El capítulo más brillante de la historia del rugby mundial, el que marcó el dominio de Nueva Zelanda durante ocho años, se ha cerrado este sábado en Japón. Los All Blacks no podrán pelear por ganar su tercer mundial consecutivo tras caer derrotados en la primera de las semifinales ante una sólida Inglaterra.
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Los ingleses han confirmado lo que venían anunciando desde el comienzo del torneo, en el que avasallaron a todos sus rivales, y ahogaron Nueva Zelanda desde el primer minuto de juego. Fueron todo el tiempo por delante en el marcador y acabaron venciendo por 19-7, una diferencia escasa para lo que se vio en el terreno de juego y que podría haber sido mayor si el árbitro, el galés Nigel Owens, no anula dos ensayos, uno en cada tiempo en jugadas dudosas.
El cruce entre Nueva Zelanda e Inglaterra enfrentaba no sólo a las dos mejores selecciones del mundo, sino también dos estilos opuestos. Por un lado, la excelsa calidad técnica de los neocelandeses, capaces de superar a cualquier equipo con un variado juego de ataque, algo que han venido haciendo con muy pocas excepciones desde que ganaran su segundo mundial en 2011. Por el otro, la sólida defensa del equipo inglés, que practica un rugby muy físico que desgasta hasta el agotamiento a sus rivales. En este duelo no sólo de estilos, sino de maneras de entender este deporte, la defensa inglesa se impuso claramente.
Desde el primer momento los ingleses agobiaron a sus rivales con una defensa dura y pegajosa que se basó en la capacidad de su tercera línea, con dos inconmensurables Tom Curry y Sam Underhill, de llegar antes a los agrupamientos, lo que permitía al equipo inglés no sólo demorar la salida de la pelota cuando la tenían los All Blacks, sino también robarles unas cuantas para organizar contraataques.
Se sabía de las cualidades de la defensa inglesa, pero aún así sorprendió su capacidad para opacar al mejor ataque del mundo y mantenerlo lejos de la zona de peligro con un dominio territorial sobre los All Blacks poca veces visto en los últimos años en un campo de rugby. Los neocelandeses no pudieron nunca organizar su ofensiva y cuando lo hicieron fue lejos de la zona de marca inglesa.
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Inglaterra, que no se ha perdonado quedar fuera en la primera fase del pasado mundial, en el que fue local, está a un solo partido de borrar aquel fracaso histórico.
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