Chikage Kichibayashi, en la redacción de SUR con su ordenador y la camiseta de su equipo. Migue Fernández
Fútbol-sala

Kichi, la jugadora empresaria

La nipona del Nueces de Ronda Atlético Torcal, afincada en España desde hace una década, se dispone a trazar nexos de negocio entre los dos países

Nacho Carmona

Málaga

Domingo, 24 de septiembre 2023

Chikage Kichibayashi (Tokio, 1994), más conocida deportivamente como 'Kichi', afronta este curso su segunda temporada defendiendo los colores del Nueces de Ronda Atlético Torcal en la que puede ser su última temporada como jugadora de élite de fútbol-sala. El de Víctor Quintero es el cuarto equipo en el que ha jugado desde su aterrizaje en España hace ya una década, cuando sólo tenía 19 años. «Llevo diez años moviéndome entre España y Japón por el fútbol y los estudios», cuenta Kichi. Futbolista desde siempre, se desligó del deporte con 18 años para centrarse en su faceta universitaria: «Me lo tomé muy en serio. En Japón da igual lo que estudies. Encuentras un trabajo mejor o peor por el nivel de la universidad en la que hayas estado». Su necesidad de volver a jugar a la pelota le hizo vestirse de corto otra vez, aunque esta vez para practicar fútbol-sala debido a su menor exigencia. Así lo cuenta, sincera, a la vez que reconoce la poca popularidad de la disciplina en su país natal.

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Inquieta, el pasado curso compaginó su faceta deportiva con un cargo de responsabilidad de promoción y marketing que ejercía en una empresa japonesa desde Málaga, teletrabajando. Emprendedora y siempre mirando más allá, deja su antigua ocupación este curso para crear una empresa cuyo cometido sea crear nexos entre Japón y Málaga (muy desconocida en su país natal) a través de una idea de negocio que se pondrá en marcha a partir de septiembre del próximo año. Este proyecto, asegura, precede de una necesidad de emprender algo que sintiese como suyo. Lo está llevando a cabo junto a su socio, que curiosamente fue su abogado en el pasado. Aún, dice, no sabe si se establecerán en Málaga o en Marbella.

Además, Kichi reveló durante esta entrevista otro de sus proyectos más ambiciosos e ilusionantes: está en proceso de crear una escuela de fútbol en España para niñas japonesas, aprovechando el 'boom' del deporte femenino en el país y también el tirón de Takefusa Kubo en la Real Sociedad.

Su historia deportiva

Llegó a España con la mayoría de edad recién cumplida rumbo a Alicante, en 2013, para jugar al fútbol-sala y aprender el idioma, cuando acababa de empezar su carrera universitaria. «En España no existe lo que he estudiado, es una mezcla de sociología, promoción e imagen de marca. Una especie de 'post-business'», cuenta Kichi, evidenciando un importante dominio del idioma avalado por una década dentro de nuestras fronteras. Recaló en Primera División de la mano de la Universidad de Alicante, sin idea de español y sin conocer la cultura, aunque habiendo sido internacional ya con la selección japonesa. De aquella época, reconoce haberse sentido muy ayudada por sus compañeras de equipo. Tanto, que ha viajado con tres de ellas a Tokio este verano, evidenciando la buena relación que tras una década siguen teniendo. La Universidad de Alicante acostumbra a estar siempre entre los cuatro mejores de la Primera División de fútbol-sala femenino, lo que hizo que fuese una experiencia, en ocasiones, difícil para ella.

La cierre o ala afronta su segunda temporada en el club malagueño y asume que puede que sea su última en la élite

Tras poner punto a final a su primera aventura nacional en 2015, Kichi fichó por el Roldán murciano para seguir haciendo carrera en España, un país que prefiere, en ocasiones, al suyo natal: «En Japón se gana mucho más dinero porque se trabaja un montón. En España los salarios son más bajos, pero la gente vive más... Os gusta vivir y disfrutar», afirma mientras compara ambos mundos. Su periplo en el Roldán fue una importante montaña rusa: fueron campeonas de Liga, cosa que ella no pudo disfrutar por haberse roto el ligamento cruzado anterior hasta en dos ocasiones. Con ellas sólo jugó un minuto, en los que curiosamente anotó un gol. Tras las lesiones volvió a Japón, creyendo que su andadura en España había terminado para siempre.

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Pandemia de por medio, la nipona regresó a la región de Murcia directamente desde Asia para enfundarse la camiseta del Alcantarilla, en la que fue su primera experiencia en la categoría de plata. Eligió volver a España por motivos deportivos y también sanitarios: «Aquí había más libertad durante la pandemia, Japón estaba mucho más cerrado».

Málaga, un destino ideal

Eligió Málaga como destino para jugar al fútbol-sala porque aquí encontró las dos cosas que buscaba: la playa y un aeropuerto internacional, por cultura y también por trabajo. «Vengo de Tokio, estoy acostumbrada a vivir en una gran ciudad», contextualiza. De sus cuatro aventuras españolas, ella se queda con esta última.

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Kichi, la '12' del Nueces de Ronda Atlético Torcal. Migue Fernández

Sobre la pasada temporada, confesó no tener tan claro que el equipo acabara ascendiendo aunque así terminara siendo. «Era un equipo muy joven y para ascender no puedes perder. Son cuatro grupos y te enfrentas a los mejores de cada uno. La presión fue grande», rememora. Aún así, se muestra encantada con equipo y el grupo que se encontró dentro del vestuario, con el club y también con la ciudad.

El Nueces de Ronda Atlético Torcal es más multicultural si cabe este año con una japonesa, una brasileña, dos ucranianas y una marroquí en el equipo. Y entre risas, Kichi rompió una lanza en favor de los malagueños: «Dicen que el español del sur es el más complicado de entender y aprender, pero he visto sitios donde es peor».

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Pilar fundamental del equipo, se desempeña como cierra o ala, dedicada a labores defensivas aunque también con mucha presencia en ataque. Tanto, que la pasada campaña fue la más goleadora de toda su carrera: «Nuestro equipo es muy de atacar, así que...». Acerca de la permanencia, asegura que esta temporada se verá un equipo que mire a los ojos de todos los equipos y que plantee los partidos de tú a tú, aunque reconoce la dificultad del reto. «Hay que creer, hay que creer», concluye.

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