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Inglesa de nacimiento y malagueña de corazón. Sus primeros recuerdos son en su casa de Pedregalejo cuando tan sólo tenía tres años y ya empezaba a enamorarse del mar. Ese mar que tantas alegrías ha dado a su vida. «El mar me fascinó desde siempre. ... Cada vez que veía una velita blanca, me fascinaba más todavía. Era algo mágico. Siempre quise ir a subirme a uno de ellos», aseguró la deportista y activista Theresa Zabell en el ciclo 'Málaga, ida y vuelta', organizado por el Centro Cultural La Malagueta de la Diputación con la colaboración del Aula de Cultura de SUR, a la periodista Regina Sotorrío en una tarde marcada por el recuerdo a las víctimas de la DANA que aún azota el país.
Años después de esos primeros recuerdos de su vida, a los once años, Zabell descubrió los Juegos Olímpicos mientras pasaba una temporada en la casa de unos conocidos de sus padres en Inglaterra. Cada tarde jugaban con el padre de esa familia, hasta que un día no salió al jardín. «Fui a buscarlo y estaba viendo la televisión porque habían empezado los Juegos Olímpicos. En ese momento descubro un mundo que no sabía ni que existía», confesó la deportista que, sentada en el sofá junto a aquel hombre, sueña por primera vez en ir a esta competición. A día de hoy, la única española con dos medallas de oro olímpicas, una gesta que consiguió en Barcelona 92 y Atlanta 96. Además, es reconocida como la Mejor Regatista del Mundo por la Federación Internacional de Vela.
«Parece que lo sueñas y lo haces, pero el camino es más largo y nada fácil», apuntó Zabell, que en el momento con el que soñaba con ir a esta competición aún no podía hacerlo. «Las chicas no estábamos invitadas a ir a los Juegos Olímpicos», aseguró. Algo que cambió en Seúl 88, cuando Zabell gana para ir. Aunque finalmente no lo hace porque, a pesar de ganar la selección, su nombre no estaba en la lista. «Nunca me han contado el porqué, pero ya me da igual», dijo. Tras este hecho, prometió que nunca volvería a navegar. Pero no fue así. «Aquello me hizo muy fuerte como persona y deportista. Me enseñó que las cosas no salen a la primera, después de unos meses de pataleta pensé que aún podría conseguir mi sueño, encima en mi país», aclaró.
Cuando Zabell vuelve de ganar su segunda medalla de oro olímpica, en Atlanta, se reencuentra con su deseo de ser madre. «Tenía claro que no valía la pena una carrera deportiva si tenías que sacrificar la maternidad», explicó. Desde los distintos comités deportivos le pidieron que no dejara de navegar aunque tuviera un hijo, que llegó al poco tiempo. La activista volvió al deporte tras un año sin navegar. Sin embargo, las becas de la Asociación de Deportes Olímpicos (ADO) sólo daban beca si estabas entre los ocho primeros en el campeonato del mundo de ese año. Zabell quedó novena por un punto. «No quería una beca a dedo, quería cambiar el sistema para que todas pudiéramos ser madres y luego recuperar la beca. Tras tres meses no iba a ser para todas las mujeres, sólo para Theresa Zabell», confesó. Por este motivo la deportista dejó de navegar. «No haber tomado esa decisión hubiera sido renunciar a mis principios»
Años más tarde, Zabell se convirtió en la primera mujer vicepresidenta del Comité Olímpico Español. «Pedí entrar en la junta técnica de ADO para cambiar eso, entre otras cosas», contó. Ahora, una mujer se puede quedar embarazada y le aguantan dos años más la beca, algo que también sirve para las lesiones de todos los deportistas.
Al dejar su vida deportiva, tenía claro que quería dedicar su tiempo a tres facetas. Una de ellas es la familia. «Cuando me preguntan cuáles son mis medallas más preciadas no tengo dudas, son mis dos hijos», aseveró. El trabajo y devolver a la sociedad son las dos restantes, algo que consigue a través de la Fundación Ecomar, que creó en 1999 con la intención de devolver al mar todas las satisfacciones que le había dado durante su carrera deportiva. Su principal objetivo es el cuidado del medio ambiente del planeta a través del deporte.
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