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Antonio Javier López
Sábado, 16 de julio 2016, 02:13
El viento de levante hace más llevadero el sol de justicia que cae a plomo sobre la planicie que corona el dolmen de Menga. Pasan unos minutos de las tres y media de la tarde, la brisa crece por momentos para zarandear las copas de los árboles y también del Este llegan otros buenos vientos para los Dólmenes de Antequera. A casi cuatro mil kilómetros de distancia, en el 40 Comité del Patrimonio Histórico de la Unesco que se celebra en Estambul (Turquía) acaban de comunicar lo que se esperaba con ilusión y prudencia desde la pasada primavera. Ya es oficial: los Dólmenes de Antequera son Patrimonio de la Humanidad.
Ninguna candidatura como la malagueña ha recibido tantos halagos durante las deliberaciones de los especialistas de la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia, la Educación y la Cultura (Unesco). El mozambiqueño Albino Jopela, en nombre del Consejo Internacional de los Monumentos y los Sitios (ICOMOS en sus siglas en inglés) presentaba la candidatura antequerana y hasta doce países pedían la palabra para alabar el proyecto.
En el centro de visitantes del recinto arqueológico, cada halago de cada país se celebraba como la máxima puntuación en Eurovisión. Con el fervor de un gol. Portugal, Corea, Vietnam, Jamaica, Turquía, Tanzania, Croacia, Zimbabue, Croacia, Senegal, Líbano y Túnez. 12-0. Mejor incluso que aquel 12-1 del España-Malta que aún pervive en el recuerdo más de 30 años después.
Tres décadas, como las que han pasado desde que iniciaran las tareas para dignificar e investigar un conjunto arqueológico ahora reconocido por las Naciones Unidas como un enclave excepcional. Esa singularidad parte de las investigaciones del británico Michael Hoskin, quien determinó una peculiaridad única en Antequera.
Este tipo de construcciones megalíticas suelen estar orientadas hacia la salida del sol o en relación a la posición lunar. Así sucede con el dolmen de Viera. Sin embargo, el tholos de El Romeral y el dolmen de Menga miran hacia elementos naturales del paisaje. El primero lo hace en dirección al Torcal y el segundo dirige su entrada hacia la Peña de los Enamorados. Un «valor excepcional» que le ha valido al conjunto la catalogación del organismo internacional.
Una vía abierta
Así la Unesco destacaba las características del recinto antequerano: «Construidos con grandes bloques de piedra en el Periodo Neolítico y la Edad de Bronce, los tres monumentos funerarios se hallan enterrados en sus túmulos primigenios y forman cámaras y espacios con cobertura adintelada o en falsa cúpula, que hacen de ellos uno de los conjuntos arquitectónicos más notables de la prehistoria en Europa y un ejemplo sin par del arte megalítico europeo».
Un «ejemplo de cultura megalítica que lo hace único y que abre la vía a otros sitios de la cultura megalítica», como incidió la delegación de Líbano, la última en tomar la palabra antes de la designación oficial por parte del Comité del Patrimonio Mundial.
No en vano, los Dólmenes se erigen ya como el primer conjunto megalítico de la Europa continental y como el primer monumento de la provincia de Málaga que recibe la catalogación como Patrimonio de la Humanidad, ya que los otros monumentos europeos coetáneos con esta distinción llegan desde Stonehenge, Las Orcadas y Avebury en Reino Unido; los Sitios de Newgrange en Irlanda y los Templos Megalíticos de Malta.
Cada país puede presentar una sola candidatura al Comité de Patrimonio Histórico que se reúne cada año. Así la delegación española estaba ayer encabezada por la embajadora de España ante la Unesco, Teresa Lizaranzu; la subdirectora general de Protección del Patrimonio Histórico del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, Elisa de Cabo; la consejera de Cultura de la Junta de Andalucía, Rosa Aguilar; el alcalde de Antequera, Manuel Barón y el presidente de la Diputación Provincial, Elías Bendodo.
