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Al tiempo que la sociedad internacional se solidariza con Ucrania, en torno a la poblacion rusa se ha creado un estigma, se esté o no directamente vinculado a los mandatarios o la oligarquía de este país. El tenista malagueño Alejandro Davidovich, de ascendencia rusa, ... vive por ello una situación incómoda desde las últimas semanas.
Figura relevante del deporte y consolidado ya en el 'top 50 mundial', es de largo el mejor tenista malagueño de la historia, con sólo 22 años. Fue campeón júnior de Wimbledon, cuartofinalista en Roland Garros la pasada campaña y acaba de debutar con el equipo español de Copa Davis. Su progresión no se ha detenido, aunque ahora cueste mucho más trepar en el competitivo 'ranking ATP' y sólo hay cinco tenistas más jóvenes que él en posición más aventajada, pero a día de hoy su apellido le genera ciertas incomodidades en el día a día.
Sólo quienes le han tratado más de cerca conocen que nació y se ha criado en tierras costasoleñas. Sus primeros años, en La Cala del Moral, y más tarde en Fuengirola. Su acento le delata, aunque su físico e incluso rasgos de su personalidad apunten a esa influencia eslava. Sus padres son rusos, aunque su progenitor, enfermo ahora, vive en Suecia, y su madre (que la aporta su segundo apellido, Fokina) sigue afincada en la Costa; de hecho, estuvo este fin de semana en Marbella siguiendo desde la grada el histórico debut en la Davis de su hijo.
Más allá de eso, Davidovich está al margen de todo ante una opinión pública que le confunde por su apellido. «Sin comentarios», sostuvo en la sala de prensa la pasada semana cuando se preguntó a los jugadores españoles por la exclusión de los rusos, vigentes campeones de la Copa Davis, del torneo, aunque se les permite seguir compitiendo en el ATP Tour, en una decisión un tanto salomónica adoptada por la ITF, que no coincide del todo con las de otras federaciones internacionales deportivas, más drásticas.
En su fuero interno, el rinconero puede sentir el fastidio de que por su apellido se le asocie con la ignonimia de una guerra en pleno siglo XXI. Precisamente ahora comparece en California (Estados Unidos) en el torneo de Indian Wells, y en cada rueda de prensa puede saltar en cualquier momento la molesta pregunta acerca del conflicto por parte del periodista internacional de turno. Se da el caso incluso de que Davidovich tampoco convivió toda su infancia y adolescencia con sus padres, que emprendieron caminos separados, y sus entrenadores han ejercido como familia adoptiva en muchos momentos de su formación.
La invasión rusa de Ucrania ha coincidido curiosamente, en el mundo del tenis, con un cambio de reinado en favor de un ruso, Daniil Medvedev, que se ha colocado como nuevo número uno mundial (el más alto de la historia, con sus 1,98 metros), el primero en muchos años ajeno al 'Big Three' (Novak Djokovic, Nadal o Federer) o incluso a Andy Murray.
Pero los tenistas rusos más destacados sí han tenido algún gesto sensible. Medvedev fue claro. «En momentos como este entiendes que a veces el tenis no es tan importante», dijo en Acapulco en sala de prensa al declararse el conflicto, y añadió que en su deporte, «bastante amistoso», todos están «por la paz». Andrei Rublev, otro 'top ten', escribió en Dubai en la lente de la cámara con rotulador, tras una partido un rotundo 'No a la guerra'.
«Mi manera de pensar es que algo de terceros les afecte con un parón profesional es injusto para ellos», se pronunció el español Roberto Bautista. «Todos los tenistas rusos han demostrado que están en contra de la guerra en Ucrania. Todas las decisiones van a ser justas o injustas», le secundó Pablo Carreño en una especie de consenso entre los tenistas 'top', entre los que quienes elevan más la voz son las jugadoras ucranianas
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