por tanto, los que menos combustible gastan.