A Carlos Sainz le quedan poco más de dos semanas vestido de rojo, defendiendo el que, por su palmarés, es el equipo más grande de la historia de la Fórmula 1. Ferrari deja ir al español para apostar por Lewis Hamilton, toda una leyenda que ... ha marcado el devenir de los últimos 17 años en el Gran Circo. Siete Mundiales a sus espaldas y récord de victorias, poles y podios y la posibilidad de que esta sea la última oportunidad de contar con sus servicios han pesado más que todo lo que ha dado Carlos Sainz en unos años en los que la Scuderia se ha visto uno o dos puestos por detrás de la victoria.
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Ferrari no es un equipo fácil en el que hacer carrera. Ni siquiera Michael Schumacher en los años de gloria los tuvo, porque detrás de aquellos éxitos había un estado casi militar de trabajo en el que todos (empezando por él mismo) alcanzaron la excelencia. Los hay que lo saben llevar como parte del peso del escudo y los hay que no. Los hay que cada carrera acaban desquiciados mirando la agenda para ver cuándo les toca la siguiente llamada o consulta con el terapeuta que les ayuda a llevar la presión y los hay que, sencillamente, lo soportan. Entre los primeros está Charles Leclerc y entre los segundos, Carlos Sainz.
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David Sánchez de Castro
No se descubre nada si se habla de la paupérrima gestión de las carreras que realiza Ferrari. Es más probable que las estrategias salgan mal que bien. No hay más que mirar lo ocurrido este domingo, cuando ordenaron a Sainz entrar en boxes y, en el último instante, le dieron la contraorden porque no estaban ni los mecánicos preparados. Pero eso no fue lo más grave de lo que pasó o no al menos de cara a lo que pueden ser las dos últimas carreras de Sainz en Ferrari.
Más allá de que haber parado un par de vueltas antes le hubiera permitido al madrileño poder luchar (o no) con Russell, fue su actitud con Charles Leclerc lo que desquició al monegasco. Empeñado en creerse el papel de ser el elegido para devolver a Ferrari a la gloria (a veces lo es, a veces no), no es la primera ni la última vez que eleva el tono contra Sainz. Leclerc se queja de que Sainz no respeta los pactos entre pilotos, que no son más que órdenes de equipo preestablecidas. Si antes de la carrera se habla de que, en caso de necesidad ante la oportunidad, será Leclerc el que deba obtener ventaja y por tanto Sainz no deberá ni atacarle ni defenderse demasiado, debe cumplirse lo pactado.
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Ferrari no ayudó en absoluto. La estrategia propició un 'undercut' a Sainz que desquició a Leclerc. El español entró antes de lo previsto, lo que a la postre le benefició casi sin quererlo, y cuando el monegasco quiso devolvérsela ya era demasiado tarde. «Le dijimos que no te presionara», le aseguraron desde la radio a Leclerc. «Probad a decírselo en español», ironizó de réplica el '16'. Cuando cruzó la meta, fue mucho más claro, ante las tópicas felicitaciones de su ingeniero, fue un paso más allá. «Sí, hice mi trabajo, pero ser amable me jode todo el maldito tiempo. Ni siquiera es ser amable, sólo es ser respetuoso. Sé que tengo que callarme, pero en un punto siempre es lo mismo», dijo, antes de elevar aún más el tono.
Básicamente, Leclerc se queja de que no obtiene el mismo respeto que le exigen a él. Aunque estas cuestiones deberían resolverse de manera interna, ahora que Sainz se va de Ferrari ya no es necesario andarse con zarandajas ni buenas caras. No van a volver a luchar juntos, salvo una improbable vuelta del español a Maranello o un hipotético fichaje de Leclerc por Williams (o donde recale Sainz en un futuro). «Llevamos así cuatro años», desveló un Sainz que ni siquiera chistó mucho. Normal, dado que en este caso fue el beneficiado. «Charles y yo hemos ido rueda a rueda, no en todas las carreras, pero sí cada dos o tres carreras. Somos muy competitivos, estamos cerca en ritmo y siempre luchamos entre nosotros mientras también lo hacemos con los McLaren, Red Bull y Mercedes», intentaba calmar un Sainz que luego también afeaba a Leclerc que él hablara ante los medios de cuestiones que deberían lavarse en casa.
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Este ha sido un incidente más de lo que parece una rivalidad clara entre dos pilotos que estaban llamados a liderar un proyecto que no ha salido tan bien como se esperaba. Pero estuvieron casi 30 años sin ser amigos, no es necesario que lo sean.
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