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COLPISA
MADRID.
Lunes, 29 de enero 2018, 01:04
«Uno más, uno más y será suficiente». «Un grande más y podrá retirarse en paz». No son eslóganes ni predicciones, sino la cantinela que Roger Federer escucha desde 2012, cuando, ya pasada la treintena, acostumbraba a apuntarse torneos de Grand Slam de forma habitual ... y su fin parecía aún lejos. Seis años después, pocos se aventurarían en pensar que el suizo, con problemas físicos ya en 2012 y a merced de la tiranía emergente de Rafa Nadal y Novak Djokovic, seguiría por el circuito, y muchos menos con la tranquilidad con la que se pasea y con la que aún es capaz de ser el mejor del mundo.
Ni un Marin Cilic encendido, con hambre del éxito que el de Basilea ya le arrebató en el pasado, fue capaz de frenar al único hombre en la historia en alcanzar los 20 torneos de 'Grand Slam', un hito que sí consiguieron en el pasado Margaret Court (24), Serena Williams, aún en activo, con 23, y Steffi Graf, con 22. Roger Federer venció a Marin Cilic, por 6-2, 6-7 (5), 6-3, 3-6 y 6-1, en tres horas y seis minutos y firmó su sexto Abierto de Australia (2004, 2006, 2007, 2010, 2017 y 2018), con lo que iguala a Novak Djokovic y Roy Emerson como los que más veces han ganado este título.
En un mensaje en redes sociales se proclamaba que todas aquellas personas que dieron por acabado a Federer entre 2012 y 2017 deberían pedir perdón. Disculparse por lo que resulta casi una ofensa al tenis. Tras casi cinco años estancado en los 17 grandes desde que triunfara en Wimbledon 2012, el suizo sumó dos entorchados más en 2017, uno en la hierba londinense y otro en Melbourne, y empieza 2018 revalidando el título en Australia. No estaba Nadal esta vez al otro lado de la red, pero el croata de Medjugorje dio guerra, aunque insuficiente para llevarse el título.
No fue esta una final bonita. Dicho sea de paso, podría calificarse de fea. Sin muchos intercambios largos y con demasiados errores no forzados, el partido subía y bajaba y se dividiría como las buenas obras de teatro en cinco actos, uno por set.
Un comienzo decepcionante apremiaba una final como la de Wimbledon, saldada en tres sets fáciles para el suizo, pero Cilic, con hambre en la mirada y fuego en la raqueta, igualó las cosas en el desempate del segundo set. El tercero supuso un mero trámite para Federer, apoyado en un primer servicio que estuvo excelso durante casi todo el partido (80% de primeros servicios ganados y 24 aces), pero que, en su único resquicio, casi le cuesta el partido. El número dos del mundo enfiló la final y se colocó 3-1 arriba en el cuarto, como hiciera Nadal el año pasado, pero la ventaja fue desperdiciada y Federer cedió cinco juegos consecutivos. El quinto set prometía emoción a raudales, pero Cilic, blando como un azucarillo, encogió el brazo.
Su victoria y la eliminación temprana en cuartos de final de Nadal le colocan a 155 puntos del balear, con la seria oportunidad de superarle en los próximos torneos, pese a que Federer defiende las coronas de Indian Wells y Miami (2.000 puntos). «Estoy feliz. Es un cuento de hadas, un sueño hecho realidad», expresó Federer tras levantar la copa e instantes ante de ponerse a llorar sobre la pista azul de Melbourne. Como ya le ocurrió en 2009, tras ceder ante Nadal. Sus lágrimas, acompañadas por las de su familia, con el público encendido y con Rod Laver grabándolo en su teléfono móvil, le cogen con 36 años, 20 grandes y la duda permanente de cuánto más seguirá aquí. Hasta entonces, simplemente disfruten.
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