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Cuando mira atrás no tiene la sensación de haberse perdido nada, pese a las interminables horas de entrenamiento en la piscina, a la exigencia de un deporte como la natación y a los rigores de la alta competición. Aunque Duane da Rocha –nacida en Brasilia en 1988, aunque se mudó a Mijas con apenas un año– nunca se ha considerado una deportista de élite al uso. Aquella niña que empezó a nadar porque su madre quería que canalizase su energía en alguna actividad extraescolar se convirtió en una de las mejores nadadoras de España, olímpica, plusmarquista nacional en 200 espalda y campeona de Europa. A sus 31 años ha anunciado su retirada – «una decisión muy meditada, que me ha costado mucho trabajo y que tiene mucha llorera detrás»– y repasa su brillante trayectoria. Una montaña rusa llena de momentos álgidos y alegrías, pero también de dificultades de las que habla sin impostura, con naturalidad.
Antes de la natación, Duane practicó yudo, baloncesto, dio clases de pintura... Pronto empezó a destacar en atletismo y en natación, aunque llegó un momento, con 11 años, en que era incompatible competir en ambos deportes. El ambiente y el grupo de compañeros de la piscina le sedujo más y desde entonces se centró en el Club Natación Mijas. «Yo me lo pasaba muy bien. Ir a los campeonatos era como ir de campamento, me sentía parte de una familia. Iba consiguiendo buenos resultados, pero yo no le daba importancia. Ni me acordaba de mis marcas», comenta.
La espaldista malagueña fue a más, empezó a despuntar a nivel nacional y muchas miradas se fijaron en ella como una de las grandes promesas de la natación española. Con 16 años dejó su casa y se marchó a la residencia Blume de Madrid para trabajar en el Centro de Alto Rendimiento. «Me costó muchísimo adaptarme. Hice grandes amigos allí, pero me encontré con un ambiente de competitividad, de envidias, que yo no había conocido antes», relata.
«El obtener una beca implica una enorme responsabilidad y era muy joven para darme cuenta de que aquello no era una familia como mi club. Me sentía muy sola y lo pasé fatal. Todo el mundo me decía que era una súperclase y eso me generaba mucha presión», recuerda. La frustración, los llantos en cada competición, le hicieron pensar en dejar el deporte. «Llegué a pensar que lo que la gente veía en mí no era cierto, que no valía para esto. En las competiciones tenía miedo escénico». Aún así completó el ciclo olímpico, pero se quedó cerca de la mínima necesaria para ir a los Juegos de Pekín de 2008. Con 20 años optó por dejar el Centro de Alto Rendimiento y se marchó al club madrileño Real Canoe. «Fue mi salvación», sentencia.
Pocos entrenadores conocen y entienden mejor a Duane da Rocha como Xavi Casademont. Por las manos del actual director técnico de la Federación Andaluza de Natación ha pasado gran parte de los nadadores andaluces de primer nivel, pero pocos con el talento innato de la mijeña. Cuando se le cuestiona a Casademont qué es lo que hacía especial a la malagueña, no habla ni de técnica ni de cualidades físicas: «En el agua se mueve diferente a las demás, la ves nadar y lo primero que piensas es lo fácil que lo hace todo, de manera natural». El técnico de Gerona pero afincado en Málaga ya se fijó en Duane cuando estaba en etapa infantil, pero no pudo entrenar con ella hasta varios años después. «De niña ya se le veía unas cualidades muy interesantes, pero después su carrera ha sido para enmarcar. Hay gente que argumenta que podía haber conseguido más, pero yo creo que sus éxitos son muy a tener en cuenta, incluso por encima de otros deportistas mejor considerados. Ella le ha dado mucho a la natación andaluza y española», comenta. Técnico y nadadora han trabajado juntos en varias etapas y Casademont conoce muy bien el carácter de la deportista: «A mí es que me gusta trabajar con Duane, me divierto con ella y no la prejuzgo. Ella es así, una tía fantástica y divertida. Está claro que en este deporte tienes que estar a tope mentalmente para rendir en las piscina. Tenía sus altibajos, como todos; había días que la veías entrenar y decías '¡madre mía, la va a liar!' y otros que no estaba», relata. En el grupo de trabajo de Málaga, en la que Duane ejercía de veterana junto a los jóvenes valores andaluces, la mijeña «aportaba mucho, no sólo por su experiencia, sino por el buen rollo que generaba». Casademont relata una anécdota reciente: «Hace poco le pedí que viniera a un entrenamiento, porque tenía a una chica atascada con la salida de espalda. En una hora con ella, lo sacó adelante. Sabe aconsejar y sería una buena entrenadora, lo que pasa es que no quiere», comenta el entrenador.
