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Samuel 'La Esencia' Molina empezó a forjar su carácter en su infancia, que fue paradójicamente feliz y complicada. Creció en La Unión, en una familia ... desestructurada. Maduró pronto, aunque sin dejar de ser y de hacer cosas propias de un niño. Con 13 años probó el boxeo y hoy, con 25, puede decir que es campeón de España en tres pesos diferentes –ligero, superligero y superwélter–, con un récord vigente de 28-3-0 y 13 victorias por la vía del 'nocaut'. Consiguió el último de sus cinturones en la madrugada del pasado domingo, en su casa, Málaga. Ahora, en su semana de descanso, se sienta a disfrutar de un café para hablar sobre boxeo y también de la vida.
–¿Quién es Samuel Molina en lo personal?
–Un chaval muy tranquilo, trabajador, constante, disciplinado, respetuoso, familiar y muy amable. En esta vida hay que ser buena persona porque es lo que nos queda. La vida es amor, con tus padres, tus seres queridos y tus relaciones. Lo primero es sentir. Llevo varios meses con el desarrollo personal y me estoy dando cuenta de lo que hace. Me encanta estar con mi familia, mi madre, mis cuatro hermanos y mis sobrinos.
–¿Cómo era de niño?
–Siempre he hecho deporte. He estado en muchos equipos de fútbol hasta los 13 años que empecé con el boxeo. Estuve en el Malaka, en el Mortadelo... Era extremo izquierdo. Antes del boxeo probé también el taekwondo, siempre cambiando. A mi madre la tenía loca.
–Se crio sin padre.
–Sí. En parte le doy gracias a esa infancia porque en los momentos difíciles uno se hace fuerte, valora las cosas y madura. Fue alcohólico y he tenido una familia desestructurada. Creo que por eso ahora soy tan familiar y detallista con mi madre. Ahora le doy mimos, cuando antes sólo había peleas. Pero no me quedo con lo malo, siempre saco algo positivo. Ahora no hay nada que me derrumbe. De chico no tuve nada. Venía al boxeo corriendo. Llovía y no pasaba nada, me ponía una bolsa de basura para ir al gimnasio.
–Más allá del talento y el trabajo, ¿qué necesita un boxeador para poder vivir de ello?
–El equipo. Sin uno que gestione bien tu carrera es imposible despegar. Tengo la suerte de que me puedo emplear al cien por cien en esto. Ser bueno y no tener un buen equipo es como un Lamborghini en el desierto.
–Trabaja con la Saga Heredia. ¿Cuánto tiempo llevan juntos?
–Once años, desde los 14.
–¿De dónde viene su apodo?
–Recuerdo perfectamente ese momento. Estaba con Boris, mi entrenador, y su tío José Luis Heredia en el gimnasio. Yo no tenía apodo, y todos los boxeadores tienen uno. Boris me dijo que me iba a buscar uno y que le diese hasta esa noche. Me sonó el móvil a eso de las doce y leí 'Esencia'. Y me enamoró. Dice mucho, y desde ahí se me quedó.
–¿Qué son para usted su entrenador, Boris, y su mánager, Alejandro Heredia?
–Más que mi equipo son mi familia. Paso más tiempo en el gimnasio que en mi casa. Boris es mi hermano mayor y también mi padre. Es un ejemplo de todo y le agradezco muchísimo. Y a su hermano, Alejandro, igual, Me ha ayudado cuando he estado sin dinero, buscándome patrocinadores o directamente con el suyo. Estaré con ellos hasta el final.
–¿En qué piensa cuando sube al cuadrilátero?
–En la tranquilidad, en el control, la gestión del miedo y en que no me queda otra opción que ganar.
–¿Y antes de salir?
–En mi madre y mi familia. Escucho música tranquila, y después disfruto, porque es mi momento y sé que he trabajado muchísimo. Siempre con una sonrisa o un bailecito. La gente se puede pensar que es chulesco, pero sólo expreso la felicidad y la adrenalina que tengo.
–Sólo ha perdido tres veces. ¿Qué significan las derrotas?
–Una bendición. Son un aprendizaje tremendo. El invicto es muy bonito, pero lo que uno aprende de una derrota es fabuloso. A mí me encanta. La vez que más he ganado fue cuando perdí en Alemania contra un medallista olímpico. Tenía 22 años, era más inexperto y ese día cogí veteranía.
–¿Y las victorias?
–Una más. Estoy acostumbrado. Si embargo, saber que he hecho las cosas bien y que he perdido, me descuadra. Entonces te pones a analizar factores y aprendes.
–¿Es peligroso acostumbrarse a ganar?
–No, siempre y cuando tengas los pies en la tierra y sepas valorar las cosas.
–¿Cuáles son sus próximos retos?
–En agosto tengo un combate muy importante y en septiembre otro de los que más en toda mi carrera.
–¿Y contra quién le gustaría combatir ahora?
–A nivel nacional me gustaría enfrentarme a Jon Míguez. Sería un combate de igual a igual y en España habría mucha expectación.
–Se ha convertido en el primer andaluz y cuarto español en ser campeón de España en tres pesos diferentes.
–Me supone un orgullo. Y si lo hago en otra categoría sería el número uno. Nadie lo ha hecho.
–¿Se ve capaz de conseguirlo?
–Sí, en el peso wélter, que es el mío actualmente. No descarto el cuarto título, pero me gustaría poner la mira en Europa y saltar a Estados Unidos. Tengo mucha ilusión por boxear.
–¿Qué supondría combatir en Estados Unidos?
–Allí hay mucho apoyo de la televisión y se vende muy bien. Un combate allí me cambiaría la vida. Me podría comprar una casa. Me han llegado ofertas, pero no ha salido la oportunidad. Sabemos que llegará, aunque sea un poco más tarde.
–¿Algún sueño por cumplir?
–Todo deportista sueña con ser campeón mundial, pero lo que más me llenaría sería quitar a mi madre de trabajar y darle la vida que se merece. Sé que lo voy a conseguir. Y comprarme una villa con lo que gane del boxeo para poder vivir con mi familia.
–¿Por qué cambió de categoría?
–Porque el peso superligero se convirtió en un infierno mentalmente. Me sentía muy mal y me quedé sin ganas de pelear. Yo ya no podía competir en ese peso. Cuando el Campeonato de Europa de París oriné casi naranja antes del pesaje.
–¿Le gusta ver su cara en el periódico y en las noticias?
–Bueno, si es para ayudar a alguien, fomentar el boxeo y motivar a los niños, sí, porque les estoy dando una salida y una respuesta. Yo cuando empecé con 13 años no tenía referentes porque me dijeron que era imposible. Y ahora sí hay niños que se sienten capaces. Me siento responsable de ello y por eso tengo que cuidar mi imagen. Antes me pesaba más y ahora lo llevo mejor porque estoy trabajando en mí.
–¿Algún ídolo?
–Kiko Martínez, desde siempre.
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