Samuel 'La Esencia' Molina posa para la foto, en el gimnasio de Saga Heredia, uno de los grandes templos de boxeo en España. Salvador Salas

El puño de Málaga prepara el gran golpe

Samuel Molina está a una semana de defender su título europeo contra Sandy Messaoud, en una velada histórica en el Martín Carpena

Domingo, 9 de febrero 2025, 00:12

Su pelea más complicada y larga duró una adolescencia. Samuel Molina, criado en el Paseo de los Tilos, luchaba por evitar el destino que su entorno le había escrito. El barrio marca y el suyo estaba lleno de trapicheo, noches largas y una vida desestructurada. ... Ahora, cuando luce en su hombro el cinturón que le acredita como campeón de Europa, mantiene un tono de voz que transmite humildad y calma. El Martín Carpena se está transformando en estos momentos para la mayor velada de boxeo que se ha vivido en Andalucía y él mismo ayuda a colocar la moqueta para que todo luzca bien. Luego toma asiento en la grada que está justo detrás de una de las canastas y entra en el túnel del tiempo para rememorar aquel momento que, sin saberlo entonces, le iba a cambiar la vida.

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La primera vez que pasó por la puerta de Saga Heredia, una de las grandes forjas pugilísticas del país, se quedó enamorado de lo que vio. Jóvenes que, al moverse, parecían flotar sobre el ring. Jóvenes que, al golpear el saco de boxeo, creaban surcos del tamaño de un melón. «Enseguida me quise aumentar», recuerda. Samuel Molina, nacido en Málaga en 1998, era demasiado joven. Al menos lo era para los ojos de su madre, que le contestó con una negativa.

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«Pasó un tiempo», recuerda. Pero la estética y el lenguaje que hablan el boxeo le seguían seduciendo y Samuel volvió a la carga con su petición. «A mi madre le seguía sin hacer gracia, pero ya sabía que no había nada que hacer», precisa. Empezó a entrenar bajo la mirada de Boris Heredia. Hasta ahora. A Samuel se le iluminan los ojos cuando habla de él. Es mentor y figura paternal a la vez. «Yo vengo de una familia desestructurada», admite.

El boxeo le dio, entonces, lo que más necesitaba: una causa. Después vino la disciplina y el respeto por los demás. El saber que puedes hacer daño a otras personas en la calle, pero que jamás lo vas a hacer. «El boxeo son dos personas que se pegan en un ring, pero cuando acaba el último asalto se abrazan», señala. Traducido a la vida de Samuel, significa lo siguiente: «Soy la persona más pacífica del mundo».

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Falta menos de una semana para su mayor reto deportivo. La defensa del titulo europeo contra el francés Sandy Messaoud. En un escenario inédito, como lo es el Martín Carpena. Una pelea que será transmitida en varios circuitos televisivos. De vencer el próximo sábado, Samuel daría el salto a la estela mundial. Las Vegas, la meca del boxeo, le abriría sus puertas. «Voy a ser campeón mundial», reclama.

Si hay algo que ha aprendido por el camino, es que para que las cosas sucedan uno las tiene que visionar y creer en ellas. «Es el ejemplo que me gustaría dar a los más jóvenes. Que nunca piensen que no se puede», resalta.

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Inolvidable son para Samuel los momentos en los que estuvo a punto de tirar la toalla. Cuando se le pregunta por un ídolo, no sale a relucir Floyd Mayweather ni Muhammad Ali. «Mi ídolo es mi madre. Iba a dejar el boxeo y ponerme a trabajar de lo que sea porque hubo un momento en el que no le veía color. El dinero no sobraba en casa. Ella me dijo que no, que siguiera persiguiendo mi sueño y se puso a trabajar el doble», explica.

Rutina

Cuando Samuel no se encuentra en el gimnasio sale a correr. La soledad se convierte en una compañía agradable. Romper la disciplina se convierte en incomodidad. Madrugar, entrenar, comer bien y dormir las horas necesarias para recuperar. «No me pesa, al revés», niega con la cabeza. Las sesiones de sparring se controlan con lupa para evitar cualquier castigo innecesario o una posible lesión que echaría por tierra el combate.

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«Cuando me preguntan por quién es mi ídolo, es mi madre»

El ojo de Boris Heredia lo controla todo. Él sabe lo que es comerse manos innecesarias y no quiere que a su pupilo le pasa igual. Aunque el público siempre anhela un intercambio de golpes, Samuel resalta la importancia de la defensa. «Los combates se ganan si no te dan», tira una mueca. Cus D'Amato, quizá el entrenador más importante en la historia del boxeo, lo resumía así: «Aprender a golpear y a que no te golpeen a ti. Cuando eres capaz de hacer eso, entonces eres un profesional». Samuel lo ha interiorizado. El rostro tras sus combates es un fiel reflejo. Pocas veces se le ha visto un corte digno de consideración.

Tampoco cuando destronó a Jordy Weiss tras una batalla de doce asaltos. Como si en una partida de ajedrez, logró fatigar a su rival hasta dominar por completo la escena. Ganar por puntos en territorio del campeón siempre exige que la balanza se incline con claridad para evitar dudas y que los jueces barran para casa.

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Samuel Molina o 'La Esencia', que es su mote pugilístico. Cuenta con ese carisma que, desde siempre, fascina a los profanos que luego se convierten en testigos de época de grandes combates. Conversar sin prisas con un futurible campeón del mundo son las pequeñas clemencias que ofrece el oficio del periodismo, que también lucha por no sucumbir a las alcantarillas y tanto se nutre de historias como la de Samuel.

Elegancia, rapidez y perfección técnica. Así se define su boxeo. El Paso de los Tilos y el Palacio de Deportes Martín Carpena apenas están separados por algunos kilómetros. Pero el viaje hasta llegar aquí ha sido muy largo. El próximo sábado es noche de combates. Hay bolsas considerables y cámaras para captar esos golpes capaces de lanzarte a la fama.

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A Samuel Molina nada le va a hacer cambiar. «El dinero y las cosas materiales son pasajeras, van y vienen», dice. Es la mirada en el espejo, cuando uno está solo, la que hay que poder sostener. «No hay nada más trágico que el boxeador que se estrella no contra el rival sino contra sí mismo», dice.

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