Natalia Fischer, la ascensión del infierno a la gloria
Ciclismo ·
La esteponera, bicampeona europea de cross country marathon y ganadora de los 101 de La Legión vuelve a sonreír tras sufrir una dura depresión: «He pasado de estar en la mierda a sentirme competitiva»
Salir del infierno no es nada sencillo, sobre todo cuando es una misma quien se lo impide. Natalia Fischer siempre fue una niña diferente, pero gracias a la educación de sus padres y a su propia forma de ser logró llevar una vida normal. A ... pesar de su nerviosismo, estudiaba (comenzó Medicina y ahora estudia Osteopatía), disfrutaba con su familia y amigos y usaba el deporte como desahogo. Era incapaz de vivir sin él. Sin embargo, su cuerpo y mente cada vez le pedían más. Pasaban los años y era incapaz de relajarse en el sofá, mantener largas conversaciones sin empezar a pensar en otras cosas, permanecer sentada unas horas estudiando o leyendo, o sencillamente, tomando algo en una cafetería.
Ya desde pequeña se le diagnosticó TDHA o, lo que es lo mismo, trastorno por déficit de atención e hiperactividad, pero creía que el deporte se convertiría en su salida y le ayudaría a mejorar. Sin embargo, la presión de no querer defraudar a su equipo, de luchar por seguir sumando éxitos, por intentar buscar el billete olímpico aunque no fuera en su modalidad estrella y la frustración por pasar tantos meses a la sombra, lesionada, le hicieron explotar. Todo lo que llevaba dentro salió a la luz… Y por desgracia, de la peor forma.
La esteponera de 30 años es considerada la mejor ciclista española de la historia en la modalidad de cross country marathon (carreras de montaña de larga distancia), siendo su mayor logro su bicampeonato europeo de esta modalidad, entre otros muchos méritos. Sabe lo que es lidiar con la presión desde hace años, sobre todo porque como profesional que vive de ello siempre quiere dar lo mejor de sí. Pero la vida le dio un duro aviso el pasado verano. Se encontraba en el Europeo de Francia, su regreso por todo lo alto tras largos meses en el dique seco, recuperándose de una fractura de vértebra en una competición en agosto de 2022. Apenas media hora después de comenzar la prueba, tuvo que abandonar. «Me dio un ataque de ansiedad, tenía taquicardias y no podía respirar», recuerda. Ahí comenzó su calvario.
El inicio del calvario
«Tuve que parar porque me sobreentrené. Creí que entrenando más horas iba a mejorar antes. Todas mis analíticas estaban alteradas, con fallos en riñones e hígado y eso me llevó a una depresión. El querer competir y no poder, sentirte frustrada por no poder hacer nada… Eso me llevó a un declive mental. He estado con psiquiatra, medicada y todo. He estado a punto de dejar la bici…», comenta ahora, ya con más perspectiva de lo sucedido.
Retrotrayéndonos a su pasado, llega a la conclusión de que este estado que ha atravesado y sigue superando no se ha dado de la noche a la mañana. «De pequeña ya me diagnosticaron TDHA, pero entonces nunca tomé medicación», explica, incidiendo en que su problema ha ido a más con la edad. «En la edad adulta ya me afectaba en todo: en los entrenos, en hablar con una persona... No podía mantener una conversación, era muy difícil mantener la atención, descansar… No podía estar quieta», reconoce. En su descenso a su infierno personal comenzó a ver la luz al tratar con una psicóloga y una psiquiatra, con las que sigue trabajando: «He estado y sigo estando medicada para la hiperactividad y luego estoy con antidepresivos, eso me ayuda a salir del bache. Poco a poco me irán retirando la medicación a medida que vaya avanzando», se sincera.
«Estoy medicada para la hiperactividad y con antidepresivos. Eso me ayuda a salir del bache y ahora soy otra persona»
Quiere romper con los tabúes que siguen reinando en la sociedad, y hacer ver que el suyo no es un caso aislado, que muchos no se atreven a reconocer que tienen un problema y necesitan ayuda. «Ahora, con la medicación, soy otra persona, soy una persona normal, ahora entiendo a la gente, puedo estar concentrada, sentada, descanso más… Mentalmente estoy mucho mejor, estoy bien, pero tengo que seguir con la terapia, no puedo dejarlo», explica sobre su cambio. E incide: «Hay mucha gente que no sabe lo que tiene, yo tampoco veía que estaba mal hasta que exploté y lo acepté. Ahora tengo ganas de seguir compitiendo y hacer las cosas bien».
Su fortaleza, entereza y el apoyo de los suyos ha sido crucial en esta batalla con las sombras, y ahora, al fin está viendo la luz. La esteponera volvió a llorar de alegría la pasada semana. Se lanzó a disputar los 101 kilómetros de La Legión, en Ronda (para participar tuvo que presentar numerosos informes médicos y pasar por un jurado), una prueba con la que tenía una espinita, en la que nunca había participado, pero en la que sí acudió como público, siendo una niña, para recibir a su padre (ciclista 'amateur') en la línea de meta.
No podía creer que tras tanto esfuerzo, en su debut, acabara coronándose en la modalidad de mountain bike (en 4 horas y 49 minutos). El caluroso aplauso de miles de personas, y sobre todo, el abrazo de sus padres tras cruzar la meta, fue su renacer. «Le di una segunda oportunidad a mi carrera, además, siempre he recibido el apoyo de mi equipo (Scott Cala Bandida), y en ello estoy. Cuando gané los 101 me emocioné. Pasé de estar en la mierda a volver a sentirme bien, competitiva. Me liberé mucho, ha sido un punto de inflexión para volver para arriba. Yo quiero seguir, esto es sólo un bache». Si antes ya era todo un ejemplo como deportista, ahora, se ha convertido en un ídolo.
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