Una malagueña en la élite nacional

A sus 17 años muchos pensarían que está comenzando su verdadera carrera deportiva. Sin embargo, la malagueña Mireya Valle lleva desde los cinco compitiendo por toda la geografía en una de las modalidades más exigentes física y psicológicamente, la gimnasia rítmica. Entre sus logros, nueve títulos de campeona de Andalucía en diferentes categorías, tres subcampeonatos de España, tres veces representante de la comunidad en la Copa de la Reina y varias veces convocada por la selección nacional para realizar concentraciones en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid. Sin embargo, su logro más importante hasta la fecha y que le ha llevado a formar parte de la élite fue su sexto lugar en la clasificación general del pasado Campeonato de España sénior. Un mérito que le abrió las puertas del alto rendimiento y, ahora también, de la primera categoría nacional, donde es la única integrante andaluza.

Este se trata del segundo escalón nacional. El primero, la División de Honor, está restringido sólo a aquellos deportistas que lleven por el mundo el sello de la selección española. «Ahora el objetivo es mantenerme al menos en este nivel, porque para mí esto es algo muy grande, por lo que he trabajado mucho y muchos años», asegura la gimnasta. A pesar de ser una segunda categoría, sólo un selecto grupo de 15 o 16 gimnastas de toda España pueden acceder a ella cada año, en función de los resultados de los campeonatos nacionales, que se suelen disputar en junio. La mayor ventaja de este salto es que las deportistas cuentan con el pase directo para el Campeonato de España. Al final de la campaña, las seis atletas que peor acaben en la clasificación se ven obligadas a descender.

Esto es algo para lo que Valle ya parece estar mentalizada. Se entrena a diario, sin descuidar sus estudios de Primero de Bachillerato en la modalidad de Salud, con la aspiración de estudiar Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, una carrera que le permitiría formarse como profesional y como deportista. Residente en Alhaurín de la Torre, todavía recuerda sus primeras caídas cuando comenzó en este deporte, a los cuatro años y en el club del que todavía no se ha marchado, el Aldetor, donde se entrena a las órdenes de Pilar Serrano, Herminia Pedrera y Ana Cristina Quiroga.

A pesar de su aparente ingenuidad, sus escasos 50 kilos y su 1,56 de altura, los sacrificios de este deporte han provocado que la malagueña adquiera un alto grado de madurez, impropio de su edad. Una aptitud que le ha hecho darse cuenta de que la élite tiene un precio. «Cuando era más pequeña llegué a pensar que mis entrenadoras me exigían tanto porque querían fastidiarme, pero totalmente lo contrario. Cuando crecí me di cuenta de que todo ese esfuerzo merecía la pena y que todo era por mi bien, por sacar lo mejor de mí, porque este es un deporte exigente», se sincera. Incluso, recuerda algunos de los momentos más duros, como los que vivió con las concentraciones de la selección española en la capital. «Había días que perdíamos la cuenta de las horas y después llegaba prácticamente llorando del dolor a mi habitación, agotada, como si tuvieran que tirar de mí, porque yo no podía con mi cuerpo. Pero era una sensación increíble poder entrenarme junto a las mejores y vivir los entrenos con aquella intensidad», rememora.

Sueña con llegar a lo más alto algún día, como su referente Almudena Cid, aunque pensando en el hábito laboral también le gustaría trabajar como profesora en algún centro académico, a la par que impartiendo clases de gimnasia rítmica. Una actividad que ya desarrolla en la actualidad, al entrenar a grupo de pequeños de cuatro y cinco años en el Aldetor. Sin excesos en su dieta, ni apenas tiempo libre, Valle aprende a dirigir su vida a través de pequeñas metas para, poco a poco, llegar a cumplir con sus grandes y diversas aspiraciones.

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