Daniel 'Jacaré' Toledo mide un metro noventa y transporta consigo más de 90 kilos de puro músculo. Tiene tatuajes por todo el cuerpo, como si de un lienzo humano se tratara. Son las cuatro de la tarde en el Saúl Gym, un gimnasio de Churriana ... donde algunos chicos levantan mancuernas para agrandar un poco el bíceps. Al lado de la zona de fitness, hay una gran sala con techos altos. En el centro reina un cuadrilátero y de las paredes cuelgan varios sacos de boxeo. Daniel, nacido en Málaga, criado entre Miraflores y la Roca, tiene ahora 39 años. Sitios como éste son para él como un segundo hogar.
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Ahora, cuando vislumbra la retirada, tras una larga trayectoria ligada al deporte de contacto, prepara un último gran golpe: un combate de 'bare knuckle' en el evento de la BKFC, que trae Conor McGregor a Marbella este sábado. Ahí se enfrentará a Arbi Chakaev, un ruso con mucho boxeo a sus espaldas. Nada que le preocupe demasiado. «Si acaso, que sea zurdo», puntualiza.
Jacaré lleva dos meses focalizado en la pelea y para ello ha puesto en marcha toda la maquinaria. Pesas, dieta, sparring y descansar en la medida de lo posible. Como ha hecho muchas veces, cuando aún peleaba en la jaula, en lo que siempre ha sido su disciplina natural: el MMA. «Yo empecé a los cinco años con el taekwondo y también hice capoeira», rememora sus principios. Todavía se acuerda de los tiempos en los que los deportes de contacto no tenían tantos focos encima porque él los vivió de lleno. Sabe lo que es ir a países como Rusia o la República Checa para una pelea lejos de las audiencias masivas y cuenta con un récord profesional de 13 victorias, muchas de ellas por 'knockout'.
El deporte de contacto le ha dado estructura a su vida. «Me gusta la disciplina y el esfuerzo que se requieren», asegura. Sobre los motivos de estrenarse ahora en el boxeo sin guantes, reconoce que «es algo que siempre me ha apetecido hacer a estas alturas de mi carrera».
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Cuando dice a estas alturas de mi carrera, admite que vislumbra la retirada y que el combate del sábado podría ser su último. Tampoco descarta uno más si las cosas se dan bien y logra vencer al ruso. Lo que tiene asegurado es el apoyo del público. Pelear en casa es bendición y perdición a la vez. «Sientes el aliento de tu gente, aunque también es algo más de presión», aclara.
¿El futuro está escrito entonces en lo deportivo para Jacaré? No quiere cerrarse del todo a otra pelea porque en el ring, como en la vida, nunca se sabe lo que puede pasar. Si manda a 'dormir' a su contendiente este sábado es probable que le lleguen nuevas propuestas para seguir en el boxeo sin guantes. «Como mucho haría una o dos más. Como mucho», insiste.
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La experiencia es un grado en los deportes de contacto. Pero a sus 39 años, Jacaré admite que el «hambre» que se tenía al principio ya no es el mismo. Tampoco lo es la regeneración en lo físico. Los cuerpos como el de Jacaré son máquinas perfectamente entrenadas, pero cada corte y cada corte de peso también deja algo de castigo.
Este malagueño las ha visto de todos los colores. Ha mandado a la lona a rivales, ha saboreado los sinsabores de la derrota y conoce la lucha que desata a nivel mental el miedo al fracaso. Ahora que el MMA, el boxeo y el boxeo sin guantes acaparan otra vez las páginas de los periódicos, no se lamenta de haber llegado un poco tarde a esta nueva ola. «No miro para atrás salvo para aprender de los errores», dice.
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Mientras tanto, este sábado, volverá a hacer lo que ha hecho tantas veces en su vida. Entrar a un ring, ese lugar al que dos hombres se suben para ganarse el respeto.
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