Lewis Hamilton, con una camiseta reivindicativa en el podio de Mugello. Florent Gooden (EP)
Análisis

El activismo de Hamilton polariza a la afición

El británico subió al podio de Mugello con una camiseta reivindicando justicia para una mujer afroamericana asesinada, pese a que el protocolo de la FIA prohibe las manifestaciones políticas

DAVID SÁNCHEZ DE CASTRO

MADRID

Lunes, 14 de septiembre 2020, 14:23

A una carrera de igualar el histórico récord de Michael Schumacher de 91 victorias, Lewis Hamilton parece haber olvidado cuál es el motivo por el que es (y será) toda una leyenda de la Fórmula 1: ser piloto. El hexacampeón está llamado a romper todas ... las marcas, pero también quiere trascender fuera de las pistas.

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Este factor es el que está polarizando a la afición. Por un lado, los hay que le han convertido en un profeta del movimiento 'Black Lives Matter'. Ha conseguido que la organización de la Fórmula 1, que hoy obvia las flagrantes grietas de los derechos humanos en China y que antaño esquivó el apartheid en Sudáfrica (entre otros ejemplos), se involucre con una ceremonia para pedir el fin del racismo. Una ceremonia en la que, irónicamente, el propio Hamilton va por su lado al lucir una camiseta distinta al resto, pero mucho más concreta en el mensaje.

Al otro lado están los críticos. Hamilton ha convertido la lucha por la igualdad racial en su leitmotiv, algo que de momento no le ha hecho perder concentración, como demuestran sus incuestionables resultados. La beligerancia con la que ha agarrado la bandera de las protestas raciales en Estados Unidos le ha hecho afear a los pilotos que optan por no arrodillarse, caso de Carlos Sainz. La diferencia entre pedir y exigir va más allá de lo semántico.

Después de perderse la ceremonia contra el racismo de Monza, Hamilton dobló su escenografía en Mugello: no usó su camiseta del 'Black Lives Matter', sino que lucía un mensaje más concreto en el frontal. «Arresten a los policías que asesinaron a Breonna Taylor», rezaba en la parte delantera, con una foto de esta víctima de la violencia racista en Estados Unidos a la espalda. La mostró mientras se arrodillaba antes de la primera salida de las tres que hubo en el Gran Premio de la Toscana y después de ganar la carrera.

Esta última imagen es la que ha enrarecido el 'postpartido': la FIA establece un protocolo muy claro en la entrega de trofeos y en él se prohibe de manera explícita todo tipo de manifestaciones o mensajes de tinte reivindicativo que no sean aprobados previamente. El español Alejandro Molina, responsable de organización del podio, le advirtió que debía comparecer en el mismo con la equipación oficial de Mercedes, algo que Hamilton obvió. Objetivo conseguido: el mensaje pidiendo justicia por Taylor, asesinada de ocho disparos en un cruce de tiros entre su novio y la policía, se vio en todo el mundo.

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Límites

Cuando la NBA decidió boicotear varios partidos en la 'burbuja' de Orlando, Hamilton fue cuestionado sobre si él se plantearía hacer algo similar en Spa-Francorchamps, la siguiente carrera que tocaba. «Esto es Bélgica, no Estados Unidos y es un problema de allí», respondió. Ponerse una camiseta y arrodillarse sí, pero renunciar a una posible victoria (como se produjo) y sus puntos, no.

Los límites y limitaciones de Hamilton están claros. Si por él fuera, evidentemente acabaría con la injusticia racial, con la deforestación, la pobreza en el mundo y el consumo sin control de carne, que son sus focos (de momento) fuera de la Fórmula 1. Pero no puede: él solo es un multimillonario que viaja por todo el mundo para dar vueltas en un coche. ¿Qué más podría hacer que un gesto y una foto?

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Mercedes ha cerrado filas con su campeón, a la espera de que firme su renovación para 2021 y más adelante. «No es política, son derechos humanos básicos», se defendieron en las redes cuando un aficionado le reclamó un poco de 'correa' a Hamilton. La intención del equipo y del propio piloto es mantener su relación, al menos, un año más, lo que le daría la oportunidad de batir el número de títulos de Schumacher y, así, consagrarse de manera definitiva.

La creciente presión social a la que está sometiendo Hamilton tanto a su equipo como a la propia Fórmula 1, tarde o temprano, provocará un conflicto de intereses. ¿Cómo va a justificar Hamilton su activismo en circuitos como Baréin o Abu Dhabi, ambos propiedad de sendas casas reales cuyo respeto a los derechos humanos y, más concretamente, a las mujeres ha sido criticado en numerosas ocasiones?

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