Todos rompieron en aplausos y algunos incluso intercambiaron abrazos cuando se hizo oficial la designación. Se liberaba la tensión que, no obstante, había quedado mucho más relajada desde el pasado 19 de mayo. Ese día, los responsables de ICOMOS aprobaban las modificaciones que habían requerido a la candidatura antequerana para darle su visto bueno. La medida abría la puerta del Comité del Patrimonio y, en la práctica, dejaba el camino despejado para la designación que ayer se hacía oficial en la reunión celebrada en Estambul.
Casi cinco horas de espera
Ahora, el proyecto antequerano debe hacer realidad las exigencias de ICOMOS. Entre esas tareas pendientes figuran la reordenación del entorno urbano que rodea, sobre todo, al tholos de El Romeral y una rebaja más que considerable del impacto visual del Museo del Sitio, que se traducirán en la demolición de su primera planta.
A escasos metros de allí, en el centro de recepción de visitantes del conjunto dolménico, la alegría estallaba justo tres de minutos después de las tres y media de la tarde (hora española). Atrás quedaban casi cinco horas de espera y la incertidumbre por el momento en que se produciría la comparecencia de la candidatura malagueña. Una nutrida representación política regional, provincial y comarcal de cargos socialistas se mezclaba con los trabajadores de los Dólmenes de Antequera y algunos alcaldes de municipios cercanos departían en el interior de la climatizada recepción después de un almuerzo frugal a la sombra de los árboles del exterior.
Hasta doce países pidieron ayer la palabra tras la presentación de la candidatura de los Dólmenes de Antequera para ser declarados Patrimonio de la Humanidad por parte de la Unesco. El primero de ellos fue Portugal, cuyo representante, José Filipe Mendes Moraes Cabral, felicitó a la delegación española por la documentación presentada. Además, el embajador portugués ante la Unesco protagonizó una de las anécdotas de la jornada al confesar en el tramo final de su intervención que para él era «especial» dar su beneplácito al proyecto malagueño, ya que su abuela era antequerana. La anécdota se celebró con entusiasmo en el Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera, desde donde se seguía la retransmisión de las deliberaciones. Algún asistente, incluso, lanzó la idea de invitar al diplomático al municipio para que recuerde sus orígenes.
Se quedaba la recepción pequeña al filo de las tres de la tarde. Varios bancos frente a la pantalla de televisión y vítores después de cada beneplácito de los países que intervenían en el debate. Quedaba atrás el vaivén de previsiones, primero sobre el día y, luego, en torno a la hora. Y a las 15.33 ya era oficial. Besos, abrazos y alguna lágrima mejilla abajo. «Hoy, Antequera, Málaga, Andalucía y España están de enhorabuena», saludaba la consejera Rosa Aguilar a los represenantes Comité del Patrimonio Mundial.
Una ventana al mundo
Aguilar tomaba la palabra tras agradecer Teresa Lizaranzu la designación por parte de los especialistas de la Unesco para destacar: «Empieza ahora un tiempo nuevo para los Dólmenes, que han abierto una ventana al mundo para que los puedan mirar, sentir y disfrutar». Tras la consejera fue el turno del alcalde de Antequera, Manuel Barón. Visiblemente emocionado, el regidor mostró ante el comité de la Unesco su agradecimiento «a todas las personas que han luchado» para que los Dólmenes sean Patrimonio Mundial. «Gracias por hacer posible este sueño de seis mil años», cerró Barón, en alusión al periodo en el que fueron construidos los megalitos.
Y si hay que encarnar la candidatura en un artífice, ese es el director del conjunto dolménico antequerano, Bartolomé Ruiz. Ubicuo desde principios de semana en Estambul, Ruiz admitía ayer estar «muy emocionado» tras el dictamen de la Unesco. Una satisfacción que Ruiz mezclaba con el orgullo de comprobar cómo doce países habían pedido la palabra para alabar el proyecto. «Han reconocido la aportación científica del equipo de investigadores que ha fundamentado y elaborado la memoria del expediente», compartía Ruiz desde Estambul, donde destacaba la emoción que ese respaldo había provocado en Elisa de Cabo.
Y al cabo, seis mil años después de su construcción, 130 años después de su declaración como monumento y tres décadas después de las primeras tareas para lograrlo, los Dólmenes de Antequera ya tienen el marchamo de la Unesco. Por una vez, soplan buenos vientos para el patrimonio.
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