Crispi, Pablo, Armando y Marta, posando para SUR en Carranque Isidro González
Fútbol y fútbol-sala

La saga Arriaza sigue muy viva en el fútbol malagueño

Tercera generación ·

Pablo y Armando, nietos de Pepe, impulsor del fútbol-sala, siguen la estela de Crispi, su padre, y compiten en el Atlético Malagueño y el Málaga Ciudad Redonda

Domingo, 8 de diciembre 2024, 00:11

Nacieron en el seno de un hogar en el que resultaba imposible no crecer con un balón entre los pies, sin embargo, son el perfecto ejemplo de que, aunque el talento pueda ser hereditario, siempre es necesaria una base sólida de trabajo que lo sustente. ... Pablo y Armando crecieron viajando por España y viendo a su padre entrenar hasta la noche para después desvivirse en el parqué. Pero es que, aunque de otra forma, él también vivió entre balones. Si hablamos de los Arriaza, todo buen aficionado al fútbol-sala malagueño conocerá perfectamente a esta peculiar familia que, ya en su tercera generación, aún sigue muy presente en el deporte malagueño.

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José Crispín Arriaza, uno de los cuatro hijos del mítico impulsor del fútbol-sala malagueño (fallecido este verano), Pepe Arriaza, es el protagonista de esta historia. Su padre, un pequeño empresario malagueño, fundador de Muebles Arriaza, dio su vida por el fútbol-sala. Primero creando un pequeño equipo sénior, 'La peña del duro', y acabando por poner en marcha una escuela con diferentes categorías bajo el sello de Electro Arriaza, con el ánimo de dar a los jóvenes de la zona un futuro diferente al de la calle. Como no podía ser de otra forma, los cuatro hijos de Pepe vivieron este deporte, especialmente uno, José Crispín, al que todos conocen como Crispi.

Crispi, Pablo y Armando.

Tras curtirse en casa, salió fuera de la provincia en 1998 para alistarse a las filas de un Ourense que ese mismo año ascendió a Primera. A lo largo de una década, pasó por clubes de todo el país (Caja Segovia, Valencia Vijusa, Azkar Lugo, Benicarló Onda Urbana, Leis Pontedra y de nuevo Valencia), siempre en Primera hasta que, en la campaña 2008-09 decidió volver a casa. Fue solo por un año, porque en la 2009-10 probó suerte una temporada en el Sala 10 Zaragoza. Ya a partir de la 2010-11, y hasta su retirada en 2019, se convirtió en uno de los adalides de un UMA Antequera (ahora Málaga Ciudad Redonda) que soñaba con ser grande. Junto al equipo de su tierra consiguió dos ascensos a Primera como jugador, pero una vez retirado y al frente de los banquillos junto a Tete, puede enorgullecerse de sumar un nuevo ascenso y el único título nacional en las vitrinas del equipo: la histórica Copa del Rey de 2022.

Ahora son sus hijos los que están defendiendo el apellido en las canchas. Pablo, de 21 años es central y uno de los capitanes del Atlético Malagueño que actualmente lidera en solitario el Grupo 9 de Tercera RFEF. Atraviesa su mejor momento, pleno de confianza, siendo uno de los jugadores con más minutos, fiel a la titularidad y autor de tres goles esta campaña. Armando, de 19, es ala del Málaga Ciudad Redonda y este año debutó en Segunda con el primer equipo, en el que ya es uno más. Viene de ser campeón de la Copa de España juvenil junto al equipo dirigido por su tío Carlos, un hito del deporte andaluz.

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Crispi con la selección, Armando y Pablo con su abuelo. SUR

Pero, ¿cómo fueron sus inicios? Fue durante su periplo en Zaragoza cuando Crispi y su mujer, Marta, apuntaron a sus hijos a la cantera del club. Sin embargo, fue ya en su regreso a Málaga cuando comenzaron a despuntar, ambos compaginando el fútbol con el fútbol-sala, en el Tiro Pichón y el club familiar, el Arriaza F.S. Eso sí, cada uno tomó un camino distinto. «En el segundo año de cadete ya fiché por el Málaga. El año anterior me llamaron una vez para entrenar con ellos y más adelante me llegó una carta del Málaga para que fuera a entrenar y probar, estuve con ellos una pretemporada y me ficharon. Luis Bueno fue quien apostó por mí. Fue muy ilusionante, al final es el equipo de tu tierra, un equipo referente y uno siempre sueña con jugar en el Málaga», relata Pablo.

Tras siete años en la cantera y tres ya en el Atlético Malagueño no puede evitar soñar en grande. «Mi sueño es dedicarme profesionalmente a esto», reconoce. De hecho, ya ha ido convocado hasta en tres ocasiones con el primer equipo de Pellicer y, aunque no ha llegado a debutar, sueña con jugar en el templo de Martiricos: «Es el equipo de mi ciudad, con el que siempre has soñado, siempre he ido al estadio y he seguido a los jugadores y hace mucha ilusión. Yo que he vivido lo que es estar convocado en La Rosaleda, es un ambiente único y que disfrutas muchísimo», valora el pivote. Aunque, cauto y centrado en el presente, explica: «Por ahora, estamos en buena dinámica con el Malagueño, guerreando mucho e intentando ascender».

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Crispi y sus hijos. ISIDRO GONZÁLEZ

Estudios y deporte

Eso sí, algo que tanto Pablo como Armando tienen claro, y en buena medida gracias a su madre, es que jamás deben dejar de lado los estudios, por lejos que puedan llegar. Así las cosas, Pablo es estudiante de Educación Primaria y Armando, de CAFYD. «A nivel de estudios siempre nos han exigido mucho para que siempre sigamos esa línea de compaginar ambas cosas; a día de hoy hemos entendido la importancia de esto, de tener siempre un plan B», explican ambos. A diferencia de Pablo, Armando se decantó por el 'sala', siempre se sintió más cómodo que con el fútbol-11. Y no se equivocaba, porque ha despuntado desde que recaló en el equipo infantil del entonces UMA. Esta campaña, ya es uno más del Ciudad Redonda de Segunda, con el que ya ha marcado. «En unos años me veo en la élite y compaginándolo con los estudios. Me gustaría jugar en Primera con el equipo y seguir los pasos de mi padre. Siempre he ido a ver al equipo desde que era un enano y estar ahora ahí metido es una ilusión tremenda», asegura.

No suele darse en el deporte de alto nivel el que padre e hijo compartan equipo (aunque uno de ellos esté en el banquillo), pero Armando no lo lleva nada mal: «Está bien porque él siempre ha sido mi entrenador así que lo vivo con naturalidad, aunque a mi siempre me dice más cosas a mejorar a que a los demás, es exigente, pero durante el partido soy uno más», cuenta. Rebosan orgullo dos padres que se han esforzado para inculcarles tanto la importancia del deporte como de los estudios y que llevan años separándose los fines de semana para arropar siempre a sus hijos allá donde jugaran. «Es un orgullo, pero sobre todo, nos enorgullece cómo se han desarrollado como personas, son educados, amables, además viven el deporte con mucha ilusión y eso nos da la vida. Les hemos inculcado que lo importante es la constancia, que si llegan o no a lo alto, vamos a sentirnos orgullosos igualmente», relata Crispi, que recalca la importancia de su mujer, Marta, que siempre estuvo ahí cuando él tenía que viajar por trabajo. Sólo queda esperar; por ahora, la saga Arriaza sigue estando bien representada en Málaga.

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