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Germán Luna nació en Sierra de Yeguas hace 41 años. Ingeniero agrónomo por la Universidad de Córdoba, tiene un máster en prevención de riesgos laborales por el Instituto Europeo de Formación y Empleo de Granada. Técnico en producción integrada de plagas, acumula doce años de ... experiencia en el sector agroganadero como consultor. Su especialidad es la redacción de proyectos de almazaras, bodegas, plantas de aderezo y sistemas de riego. Desde el pasado 1 de abril, es el gerente de la cooperativa Virgen de la Oliva de Mollina, que tiene mil socios.
-¿Cuál es la historia de la firma?
-Se fundó en 1977, siendo inicialmente sólo vitivinícola. De ahí se fueron diversificando, creando secciones como la de aderezo para las aceitunas en verde y la de almazara, para la extracción de aceite de oliva virgen. A partir de 1992 se crea una sección de crédito, como un banco propio dentro de la cooperativa, que administra los recursos de los socios. Con ese dinero la cooperativa presta, con un determinado tipo de interés, a los socios que necesiten hacer inversiones, de manera que, prácticamente, nos autofinanciamos. Además tenemos una sección de suministros, con una tienda de alimentación, dedicada al sector 'gourmet', con productos de calidad a precios muy competitivos. También vendemos gasolina y productos fitosanitarios. Por último, contamos con un servicio de telefonía. Estamos en la avenida de las Américas, con unos 25.000 metros cuadrados de superficie.
-¿El sector vinícola se ha visto muy afectado por la pandemia, ¿sois optimistas con el futuro?
-El Covid-19 ha parado por completo el canal de la hostelería y la restauración, lo que ha hecho que nuestras previsiones de embotellado caigan por completo. Teníamos previsto embotellar en torno al 30% de la producción. Ahora estamos embotellando los caldos de 2019 y esas previsiones se van a quedar en un 10%. El resto se va a vender a granel porque no interesa ni embotellar. El futuro, por tanto, se plantea muy desalentador por la gran incertidumbre que hay en el mercado, no sabemos cómo va a evolucionar la enfermedad. La última sorpresa, la cuarentena en el Reino Unido, ha parado por completo al sector turístico, que estaba despertando algo. El agricultor tiene mentalidad de ser muy conservadores, muy cauto, no podemos especular, ni volvernos locos pensando que vamos a tener unas previsiones de venta que puede ser que no tengamos. En octubre es posible otro parón.
-¿Cómo se presenta la campaña?
-Un poco mermada respecto al año pasado. Hemos adelantado la vendimia a la última semana de julio porque la graduación alcohólica de la uva hacía imperativa su recogida. Esto ha mermado la producción, entre el 30 y el 35%. En 2019 fueron 1,3 millones de kilos de uva, y este año serán alrededor de 900.000 kilos. De esta cantidad, el rendimiento es del 70% para vino. El 30% va embotellado, y el 70% iría a granel. Y este año sólo embotellaremos el 10%, lo que da idea de la magnitud del desastre de la pandemia del coronavirus.
-¿Tienen problemas con la mano de obra por la crisis sanitaria?
-Por lo general, no. No percibimos ese problema, ya que los trabajadores temporeros suelen ser gente de la zona, no se importa mano de obra, como pasa en otras zonas agrícolas como Almería y Huelva. Además, la vendimia se hace por variedades, primero la moscatel, luego vamos con las tintas, y por último, las Pedro Ximénez.
-¿Quiénes son vuestros principales clientes?
-A granel estamos exportando a Francia, a la multinacional La Martiniquaise, que tiene marcas como Porto Cruz o el Málaga Cruz. También son dueños de marcas como Cutty Sark y María Brizard. Son unos enamorados del Málaga Cruz, es un vino dulce producido en Málaga, ellos quieren que se siga produciendo aquí, aunque se embotelle fuera. También vendemos a Alemania y Austria y el resto se queda aquí. Embotellado tenemos nuestras marcas, como Montespejo, tanto blanco como tinto roble; Gadea, del que este año vamos a producir un blanco 100% Pedro Ximénez y un tinto crianza. Además, tenemos un vino árabe, semidulce, que está muy de moda.
-¿Cómo están los precios que se pagan al agricultor?
-Oscilan en función de la variedad, de media están en 0,6-0,65 euros por kilogramo, aunque aquí pagamos por graduación alcohólica, cuanto más graduación más se paga, por hectogrado. La moscatel morisco está en 0,77 euros, ha descendido respecto al año pasado, por el parón del coronavirus.
-¿Cuántos empleados tienen?
-Fijos son 17, en función de la campaña, si es la vitivinícola o la de aceite, cuando llegamos hasta los 40. Facturamos diez millones de euros al año. Para este 2020, la contratación se mantendrá, a pesar de que el cuarto trimestre va a ser muy duro. Y el año que viene también va a ser difícil.
-¿Cómo ve la nueva PAC?
-Va a ser innovadora. Se va a premiar que el agricultor produzca con requisitos medioambientales. Esto me parece muy correcto, no podemos competir con el olivar súper intensivo, tenemos que darle un valor añadido al cultivo tradicional, convirtiendo nuestra producción en ecológica y, si no, integrada. Cuanto más respetuosos seamos con el medio ambiente, más se va a valorar en el exterior y eso al final va a redundar en el precio. La agricultura tradicional, con los costes que está conllevando el olivar tradicional en súper intensivo, es inviable. Tenemos que marcarnos una nueva estrategia de futuro. Creo que la nueva PAC va por el buen camino. Otra cosa es que tenga menor dotación y eso puede afectar a los agricultores. Estamos expectantes y con mucha cautela, también con preocupación, ya que las últimas noticias son que España ha salido mal parada y eso redundará en la PAC.
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