La noticia estuvo en la hazaña de ganar este martes en Montecarlo (6-3, 6-7 (5) y 6-1) a Novak Djokovic, ídolo de su infancia y luego compañero de entrenos en Marbella (fue invitado incluso a su casa en Sierra Blanca) y Torremolinos, pero quizás ha pasado inadvertido otro hito en la progresión de Alejandro Davidovich. Con sólo 22 años, ha cumplido su primer aniversario en el 'top 50', sin caerse de él, lo que no resulta nada sencillo a este nivel, al que no ha llegado nunca ningún tenista malagueño, y con muy pocos jugadores mundiales más jóvenes (se cuentan con los dedos de una mano) por delante.
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Fue el 19 de abril cuando Davidovich se situó por primera vez entre los cincuenta mejores del 'ranking ATP', y de ahí no se ha caído, pese a su plan de participar cada semana en los torneos más exigentes, sin ampliar el panorama de jugar más torneos en tierra y curtiéndose en pistas rápidas ante los mejores.
Conservar el 'top 50' no es irrelevante. Es el pasaporte directo a la práctica totalidad de torneos sin pasar por la fase previa. Davidovich llegó a situarse entre el 35º y el 32º entre junio y agosto, pero fue al final de este mes cuando alcanzó su tope, aupado por sus cuartos de final en Roland Garros semanas atrás.
En Montecarlo defendía nada menos que 180 puntos de 2021, al ser cuartofinalista (y lesionarse ante Tsitsipas), de forma que haber perdido ante Djokovic le habría hecho bajar al menos hasta el 54º. Ahora es el 48º en el 'ranking live', con opciones de situarse 44º si gana este jueves al belga David Goffin, su rival en octavos en el Masters 1.000 de Montecarlo. Contra él, precisamente quien le sucede en el 'ranking' (es el 49º) perdió en el único precedente, en hierba, en Hertogenbosch (Países Bajos), con un rotundo 6-2 y 6-0.
Una de las imágenes el martes estuvo en las lágrimas de emoción del entrenador de Alejandro Davidovich, Jorge Aguirre, al consumarse la victoria ante Djokovic. El guipuzcoano, que ha dirigido su carrera desde que el tenista era un adolescente, es otro de los grandes responsables, junto a su amplio equipo de trabajo, de todos sus éxitos.
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Normalmente poco impresionable, fueron muy significativas esas muestras de emotividad, que denotaban la importancia de que su pupilo hubiera competido tres horas con el nivel de exigencia que implica medirse a un número uno, por más que este acusara cierta inactividad. Aguirre acudió esta vez en solitario al torneo y, dado que el 'coaching' está prohibido en el ATP Tour, soportó estoicamente el sufrimiento de un duelo que se resolvió en los minutos finales.
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