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Ha muerto Paco Cañete. La noticia, inesperada, fue el triste amanecer del domingo, su día preferido, porque era cuando había fútbol, su gran afición, cuando jugaba el Málaga, su gran pasión. Cañete fue redactor de SUR toda su vida, y también ejerció su profesión en ... todas las emisoras en las que José María García llevó sus históricas madrugadas deportivas, al igual que hizo radio y televisión, con un programa en Canal Málaga que fue, como él, histórico.
Cañete era el último periodista bohemio. De esos que terminaban a las dos de la madrugada de trabajar y llegaban a sus casas cuando amanecía, algo que hoy puede parecer extraño pero que era norma de la mayoría de los profesionales de su época, en la que no habían ordenadores, ni redes sociales, ni móviles, y donde ejercer la profesión era complicado, mucho más que ahora.
Recuerdo que la primera vez que entré en SUR, el 1 de julio de 1977 (ya ha llovido desde entonces) a las dos primeras personas que traté fue a Manolo Castillo Casermeiro y a Paco Cañete, porque me enviaron a Deportes. Ya conocía al 'Viejo lobo', frase que de tan utilizada por él era como le llamábamos sus compañeros y amigos, porque en mi adolescencia, mi hobby de los veranos (en vacaciones escolares) era esperar a que el vecino Salvador Salas pasara con su coche por la parada del autobús del Camino de Antequera para que me llevara («¿vas a Málaga?», le decía ante su sonrisa cómplice) y si podía me enganchaba con él para ir a los toros, o al fútbol o a la puerta de SUR, en la Alameda de Colón, algo que me fascinaba. En tiempos de la feria, el gran Bori solía recoger a Paco Cañete y a Paco Cortés, 'Pacurrón', y sus conversaciones a tres bandas me fascinaban. No dudo de que ellos, los tres, hoy fallecidos desgraciadamente, fueron los forzadores de mi devoción y de mi profesión. Eran un caudal de noticias, de rumores, de historias. Era el periodismo en la máxima esencia, sin twitter ni facebook, ni gabinetes de prensa, ni nada… Tardes para la historia personal de un niño que, no lo duden, aprendió en aquel viejo Seat 131 lo que nadie en el mundo.
Con Cañete surgió pronto una amistad 'externa'. Porque Cañete era, ya lo he dicho, un bohemio. Y como buen periodista de los 60 y 70, gustaba de la noche, la aliada de una profesión que hoy cierra sus periódicos y sus informativos a horas que entonces se comenzaban a elaborar. Gran amigo de Manuel Merchant y de Manolo Povedano, propietario del Bar Estadio, el más pelotero que ha habido y habrá en la historia de Málaga, nos incorporó a José Antonio Frías y a quien esto escribe a sus salidas desde Doctor Marañón hasta el obrador de la panadería de otro gran amigo en calle Juan de Austria, Pepe Andrade, un singular personaje, gran persona, coleccionista de botellas de todos los tiempos de Vega Sicilia, para brindar con semejante vino y pan caliente a las tres, las cuatro o las cinco de la madrugada… Pan caliente y Vega Sicilia es un placer, lo afirmo. Un lujo. Fueron noches para la historia, noches de otros tiempos, noches de una Málaga que ya no existe, con muchos protagonistas que se nos han ido.
Cañete ha muerto. Y lo peor es que lo ha hecho como él no quería: solo. Porque a sus 81 años, con un estado de salud que se hizo muy delicado casi de la noche a la mañana (hasta casi el final estuvo colaborando en SUR con 'Las Cosas de Cañete') y que obligó a su internamiento en una residencia, por culpa de este maldito Covid-19, no podía recibir visitas, ni siquiera de su familia más próxima a pesar de los intentos de sus hijos. No obstante, nada hacía presagiar el fatal desenlace de esta noche pasada. Pero así fue. Ya no volverá a jugar al 'chiquilindongui' en Fuengirola, ni al dominó en Playamar con su amigo Eduardo Padilla, ni irá a ver a su 'ángel de la guarda' (así le llamaba) Antonio Jesús López Nieto, ni podrá ir a ver a su Virgen de Fátima, ni verá los tronos en la calle, donde le gustaba hacerlo, ni irá más a La Rosaleda, a ver a su Málaga. Otra baja en 'Los Trasnochi', el grupo que en Las Tinajas (en Cánovas del Castillo) tuvo su base, con grandes nombres de Málaga como Luis Merino, José Pastor, Federico Beltrán, Américo, Viberti y tantos otros… Ahora, en el cielo, estará despotricando del jeque y de lo que ustedes quieran imaginar, que tenía para muchos, haciendo tertulias con Juan Cortés, Merchant, Paco Moreno, Pepe Andrade, Juanito Gómez, Manolo 'barestadio', Ángel Castillo, Bori, Pacurrón y tantos otros. Y se peleará con Lancha y con Joaquín Marín. Y a Frías le dirá que deje de morder el 'bic', y a San Pedro le discutirá «porque se equivoca», porque disfrutaba con la dialéctica y con la polémica. Era todo eso y más: expansivo, 'discutidor', buena persona y muy (demasiado) generoso. Un grande. Un bohemio que nunca miró por sí para sí. Un periodista de raza. Un amante de una vida que al final no lo trató como se merecía, para nada. Bueno, la vida y unos cuantos con nombres y apellidos… allá ellos.
Descansa en paz, Viejo Lobo. El fútbol perdió un mediocre portero (así le gustaba definirse de sus tiempos de aspirante a futbolista profesional) y ganó un periodista de fuste, que como los grandes fue idolatrado y discutido, pero que hizo lo que pocos: forjar una marca, un estilo de vida, 'el cañetismo', algo tan sólo al alcance de los más grandes. Los Horizontes Infinitos te alberguen hasta que nos volvamos a dar un abrazo, que eso ni el puñetero bicho éste que nos asola lo podrá evitar.
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