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La vida de Nikita Terentiev (Zaporiyia, 2005) cambió diametralmente el pasado 24 de febrero. «Me despertaton a las cinco de la mañana los aviones rusos», recuerda desde esta ciudad del sudeste de Ucrania, séptima en población del país (algo más de 700.000 habitantes), que visitó poco antes del conflicto el Unicaja (cuando se midió al Prometey) y que fue una de las primeras en ser atacada por el país vecino. La familia de este joven deportista no tardó en tomar la decisión en firme de huir de la guerra, aunque el padre se quedó combatiendo por su país. Su esposa y sus hijos se dirigieron a la frontera con Hungría, a más de un millar de kilómetros, y desde ahí unos voluntarios les llevaron a Budapest, desde donde volaron hasta Barcelona.
Fueron tres días de odisea pasando hambre. Con los hoteles ocupados en la 'ciudad condal', tuvieron que esperar y tomaron otro avión a Málaga, donde fueron acogidos por Carmen Peña y Ken Hart, aunque uno de sus hermanos se encuentra ahora en Alemania. A través de un directivo del Real Club Mediterráneo con el que contactó su nueva familia, Nikita Terentiev, un prometedor velocista y espaldista en su país (tres veces campeón nacional en 50 espalda), entró en contacto con Guillermo Mediano, entrenador de la entidad y que después de décadas en la natación (fue olímpico en 200 espalda en Sydney 2000) no pudo evitar quedarse impactado con su talento.
Con su entrenador en Ucrania enrolado como voluntario en el conflicto, Nikita ha progresado a las órdenes de Mediano. El 23 de abril nadó los 50 libre en 22:56 en piscina larga en Fuengirola, gracias en parte a los nuevos tacos de salida de dicha instalación. Esa marca lo colocó en el primer puesto del 'ranking' mundial de su edad (los nacidos en 2005). No sólo eso. Hace unos días, en la piscina de 25 metros de la Universidad de Granada nadó en 21:91, lo que le coloca también como mejor registro de su categoría (júnior, los de 2004 y 2005) en la prueba estrella de la velocidad, el equivalente a los 100 lisos en atletismo.
Ambos cronos serían plusmarca de España y de Ucrania, pero en nuestro país se necesita un año de residencia para su homolagación, con lo que se da la paradoja de que el récord del club malagueño es más rápido que el de España vigente. Ahora se prepara para los Campeonatos de Europa júnior de Bucarest (en Rumania, del 5 al 10 de julio) y disputará allí tres pruebas con muchas expectativas, las de 50 y 100 libre y 50 espalda.
«Si hace esas marcas ya significa que es un adelantado. Lo normal es hacerlo cuando tienes más experiencia. Entre 24 y 28 años suele estar el pico de los nadadores. No es normal ese tiempo para su edad», admite Mediano, al que Terentiev iguala ya en altura, 1,85 metros. «Es un portento físico, y tiene que seguir creciendo. Es muy fuerte y potente, aunque no sea un culturista», añade, sin negar que está disfrutando de una forma especial con este 'regalo' que le ha tocado administrar en este momento.
Aunque no está siendo nada fácil este cambio de vida para Nikita, la piscina es una especie de terapia para olvidar unas horas. A Málaga llegó con una mochila. Sin más. La ropa deportiva y el material para la competición se lo prestan, aunque su entorno reclama el compromiso de instituciones o espónsores para ayudarle en los viajes y en su carrera deportiva en un trance tan complicado de su vida.
No cabe duda de que Nikita es un prodigio de la natación, pero también un ser humano que sufre. «Es difícil mantenerse alejado de la guerra. Leo en Internet las noticias a diario y me afecta», reconoce y no quiere hablar demasiado del pasado a preguntas de este periódico. «Casi todos los días hablo con mi padre, que está en el frente», admite también, pero son muchas las personas de su entorno familiar y de amistades que se han visto comprometidas en un tremendo éxodo humano (cifrado en cientos de miles de ucranianos) y de víctimas.
El azar le ha traído a Málaga, donde valora el día a día y lo que tiene. «Estoy adaptándome a la cultura de aquí. Me gusta mucho la ciudad. Me parece impresionante», afirma. Pese a su tez pálida, que le compromete, le encanta en especial el sol y el mar, aunque se plantea a medio plazo seguir su formación en Estados Unidos, una de las cunas de la natación mundial. «Domino bien el inglés y allí podría hacer una carrera (universitaria) mejor», explica, aunque aún le falten meses para ello. Su entrenador actual, ya ha abierto algunos contactos conocidos, después de meses de su vida allí.
Mientras tanto, Nikita Terentiev sigue tratando de olvidar dando brazadas al agua. Y se empapa como una esponja de las enseñanzas que recibe, lo que distingue a las grandes estrellas del deporte. «Hay correcciones técnicas que normalmente le cuestan a un deportista, pero él las coge el vuelo, como las posiciones de mano en las salidas; lo que le dijimos sobre los últimos quince metros, tras el análisis con el biomecánico de la Federación Española, y el que apriete al tocar la pared...».
¿Y cómo digiere su enorme talento el nadador ucraniano? ¿Le sorprende ser el número uno mundial de su edad? «En natacion nunca nada es esperado, especialmente en estilo libre. Nunca sabes... No tienes que estar 'sobrevisualizando' la prueba, sino que se trata de un equilibrio de relajación y de concentración... 'El arte del esprint', puedes titular así...», le comenta a este periódico.
Nikita es un chico de costumbres fijas, como la de desayunarse ocho huevos diarios, en una gran ingesta de proteínas. Y no se fija metas sencillas. «Me gustaría batir el récord del mundo de 50 metros, más que una medalla olímpica», asevera, y reconoce que su referente en la natación es su compatriota Mijailo Romanchuk, medalla de plata en los Juegos de Tokio en 800. Encantado con las instalaciones del Real Club Mediterráneo, sólo el calor en el vaso cubierto le atormenta. Eso y las balas de la guerra. Una contienda difícil de asimilar bien entrado el siglo XXI.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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