Hazaña de Davidovich ante Djokovic en Montecarlo

Alejandro Davidovich (46º) ya tiene más batallas que contar a sus nietos, de las de verdad, sin exageraciones. Aquel niño prodigio que peloteaba en la pistas del Calaflores firmó otro hito en su carrera: doblegar nada menos que al número uno mundial. Lo hizo delante de todos los focos, en un torneo grande, en la segunda ronda del Masters 1.000 de Montecarlo, y tras un duro pulso en lo físico y una batalla mental no menos importante para no verse doblegado por los nervios de cerrar el envite. Lo tuvo medio hecho al menos en cinco situaciones muy favorables durante el segundo set. Parecía que otra hazaña se le escapaba por el sumidero (hubo precedentes este año ante Auger-Aliassime, Tsitsipas, Sinner o Shapovalov), pero esperó al tercer parcial, cuando menos se le esperaba, para batir a un Novak Djokovic que volvía a la competición mes y medio después en un extraño 2022 en el que sólo se le había visto en Dubái, ante su negativa a vacunarse contra la Covid-19.

Djokovic ha dejado a Marian Vajda y ahora viaja con Goran Ivanisevic, que ya le estaba asesorando. Era previsible un arranque atascado del tenista de Belgrado que no compite en arcilla desde junio, pero mucho tuvo que ver también el plus de motivación del malagueño, que tuvo opciones de ruptura en los tres primeros turnos al saque de su rival, y que estuvo muy firme al servicio. Con siete errores no forzados en la cuenta del número uno se llegó a un 4-1 con doble 'break', y ahí se vio ya una primera reacción del serbio, para el 4-3.

Era ahora nunca para Davidovich que a duras penas llegó al 5-3 y se encontró con la sorpresa de otro quiebre para llevarse el set, que dejaba unas estadísticas increíbles: 8-13 en 'winners' para el jugador afincado en Fuengirola (aunque todos los de Novak, de derechas) y 16-7 en errores no forzados para el pupilo de Jorge Aguirre, muy rápido leyendo las dejadas y más consistente desde el fondo. El viento, para colmo, cambiante, tampoco acompañaba en la monumental pista Raniero III de Montecarlo, en presencia incluso del presidente de la ATP, Andrea Gaudenzi.

El segundo set fue una montaña rusa. Llegó la prueba de madurez para Davidovich, que salvó una bola de 'break' al inicio y otras cinco en un juego de casi un cuarto de hora de duración que parecía crucial, pero no lo iba a ser. Muy deportivos ambos, aplaudiendo Djokovic algún punto de su rival y reconociendo bolas dudosas en contra (han compartido entrenos en la Costa del Sol), no pareció gustarle al serbio un saque bajo, que despertó su carácter ganador.

Era un 6-3 y 3-0, una situación idílica, pero en un santiamén Djokovic le puso igualdad con un 3-2, tras un juego firme al servicio y un 'break' con decisiones desastrosas de Davidovich, con el nerviosismo de tener que cerrar el partido. Volvió a estar cerca con otro quiebre para el 4-2, pero hubo 'contrabreak', ya con el rinconero con una rodilla y un nudillo de una mano sangrando por sus continuas caídas en plancha sobre la arcilla para salvar bolas imposibles. Dejándolo todo.

El choque entró en un deambular imprevisible. Del 4-4 a regalar medio set con tres dobles faltas seguidas, 4-5, pero un 'break' inesperado después para llegar al 'tie break' (el parcial de puntos del set era de 49-41 para el malagueño), en el que tuvo 2-0 y 4-2 a favor, pero el serbio lo cerró con un impresionante 'passing' (5-7). Había sido hora y cuarta de vaivenes.

Parecía ya imposible que anímicamente Davidovich estuviera para la empresa, pero comenzó con 0-2 y dos bolas para estar dos 'breaks' arriba. El duelo entró en otra dinámica. Djokovic estaba visiblemente cansado y el malagueño, mucho más entero, alargaba los puntos para salir victorioso de la mayoría. Derrengado el serbio, se llegó al 4-1, a la confirmación del saque, y a la ausencia de nervios, porque sabía que la victoria era poco menos que inevitable. Tocaba proeza. Ya se lo estaba mereciendo.

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