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Quino Soler, en 2006, durante su etapa en el Balonmano Antequera. SUR
Quino Soler, la ilusión eterna de un campeón
Verano desde la grada

Quino Soler, la ilusión eterna de un campeón

Lleva casi toda su vida ligado al balonmano, un deporte que le llevó lejos de su tierra y le dio muchos éxitos a cambio. Ahora se reparte entre su negocio y su labor en el Antequera

FERNANDO MORGADO

Miércoles, 31 de julio 2019

Acaba de pasar unos días en Barcelona, donde ha podido ver a muchos de los amigos que conserva de la que fue «la etapa más importante» de su vida. Quino Soler (Málaga, 1973), se formó como jugador en el colegio Alfonso X y militó en las filas de aquel mítico Puleva Maristas, pero alcanzó la cima de su carrera en el Granollers y el Barcelona, donde formó parte del 'Dream Team' que coleccionó títulos de forma imparable entre 1996 y el 2000.

«Me fui de casa con apenas 20 años y en Cataluña pasé una etapa fundamental no sólo de mi vida deportiva, sino también personal. En esos años se forma una persona adulta y se establecen una serie de vínculos con personas que serán para siempre. Sigo en contacto con muchos de mis compañeros, no solo en Barcelona, sino también en el extranjero. Eso es lo más grande que te puede dar el deporte, la amistad después de compartir un vestuario», explica Soler, que menciona solo algunos de los muchos nombres propios con los que mantiene relación: Carlos Viver, Xavi Pérez, David Barrufet, Salvador Canals, Xavi O'Callaghan, el croata Venio Losert... y, por supuesto, con otro malagueño con el que coincidió en Barcelona y que hizo historia en el balonmano, Antonio Carlos Ortega.

«La amistad que surge en un vestuario es lo mejor que te puede dar el deporte»

Este está siendo un verano ajetreado para Quino Soler, que divide su tiempo entre su negocio, una ortopedia en Málaga, y su trabajo en el Conservas Alsur Antequera, donde desde 2012 ejerce de coordinador técnico. «Mi labor consiste en definir qué se trabaja en cada categoría y cuáles son los objetivos. Somos un club de cantera y nuestra principal meta debe ser que los jóvenes se eduquen en el balonmano. Trato de inculcarles la ilusión por ganar, pero también el respeto a saber perder», comenta Soler, que también forma parte del cuerpo técnico del equipo sénior como segundo entrenador.

Entre 2016 y 2018 estuvo al frente del banquillo del Ángel Ximénez de Puente Genil en la Liga Asobal, tras lo cual regresó a Antequera. Soler lleva casi toda su vida ligado al balonmano. «Solo tras mi retirada en 2010 estuve dos años desvinculado casi por completo del balonmano, y aproveché para conseguir el título de entrenador», apunta. Su adiós a las pistas fue en Pozoblanco, tras una dura derrota por penaltis en la fase de ascenso a la Liga Asobal. «Tenía dos opciones: seguir un año más o retirarme. Opté por lo segundo porque por mi negocio tenía que hacer muchos kilómetros y decidí que 20 años de carrera ininterrumpida en el balonmano eran suficientes», asegura el malagueño.

Una carrera que despegó en Málaga de la mano del Puleva Maristas, aquel equipo colegial que llegó a la primera división del balonmano nacional. «Sólo tengo buenos recuerdos de esa etapa. Cuando subí al primer equipo era juvenil de segundo año y mi padre tuvo que firmar unos permisos porque aún era menor de edad. En ese equipo fluyeron una serie de deportistas extraordinarios. Éramos compañeros de un club de colegio y eso era lo que nos hacía grandes. Únicamente los problemas económicos pudieron acabar con ese equipo», explica.

Su marcha de Málaga la precipitó el fallecimiento de Feliciano García-Recio, presidente del club. Sin el apoyo económico e institucional que este lograba para el equipo, el Puleva Maristas tuvo que renunciar a su plaza en la Liga Asobal. Soler partió entonces hacia Granollers, donde conocía a algunos compañeros de la selección júnior. «Tenía las ideas claras: trabajo e ilusión no me iban a faltar. El de 1994 fue el primero de muchos veranos fuera de casa. Me podía escapar poco. Por entonces no había billetes 'low cost' ni tanta planificación. Si ganabas, te daban un par de días libres. Cuando tenía muchas ganas de ver a mi familia y a mi novia he hecho locuras, como venir a Málaga en coche desde Granollers».

Exigencia

En 1996 fichó por un Barcelona que marcaría una época en el balonmano no solo español, sino europeo. Soler levantó allí, después de ganar dos Copas EHF en Granollers, tres Copas de Europa, tres títulos de Liga Asobal, dos Copas del Rey, tres Supercopas de Europa y dos Supercopas de España. «No fue difícil entrar en ese vestuario. Era el mejor club del mundo y por eso había una gran exigencia a la hora de trabajar y de competir. Nuestro único objetivo era ganar, pero el ambiente era muy normal. Eso sí, nos pasábamos el año del autobús al avión y viceversa. Ahora le doy más valor a los títulos», aclara.

Aunque dedica la mayor parte de su tiempo libre a su familia -Soler tiene tres hijos-, el lateral, que fue internacional absoluto en una veintena de ocasiones, ha encontrado una afición que para él es «una liberación». «Salgo en bicicleta siempre que puedo. Me gustaría ser mejor y tener las piernas de Alejandro Valverde, pero me toca sufrir y disfruto con ello. Antequera y Rincón de la Victoria, donde paso el verano, son dos lugares extraordinarios para el ciclismo», comenta Soler, que no oculta que en el futuro le gustaría entrenar en Málaga. «Pero no hay que pensar en ello. La vida da muchas vueltas y lo que me gustaría de verdad es que tanto Málaga como Antequera tuvieran un equipo en Asobal», matiza.

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