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En su interior sabe que necesita un descanso físico y mental, y cuenta los días y las horas que le quedan para sus merecidas vacaciones (aunque sean sólo dos semanas). Pero, por otro lado, su gen luchador impide que abandone la competición sin agotar su ... último cartucho. Natalia de Miguel se enfrenta, a partir de este domingo, a su última cita de la temporada: el Mundial de remo de Praga (República Checa), en el que volverá a representar a España en el skiff individual, la misma embarcación con la que este año consiguió su primera gran medalla internacional absoluta: el bronce de la primera Copa del Mundo.
Hoy domingo comenzarán las rondas eliminatorias y durante la semana próxima se desarrollarán la repesca, las semifinales y las finales A y B (estas últimas, el viernes). Tiene sentimientos encontrados la malagueña. Y es que tras la alegría y la euforia de su bronce internacional ha pasado por una etapa de frustración por los malos resultados. En las siguientes citas internacionales, la última, el Europeo absoluto, se quedó muy lejos de su mejor versión, y por lo tanto, de la lucha por las medallas. Después de tantos entrenamientos y preparación, le costaba asimilar que los resultados no llegasen, y la cita continental fue la gota que colmó el vaso. «Después del Europeo, que no salió como quería, tenía dos opciones: o dejar de remar ya o volver a intentarlo. Llegué a España y me puse a entrenar como una loca y ahora me encuentro mucho mejor físicamente», relata. Pero fue anímicamente fuerte, se dio una segunda oportunidad y decidió cerrar la temporada remando una vez más. «He conseguido no darle muchas vueltas al asunto. No he hecho buenas regatas últimamente, me ha afectado psicológicamente porque no era capaz de sacar mi rendimiento ni mi carácter, porque también llevaba la presión de que mi intención era luchar por las medallas».
A esta agonía psicológica añade, literalmente, su mala fortuna. La remera del Real Club Mediterráneo ha pasado la Covid hasta en tres ocasiones: en agosto del año pasado, de nuevo en diciembre, y por última vez, en la Copa del Mundo de Lucerna del mes de julio. Así explica su última experiencia con el virus: «No sé hasta qué nivel me ha podido afectar la Covid, pero lo pillé en Lucerna por tercera vez. Después de aquella Copa del Mundo en la que cogí medalla, llegué supermotivada a la siguiente. Intenté meterme en la final, quería siempre más», comienza. De Miguel continúa señalando los síntomas que desarrolló entonces: «Me encontraba cansada y empezaron a darme calambres musculares. Yo creía que eran los nervios previos a la competición o que estaba deshidratada, pero me pareció raro. Me empezó a doler la espalda, el cuello… Incluso tuve que ir a Urgencias. Después me seguía doliendo la cabeza, me sentía muy cansada, me notaba el pulso muy alto… Tuve fiebre y ahí ya supe que iba a dar positivo».
No le falló la intuición. Era su tercera recaída, la que además cree que le llegó a afectar emocionalmente: «Estuve dos semanas mal e incluso a nivel mental, no sé por qué, me sentía extraña, triste. Hablando con otros deportistas que también lo cogieron, me dijeron que también les afectó a nivel mental…». Fue un cúmulo de sensaciones quizá, un bache al que llegó sin quererlo y al que se unieron los efectos de la enfermedad, que a su vez asegura mermaban su rendimiento físico y le hacía sentirse incapaz de competir al más alto nivel. La pescadilla que se muerde la cola. «Últimamente siento que no soy capaz de dar el cien por cien en competición. En los entrenamientos me vacío siempre. Así que en este Mundial voy a ir, principalmente, a disfrutar», reconoce.
Acude a la cita a disfrutar y a centrarse en sí misma para resarcirse deportivamente. «Mi objetivo en el Mundial es disfrutar, intentar hacer buenas regatas y conseguir un rendimiento bueno contra mí misma. Creo que estoy preparada para hacer mis mejores tiempos. Voy a ir a mejorarme, lo que hagan las demás no lo puedo controlar». De hecho, asegura que, en estas últimas semanas en las que ha permanecido concentrada en el lago de Bañolas (Gerona), ha firmado sus mejores tiempos en el skiff. Además, cabe indicar que está siendo su embarcación esta temporada, pero su bote habitual siempre ha sido el doble scull.
La conclusión a la que llega la internacional malagueña antes de que arranque la cita checa es la siguiente: «Este es un año de aprendizaje». Un año de cambios y readaptación tras el fin del ciclo olímpico de Tokio (se quedó a las puertas de los Juegos) y antes de comenzar el nuevo, con destino a París 2024. Aunque este nuevo calendario comenzará a planearse después de sus vacaciones y, sobre todo, después de este Mundial. Será su última cita individual de la temporada, aunque explica que también competirá más adelante en remo olímpico junto a su pareja, el olímpico y laureado Jaime Canalejo.
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