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A los deportistas de élite también les puede tocar la lotería. La dicha es mayor aún en el caso de disciplinas no tan profesionalizadas como el remo. En la vida de Adrián Miramón (Benalmádena, 1991) hay un antes y un después del 13 de octubre, un viernes para los más supersticiosos. Es como si le hubiese sonreído el Gordo. El 'beach sprint', novedosa modalidad de remo de mar en la que está considerado el mejor especialista mundial, entró en el programa olímpico cara a Los Ángeles 2028 junto al béisbol, críquet, lacrosse, flag football y squash.
«Para mucha gente su sueño es que le toque la lotería. Para mí poder ir a unos Juegos Olímpicos es el sueño de mi vida. Ganar sería increíble ya. Después de eso ya me podría morir tranquilo», se sincera en una charla con este diario, en la que analiza, un par de meses después de la buena nueva, qué está cambiando en su vida. Hay que recordar que Miramón es el único remero con dos títulos mundiales en 'beach sprint' entre las cuatro ediciones celebradas de esta prueba anual. Ganó en 2019 en Shenzche (China) y hace unos meses en Barletta (Italia). Además, ostenta una plata europea en doble mixto (clase también olímpica) y dos oros en los Juegos del Mediterráneo (en individual y relevo mixto).
La pregunta a estas alturas es obligada: ¿Y qué es el 'beach sprint'? Esta disciplina consiste en realizar una carrera corta a pie en la arena de la playa (en torno a 100 metros) y subirse a la barca y remar durante un recorrido de 500 metros de ida y vuelta, en el que es clave el giro de 360 grados, hasta regresar a tierra, donde se repetirá el sprint a pie hasta cruzar la meta en el menor tiempo posible. El esfuerzo, muy anaeróbico, suele durar menos de dos minutos, en mangas en las que se retan de forma eliminatoria dos remeros y que se pueden (de hecho, se suelen) decidir por décimas de segundo. Competir en mar implica tener que saber manejase con las olas y el viento, algo que Miramón domina muy bien, hasta el punto de que se desenvuelve mucho mejor en escenarios con peor mar.
Puede causar sorpresa que el Comité Olímpico Internacional se haya decantado para su programa por una modalidad que no sólo incluye remo para engrosar el programa de este deporte. Se suma así al que se practica en lago y se ha aparcado la submodalidad de remo de mar de larga distancia. Miramón lo justifica así: «Este es más televisivo que el de resistencia, que suele durar algo menos de media hora (son seis kilómetros). Si el espectador no entiende de remo, la regata podría ser aburrida. El 'beach sprint' lo tiene todo. Es fácil de organizar la cobertura televisiva (con tomas desde drones) y en una hora haces todas las rondas».
Eso sí, aporta también un punto de suspense en su desarrollo. «Al ser una prueba tan corta, cualquier detalle te puede marcar. Lo bonito es que tienes que hacerlo todo perfecto. A mí, por ejemplo en la última final del Mundial se me salió en parte el carro (el banco móvil sobre el que se coloca para remar, ya que la modalidad no es de banco fijo), pero afortunadamente no se me salió al completo, porque si no estarías fuera de la competición. Y en la final del Europeo calculé mal al salir de la barca y no hacía pie aún, por lo que perdimos el oro (junto a la alicantina Nadia Felipe en el doble mixto)», relata.
Para Miramón, con buenas fuentes en la FISA (la Federación Internacional de Remo), no ha sido una sorpresa esta decisión del COI, pero tuvo dudas cuando el organismo fue posponiendo de junio a septiembre, y luego hasta octubre, el anuncio. Ahora se prepara para un reajuste de su programa de entrenos y de su vida. Para empezar, ha dejado las traineras, en las que competía en el Norte de una forma casi profesional, a sueldo de una entidad (muchos años el Kaiku), pero que le mantenía ocupado de noviembre a septiembre cada temporada.
Además, este 2023 ha sido un año de transición con su preparador (Carlos Aparicio, de Santoña) en sus entrenos en remo de mar desde la disciplina larga (en la que tiene cinco títulos mundiales y sólo una vez se quedó sin podio en un Mundial) a la de 'beach sprint'. «Venía de diez años de hacer entrenamientos de larga distancia. No queríamos un cambio tan brusco. Los entrenos no serán con series tan largas, y ahora se trata de aprender a asimilar más el acido láctico», resume este atleta de 1,86 metros, con 78 kilos en competición y una capacidad de sufrimiento, medida en pruebas de esfuerzo, casi sobrehumana: su umbral está en el 93%, cuando otros deportistas se desempeñan entre el 75 y el 80%. Tampoco es manco en la carrera sobre la playa (hundiendo pies en la arena), ya que llegó a estar un tiempo de canterano en el Cueva de Nerja, en 400 metros, entrenado por Juan Sarria.
Pese a ser el gran dominador mundial en 'beach sprint', hay cinco años por delante para vender la piel del oso antes de cazarlo. Él llegará con 37 años a Los Ángeles. «Estoy muy feliz, pero con los pies en la tierra y habrá que ir año a año, poco a poco», afirma, y no se ve para un sólo ciclo olímpico, pues quiere prepararse al menos más de uno. La competencia crecerá. «Se va a subir el nivel. Si hay 18 o 20 remeros destacados por arriba, a partir de ahora va a haber 30 o 40, pero lo que destacan de mí es lo difícil de mantenerte tantos años ahí. Los compañeros en los podios no son siempre los mismos», argumenta, y cita en especial a dos de ellos como principal competencia a día de hoy, ambos olímpicos en remo tradicional: el estadounidense Cristopher Bak, que ganó el Mundial de 'beach sprint' de 2022, y el italiano Giovanni Ficarra, ganador en 2021 y segundo en 2023, ambos algo más jóvenes. Estados Unidos, anfitriona en Los Ángeles, Francia, Italia y España son las mayores potencias en la disciplina.
Para Miramón 2024 tiene que ser un año de repetir éxitos cara a entrar en 2025 en un nuevo ciclo olímpico con becas del ADO y el Plan Andalucía Olímpica. De momento no tiene patrocinadores y le apoyan el Ayuntamiento de Málaga (desde 2018) y la Diputación con ciertas ayudas que no cubren, lógicamente, todas sus necesidades. Su club es el Raspas del Embarcadero, de Getxo y su vida discurre entre Vizcaya, Santa Pola (Alicante) y Málaga, donde usa las instalaciones del Real Club Mediterráneo (RCM), aunque hace muchos años que dejó de competir para él, al no cubrirle ciertos gastos en la competición.
Además, el remero malagueño representa en España y Portugal, gracias sus contactos, a la empresa irlandesa Kanghua, que fabrica botes de remo y material de la especialidad, como una forma de generarse ingresos, aunque no le puede dedicar todo el tiempo que le gustaría.
¿Sería imposible ver a Miramón en Los Ángeles en 2028 militando en el RCM? «Imposible no hay nada. Mi relación con el presidente (Eduardo Cestino) es muy buena, pero en el Norte los clubes son más profesionales, por así decirlo, y aquí son más sociales, y eso para mí es una problema, aunque cada uno tiene que pensar en lo suyo y hay que entenderlo. En España tenemos a Mireia Belmonte, que se ha tenido que ir a otros clubes que le han ayudado más», expone el remero, candidato a un oro olímpico que no logra un malagueño desde 1996, cuando la regatista Theresa Zabell lo ganó en 470 junto a Patricia Guerra.
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Ignacio Lillo | Málaga
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
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