El día que Finlandia jugó como local en Málaga

La selección de Finlandia vivió este martes una de las citas más importantes de la historia de 'su' tenis nacional. Llegó al Carpena con el cartel de 'cenicienta' y de equipo pequeño para medirse ante la vigente campeona, Canadá. Los fineses, especializados en pista rápida y a sabiendas de la dificultad del reto, contarían con una bala en la recámara que no se entrena y tampoco se compra: el calor de los suyos. Málaga esperaba una gran afluencia de fineses en las gradas de su Palacio de los Deportes, aunque no tantos como finalmente hubo. Fue una auténtica locura.

La organización cifró en 6.000 los aficionados nórdicos que este martes se dieron cita en el Martín Carpena, de los cuales en torno a 750 procedieron de la Costa del Sol (la peña malaguista finlandesa, ubicada junto al restaurante finés Uusi Refla organizó un desplazamiento en masa con catorce autobuses llenos) y el resto, de diferentes lugares del mundo. Málaga se convirtió en una sucursal de Helsinki.

El resultado fue sorprendente. Mucho más de lo esperado. Los nórdicos clavaron la cruz azul de su bandera en Málaga, monopolizando las localidades del pabellón (su rival, Canadá, sólo dispuso de un pequeño cacho de la grada) y rompiendo con esa imagen de serios y formales. Perdieron el primer partido, que enfrentó al canadiense Raonic con el finés Kaukovalta, aunque el 'factor cancha' del que gozaron fue suficiente para marcar la diferencia en el segundo duelo: el norteamericano Diallo no fue capaz de imponerse a un Otto Virtanen llevado en volandas por sus compatriotas durante la hora y 33 minutos que duró el segundo de los partidos. Forzaron el doble para terminar imponiéndose y obtener el billete a 'semis', que será el viernes de nuevo en el Carpena.

Los decibelios en el Carpena, un pabellón acostumbrado al jaleo gracias al Unicaja, una de las mejores aficiones del baloncesto español, no descendieron en este choque. El himno finés retumbó como si se tratase del del Unicaja. Para ellos, realmente, cualquier motivo era bueno para celebrar. Un bonito punto o un fallo nada más sacar. Con todo que ganar y nada que perder, puede que lo de menos fuese el resultado porque estar aquí ya significaba haber ganado. La seriedad, la formalidad y la compostura que caracteriza a la comunidad finesa se quedó este martes en casa. Sus gritos y sus celebraciones posibilitaron que cualquier transeúnte pudiese contar cada punto de los nórdicos desde las afueras del pabellón.

«Esto es impresionante, emociona ver el pabellón lleno de banderas de Finlandia y el ambiente, en general, hace que nos sintamos como en casa. Mis amigos han venido a Málaga desde allí sólo para esto y para disfrutar de la ciudad. Para nosotros esto es muy grande, porque es la primera vez que Finlandia entra en un 'top-8'», declaró uno de los miles que se congregaron allí.

Esta edición de la Copa Davis contó con el hándicap de no contar con la selección española. Uno de los temores radicaba ahí mismo. ¿Cómo estarían las gradas sin la anfitriona? La primera prueba de fuego se superó con creces. Un Canadá-Finlandia en Málaga que estuvo lleno de color. He aquí un síntoma más de la importancia de la Copa Davis, el campeonato tenístico más importante del planeta sólo por detrás de los Grand Slam.

La cita inaugural de las Finales de la Copa Davis estuvo repleta de detalles. Con la Ensaladera de fondo, presidiendo el gran salón en el que se convirtió el Carpena, desde una de sus esquinas. También se usó el deporte como escaparate para reivindicar la paz: salieron al campo con un cartel de 'no a la guerra' y la bandera de Ucrania fue lució desde la primera fila de uno de los laterales de la grada. Y si de testigos fue la cosa, Garbiñe Muguruza se sumó a este club disfrutando del partido desde el palco presidencial. Tampoco faltó la música dentro del pabellón: un 'DJ' se encargó de animar la fiesta durante los descansos.

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