Olas de plata para Sarah Almagro

Sin perder la alegría en ningún momento, cuenta la historia de su vida, de cómo con a penas 18 años la meningitis le arrebató parte de los brazos y de las piernas, pero en ningún momento las ganas de seguir en el mar, donde lleva desde los cinco años haciendo bodysurfing en Marbella: «Mi actual entrenador se enteró de que yo era de su playa y que hacía surf. Cuando supo toda la movida de mi enfermedad me dijo que él volvería a meterme en el agua». Su preparador es un gran impulso para ella, en el sentido más literal de la palabra, ya que es con quien da los primeros pasos de la orilla al mar: «No tengo la movilidad ni la fuerza suficiente al no tener las palmas de las manos para impulsarme sola. Siempre necesito ayuda para entrar al agua y para todo lo que sea en el agua».

Entre el empujón de su entrenador y su ímpetu ha pasado de las playas de Málaga a las de California, en las que, más allá de la competición, ha vivido una experiencia con surfistas con distintas capacidades, donde un ciego ayuda a una persona amputada a ponerse las prótesis, en una playa perfectamente adaptada a todas las necesidades y donde todo es tal y como en las películas de surfistas americanos: «Los coches eran gigantes y los señores mayores iban con la barba blanca larga montados en las motos Harley. A mí me encantó. Es la primera vez que voy a Estados Unidos».

Otro gran momento que la convirtió en protagonista fue ser elegida representante de España, seleccionada para leer el juramento de los atletas y poder formar parte del desfile inicial en su debut en un Mundial: «Para mí fue todo un honor. Además, fuimos un poco pícaros en el desfile y, en principio, iba a ir una chica empujando mi silla de ruedas, pero al final fui yo andando empujando una silla vacía».

Aún con tantos momentos cúlmenes, la verdadera escena de cine que ha vivido en el campeonato, según cuenta, ha sido surfear con focas: «Una de las veces que mi entrenador estaba conmigo en el agua, mientras que él venía a recogerme, yo empecé a remontar sola y de repente levanto la cabeza y veo que hay una foca. Di un grito de emoción. Estaba flipando».

La vuelta en avión también fue todo un 'show'. Mientras Sarah llegaba al aeropuerto de Madrid, sus maletas con todas sus cosas, incluidas las medallas, estaban en Helsinki, Finlandia: «Hicimos de Los Ángeles a Madrid con dos escalas, perdimos un avión y se me extravió la maleta con la medalla y el portátil con un trabajo de la universidad que hice en Los Ángeles. Tuve que rehacerlo porque se me cerraba el plazo de entrega», explica entre risas y con el alivio de tener de vuelta sus pertenencias en casa.

Estudiante de Derecho

Sarah Almagro estudia Derecho en la Universidad de Málaga. En principio quería ser inspectora de Hacienda, ahora pretende redirigir sus estudios a algo enfocado al deporte para unir sus dos vocaciones. La subcampeona del mundo tiene, aparte de un nombre reconocido desde ahora en el mundo del surf adaptado, una fuerte presencia en Redes Sociales, aunque no le gusta el término 'influencer': «No sé, creo que tiene un significado como de subir solo fotos y ya está. Yo trato de visibilizar, de transmitir una normalidad en lo que puede no serlo. Yo intento hacerlo desde el humor, porque así parece que está mejor visto».

El brillo de sus ojos, similar a los destellos del sol sobre la espuma de las olas, dejan entrever que el camino hasta proclamarse subcampeona del mundo en surf adaptado, estudiar Derecho y continuar con sus proyectos ha tenido sus luces, pero también sus sombras tras la meningitis: «Lo he pasado muy mal y he tenido mucho miedo, incluso pensé que sería una inútil el resto de mi vida».

Hoy, con la medalla de plata en la mano, su perspectiva es diferente y habla del futuro, de lo que va a hacer y de lo que espera poder hacer: «Desde hace tiempo pienso escribir un libro, pero hay que tener tiempo y ganas de revivir el pasado, y cuando has tenido tanto miedo no es fácil».

En cualquier caso, termine siendo la escritora del libro de su vida o no, sabe que su historia debe ser contada para que otras personas tengan un ejemplo en el que verse reflejados: «Me gustaría empezar a hacer conferencias para transmitir el mensaje de que todo el mundo puede superar cualquier tipo de situación, que no hace falta ser Sarah ni nadie en concreto para poder superar las adversidades. Todo el mundo puede».