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Los calambres vencieron a Davidovich. Eso y la tensión emocional de una semana en la que ha vivido en la cresta de la ola y ha disfrutado también de su mejor tenis, que le ha llevado a una infinidad de situaciones inéditas. Fueron cayendo desde la fase previa Fratangelo (140º), Daniel Evans (85º). Taylor Fritz (58), Jeremy Chardy (43º) y Gael Monfils (18º), todos por encima de lo que dicta su 'ranking' actual (167º) y su experiecia como tenista.
En su sexta batalla sobre la arcilla en una semana , alguna más exigente, otra menos duradera, el cuerpo de Davidovich dijo basta. Volvieron a repetirse por momentos las sensaciones vividas hace unos meses en el Casino Admiral Trophy de Marbella, en casa, en otra ocasión en la que por momentos las expectativas generadas con su juego le pasaron factura a su entereza mental y pesaron más que su capacidad tenística real. El pulso de ayer con elexperimentado uruguayo Pablo Cuevas tuvo mucho de eso. El malagueño fue valiente y fiel a su juego agresivo. La consigna era cerrar pronto los puntos, frente a un rival que tiene muchas más opciones si se alargan. Un auténtico terrícola, con seis títulos ATP en esta superficie y nueve finales jugadas. A sus 33 años, (ex decimonoveno mundial en agosto de 2016), permaneció impasible todo el choque a la espera de una larga contienda y de que su rival pudiera descentrarse.
Así fue. Davidovich fue el de toda la semana durante un primer set de nuevo magistral, que comenzó con dos saques directos, un juego en blanco al servicio y una sucesión de golpes variados, entre ellos sus recurrentes 'drop shots' (dejadas). Incluso se permitió probar con el saque bajo, para buscar con éxito el efecto sorpresa. Pese a la ruptura de Cuevas en el tercer juego, acabó adjudicándose cinco de forma consecutiva para poner el 6-3 en apenas 36 minutos.
Pero en el segundo set Cuevas elevó un punto sus prestaciones. Jugó más con primeros saques y fue más profundo en sus golpes. Se notó pronto. Cuando en el sexto juego hizo el 'break' y se puso con 2-4 giró el rumbo del partido. Preso de un ataque de rabia Davidovich mandó un pelotazo al cielo, un gesto de rabia que le generó una molestia muscular abdominal que reclamó la asistencia en pista del fisioterapeuta.
Fue el comienzo del fin. El pupilo de Jorge Aguirre comenzó a estas más pendiente de dolores. Apareció su versión más inestable, que se confirmó en el tercer set, cuando tras una sucesión de 'breaks' de uno y otro llegaron los calambres. Estoicamente, se resitió a su destino, pero este fue irremisible: 2-6 final.
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