La superioridad de Hamilton, un problema para la Fórmula 1

Hamilton está a un nivel de pilotaje perfecto, y a diferencia de otros años, su activismo ajeno a la pura competición no solo no le está distrayendo, sino que le está dando una motivación extra. El hexacampeón del mundo ha entendido que cuantos más éxitos deportivos consiga, más alto podrá elevar la voz para las causas que defiende, que van desde la igualdad racial hasta el veganismo, la defensa del medioambiente o la paz en el mundo.

El resto de competidores le miran con resignación. Montmeló, que tiene que negociar aún su continuidad en el calendario de Fórmula 1, dejó una carrera anodina, en la que Hamilton dobló a todos excepto a los que le acompañaron en el podio y que fueron los previsibles Verstappen y Bottas. El británico apenas tuvo problemas para gestionar los neumáticos, lo único a lo que tuvo que hacer caso durante la carrera. Ni el intenso calor, ni el temor por la lluvia, hicieron que sus opciones de victoria cayeran.

Es irónico, pero cuanto mejor hace su trabajo un equipo de ingenieros, peor es para el espectáculo. La labor de los responsables técnicos de Mercedes desde que entró la era híbrida en la Fórmula 1 ha hecho que los títulos caigan de manera casi casual, sin nadie que les pueda meter mano. Ni un Red Bull que tiene que tirar de estrategias geniales, ni mucho menos una Ferrari que suficiente tiene con no autodestruirse año sí y año también, ni qué decir de McLaren, que aún está en pleno proceso de reconstrucción tras el baño con napalm que les dio su asociación con Honda.

Es por ello que el resto de equipos están apretando las tuercas a la FIA con los reglamentos. No saben bien dónde está la gran ventaja de Mercedes, ya que son muchas, pero no les gusta ver cómo cada fin de semana es más previsible que sean de nuevo ellos los que acaben en lo más alto. Desde prohibir el sospechoso DAS, hasta quitarles el 'modo fiesta', ese mapa motor mediante el que aumentan el rendimiento de su motor durante una vuelta que usan en clasificación para consumar 'pole' tras 'pole'. Los responsables técnicos de Mercedes, con James Allison a la cabeza, han aprendido a ver más allá de la normativa y hacer propuestas totalmente legales según lo escrito y, por ello, les quieren castigar.

Darle todo el valor de los éxitos al coche no sería justo para Lewis Hamilton. Su compañero Valtteri Bottas lleva el mismo monoplaza y no está al mismo nivel. De hecho, solo hay que ver la clasificación general: si el W11 fuese el único argumento para su superioridad, ambos irían primero y segundo con aplastante ventaja sobre el resto. Lejos de ello, Max Verstappen, el mayor diamante cada vez más pulido que hay en la actual parrilla, es la mosca detrás de la oreja de los jefes de Mercedes, que ven cómo su previsible (al final lo acabarán logrando) doblete se complica. El neerlandés es el único que ha podido con ellos, y es el único que podrá. Bottas no está a la altura de las carreras de Hamilton, y esta es una realidad palpable en mil y un detalles, desde las salidas (el patinazo en Montmeló le costó el doblete a Mercedes) hasta la gestión de los neumáticos. Para alegría de Hamilton, tiene un compañero que le aprieta las tuercas, 'ma non troppo'.

Hamilton no solo es el favorito: es prácticamente el único candidato. El domingo batió el récord de podios de Michael Schumacher y salvo hecatombe, hará lo propio con el de victorias a no mucho tardar. Y a finales de este 2020 tendrá los mismos campeonatos que el alemán, momento en el que el debate que ya están promoviendo las autoproclamadas élites periodísticas británicas se abra a todo el mundo: ¿Es Hamilton el mejor piloto de la historia?