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Nacho Carmona
Domingo, 28 de enero 2024, 00:02
Blume es ese sueño americano que siempre han reflejado las películas. Un objetivo en la vida para muchos deportistas españoles en ciernes y la 'escuela' donde algunos de los mejores han forjado sus éxitos. Un Centro de Alto Rendimiento (CAR) emplazado en Madrid y un complejo con todo tipo de posibilidades en el que se hospedan cientos de deportistas de élite de multitud de disciplinas diferentes, entre los que se encuentra el benalmadense de 19 años Pablo Ortega, el nadador malagueño más fuerte del momento.
De pequeño vivió con la disciplina de un adulto y por eso hoy sueña a lo grande. Se mudó a Arabia Saudí con sólo nueve años por un cambio de destino en el trabajo de su padre, ingeniero de caminos. Allí vivió durante cinco años. «Con 13 años entrenaba alrededor de unas nueve sesiones semanales», cuenta. Su periplo en Medio Oriente fue el primero de sus puntos de inflexión, aunque su relación con la natación se forjó mucho antes, siendo casi un bebé. «Empecé en la piscina de mi casa. Mis padres me cuentan que con tres años ya me encantaba el agua. Se lo debo todo a ellos», rememora, a la vez que agradece.
Con seis ya nadaba en el Club de Hielo Benalmádena. «Mi entrenadora ya me decía que se me daba bien nadar a espalda», rememora sobre el que hoy sigue siendo su estilo preferido. Se alistó al Club Natación Fuengirola cuando aún residía en Arabia Saudita, para entrenar los veranos, como consejo del club de su localidad. Regresó a la Costa del Sol con la llegada de la pandemia y bajo la bandera de su nuevo club empezó a dar que hablar conquistando medallas en Campeonatos de España. En 2021 emprendió su segunda aventura internacional. Se fue a Noruega por el mismo motivo por el que recaló en Arabia Saudí siete años antes. Accedió a un Centro de Alto Rendimiento del país nórdico, donde se ejercitó junto a campeones mundiales y nadadores olímpicos, pero siempre regresaba a España a competir porque así se lo exigía la selección. Sus plusmarcas territoriales, de récord, lo llevaron hasta el CAR Joaquín Blume, donde se ejercita a las órdenes del entrenador británico Robert Greenwood, deportivamente conocido como 'Rob'.
Más allá de las metáforas, su sueño americano, el de verdad, tiene fecha y lugar. Para hacerlo realidad ha de avanzar en el calendario hasta el año 2028. El lugar será Los Ángeles y el motivo, los Juegos Olímpicos: el sueño de cualquier deportista. Blume es, más allá de un objetivo en la vida, un puente y un peaje hacia una meta que el propio Pablo Ortega tacha de «posibilidad real».
En el camino, no obstante, ha encontrado rosas y también espinas. «He pasado dos años un poco complicados, apartado del agua, pero ya estoy empezando a ver la luz al final del túnel», comenta acerca de los problemas digestivos que mermaron su progresión durante este último año. Su discurso destila madurez: «Los obstáculos son parte del camino, y lo que empezó siendo una piedra grande se ha terminado convirtiendo en una muy pequeñita».
La natación va acompañada de unos niveles de disciplina muy altos. «Nos lo exigen y nosotros también nos lo exigimos», afirma, reafirmando esa madurez tan evidente. Su rutina consta de unas 35 horas semanales de entrenamiento, más unos cuidados de descanso, sueño y alimentación. El «entrenamiento invisible», un aspecto que cataloga de «fundamental» a la hora de sacar ventaja a sus rivales.
Ortega cuenta cuatro convocatorias con la selección española entre la temporada pasada y la presente. Con el combinado nacional ha estado en Flandes, en Rotterdam (por partida doble) y en Ginebra, de donde regresó hace una semana. «Tenemos un equipo de apoyo inmenso. Se nos da lo mejor porque se nos exige lo mejor. Todo el que está aquí es porque sueña a lo grande. Yo sueño grande desde que soy pequeño y, como el de cualquier deportista, el mío es representar a España en unos Juegos Olímpicos».
En el horizonte divisa el Campeonato nacional, que se celebrará en tres semanas en la localidad catalana de Sabadell. «El objetivo grande es el clasificatorio para los Juegos Olímpicos. Lo prepararemos con 'meetings' internacionales», añade.
Se define como un nadador explosivo. De velocidad. De los cuatro estilos que ofrece la disciplina (crol o libres, braza, espalda y mariposa), él se decanta por espalda. «Mi especialidad es espalda y en pruebas que son más de velocidad, como 50 o 100, el 200 se me queda un poco más largo, aunque también es una distancia que está ahí», reconoce. «Luego, como pruebas secundarias, tengo 50 y 100 metros libres». Sus plusmarcas son 56:02 en 100 espalda y de 25:08 en 50 de ese mismo estilo.
A grandes rasgos, asegura que la natación española vive un momento «de auge» y modernización, en la que se están aplicando métodos de entrenamiento más intensos y se cuenta con entrenadores 'top' para seguir creciendo. A escala personal, recupera sensaciones a la vez que termina segundo de Bachillerato por un tema de convalidación de asignaturas. «Pasé de un colegio español a uno británico cuando me fui a Arabia y me bajaron un curso. En Noruega empecé el Bachillerato internacional, pero aquí no me lo convalidaban». A expensas de su decisión final, se ve estudiando algún grado relacionado con la economía. «Por suerte, siempre he sido buen estudiante», concluye.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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