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'No hagas con los demás lo que no habrías querido que te hicieran a ti'. Esta máxima guía los pasos de Melquiades Álvarez, sevillano de nacimiento (Alcalá de Guadaíra, 1988) pero malagueño de adopción. Llegó a la piscina del Cerrado de Calderón a ... los 14 años para que Xavi Casademont le moldeara cara al ciclo olímpico de Pekín 2008 (decimoséptimo en 200 braza, su gran especialidad) y aquí reside siendo desde hace cuatro años entrenador en el Real Club Mediterráneo (RCM). A su lado está otro olímpico, Guillermo Mediano, y el trabajo se reparte por edades.
A 'Melki' –como le conocen– le corresponden los menores de 13 años, algún máster y la natación adaptada. "Estoy haciendo un trabajo para que los niños aprendan a disfrutar de este deporte, tener vivencias, llevarlos a los campeonatos, que caigan, se levanten... enseñarles todo el proceso. Se trata de aplicar lo que he aprendido e intentar no cometer los errores que se cometieron conmigo", comenta ahora el sevillano, emparejado con una torroxeña y ya afincado en la Costa.
Una larga experiencia en la natación, absorbiendo culturas y escenarios distintos (Cerrado, CAR de Sant Cugat y Jacksonville, en Florida) le ha dado para aplicar la metodología que considera más adecuada. "En EE UU se cree en el deportista. Aquí no, es un número, que mientras vale, bien, pero cuando no, lo desechamos. Aquí vivimos de la inmediatez. Los métodos de trabajo en España son superanticuados, volcados en las féminas y largas distancias. Si Mireia Belmonte prepara seis pruebas, el resto de nadadores se entrenan con ella. A nivel masculino se está produciendo un retroceso", afirma muy crítico. "A la natación española no le veo evolución. No veo normal que unos récord como los míos (es plusmarquista en 200 braza, con 2:09.69, en los Juegos Mediterráneos de Pescara en junio de 2019, y en 100 braza, con 1:00.45, en la misma cita) no evolucionen en diez años. Creo que no se está entrenando bien. Al deportista no hay que exprimirlo hasta que se va a la Universidad. Nosotros lo hacemos con diez años. Intentamos profesionalizarlos ya. Cuando llegan a los 14 se niegan, están quemados".
Después de más de un sinsabor en la natación, como cuando no se le permitió ir a unos Mundiales por decisión federativa (los de Barcelona, de 2013), Melquiades tiene claro que de este deporte es casi imposible vivir y que la presión pasa factura como en otras disciplinas. Pone el ejemplo del intento de suicidio públicamente reconocido por su excompañero Rafa Muñoz. "Desde los 14 hasta los 27, que me retiré, mi vida fue nadar, nadar, nadar... No te preparan para lo que viene después. Es normal que pasen las cosas que pasen. ¿Cuántos casos hay de suicidios: Yago Lamela, Jesús Rollán, Blanca Fernández Ochoa... Hay mucho abandono del Estado al deportista. Lo difícil es encauzar la vida deportiva luego, vivir de algo".
Afortunadamente , 'Melki' no se ha tenido que mover de la piscina, ahora la del RCM, que le da muchas satisfacciones, entre ellas las de la natación adaptada. "El agua es un medio ingrávido, así que tienen mucha libertad de movimientos. Una persona en silla de ruedas lo nota. Además, hacer ejercicio segrega hormonas y te encuentras bien. También tenemos nadadores con autismo, lo que nos permite introducirles en una rutina hasta estar estables", relata.
Las dificultades, las vividas en primera persona, le han permitido desarrollar una empatía con ellos. Y es que la carrera del sevillano tuvo un giro brusco a inicios de 2012, buscando la mínima para los Juegos de Londres. Entonces se le detectó una enfermedad rara (de esas con apenas un caso entre 100.000 personas) de tipo neurológico, el síndrome Parsonage-Turner: un brazo se le dormía en pleno esfuerzo deportivo. "Me ha dejado secuelas de por vida, pero siempre he sido muy burro. Me rehabilité, pero nunca pude ser el nadador que fui, aunque aun así conseguí ganar medallas internacionales. Lo asocio a la presión de tantos años. A raíz de esta enfermedad mucha gente me contacta hoy día para preguntarme, y de todas las edades, de año y medio, de 40... Entre los deportistas soy el único documentado", explica.
La carrera de Melquiades Álvarez, en este sentido, fue relativamente corta, pero no a contramano respecto al mundo de la natación, de alta exigencia. Él comenzó casi por casualidad en la piscina de 25 de Alcalá. "Odiaba nadar. Mi madre me llevaba arrastrando. Lo que me gustaba era competir y, cuando me lo ofrecieron, ahí se me encendió el chip. Desde entonces no paré", se sincera.
Precisamente en piscina corta logró la gran hazaña de su carrera, dos récords europeos en 200 braza (en Sabadell, con 2:03.46, entonces cuarta marca mundial de la historia) y luego en la Copa del Mundo de Berlín, en noviembre de 2019, con unos 2:02.67 que aún se mantienen entre los mejores registros actuales, pese a la evolución vertiginosa de la natación. Pese a todo, no se ve como un especialista en vasos de 25: "Fue por épocas. Siempre me gustó más la piscina larga. Destaqué en la corta, pero no la dominé del todo. No tenía esa seguridad".
Como tampoco la tiene para dar una fecha para volver a usar la piscina del RCM o la de Inacua, para cierta normalidad, en plena pandemia. La desescalada será lenta, y reclama paciencia: "Creo que a lo mejor se podrá volver en junio. Ahora mismo no hay que estar nervioso. Pensar que no nos estamos entrenando en ella no sirve para nada. La filosofía que impera en otros países de élite en este deporte es la tranquilidad. Cuando se pueda volver trabajaremos como burros. En realidad ahora no pierdes nivel, pierdes sensaciones. En tres o cuatro meses puedes recuperarlo. Los de ciclo olímpico lo pueden pasar peor". Y extrae lecturas positivas del confinamiento: "Nos va a servir a todos para aprender y darnos cuenta de lo que es la vida. Al final estamos en un circulo que no nos lleva a nada. Valoraremos más lo que tenemos, Nos está ayudando hasta a los técnicos a corregir errores y buscar nuevas fórmulas".
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