En el Canoe la mijeña encontró otro ambiente, –«ya no me regañaban si no hacía una buen marca»–, y eso se vio reflejado en la piscina. Recuerda la figura de una 'coach', Ester, que le ayudó mucho a tener confianza y a valorar su trabajo. Volvió a disfrutar de la natación, regresó a la selección española que había rechazado anteriormente y en Pescara (Italia), llegó su primer éxito internacional. Logró dos medallas de plata en los Juegos del Mediterráneo de 2009 y se quedó cerca de la mínima para el Mundial. «Recuperé la confianza, encajé de nuevo en la selección y llegó la primera medalla. Fue una sensación de rabia y a la vez de felicidad». Un año después, en los Campeonatos de Europa de Budapest, ganó el bronce en los 200 espalda, otro logro que ratificaba el salto de calidad en su carrera. Ya estaba en la élite internacional.
Mucho más centrada, el siguiente reto era disputar unos Juegos Olímpicos. La cita para lograr la marca necesaria era el Open de Primavera de 2012 de Málaga. «Me puse nerviosa porque al ser aquí me daba más repercusión y yo quería pasar desapercibida». Ante su gente y en una piscina que conocía bien consiguió la mínima para los Juegos de Londres 2012. «Fue una liberación. Yo quería ser olímpica y lo había conseguido». Eran sus primeros Juegos, un sueño: «Los disfruté mucho, aunque no estuve mucho tiempo lo viví intensamente». Fue semifinalista en 100 espalda y decimotercera en 200.
Tras los Juegos, tenía la necesidad de abrir una nueva etapa, de hacer algo distinto. En 2013 se marchó tres meses a Australia a conocer nuevas formas de entrenamiento y a aprender. Tras competir en el Mundial de Barcelona, llegaron los recortes de presupuesto al Canoe y la malagueña tuvo que dejar el club. Ya no podía permitirse económicamente vivir en Madrid y tuvo que regresar a Málaga: «Se me vino el mundo encima». Volvió a sus orígenes y se enroló de nuevo en el C.N. Mijas. Habló con Xavi Casademont, entrenador responsable del Centro de Tecnificación Deportiva y la olímpica entró a formar parte del grupo de jóvenes talentos que se entrenaban en Inacua y que se autodenominaban 'los pelochos'. «Yo era la veterana en un grupo de chavales muy jóvenes pero que tenían un nivel de compromiso extraordinario y me inspiraron mucho», comenta. Tanto es así que en 2014 llega su mayor éxito: ser campeona de Europa.
Lo que más recuerda Duane de aquel Europeo de Berlín fue que dormía mucho. «Parece una tontería, pero llegué en un estado de relajación total. Antes de las competiciones siempre me había costado dormir, pero allí no. Estaba muy tranquila y era la primera vez que me pasaba», dice. Estaba en tan buen estado mental que el cuerpo, a sus 26 años, le respondió como nunca. Hizo el mejor crono en las semifinales y en el Velódromo Sportpark ganó el oro en 200 espalda con 2:09.37. «Estaba en una nube. y muy orgullosa de haber sabido gestionar todo aquello. Yo soy muy patriota y ver que bajan la bandera de España y suene el himno por mi medalla es un honor inexplicable. Más que la medalla en sí, me quedo con ese momento que viví en Berlín tan especial».
Como en toda su carrera, tras un éxito llegó un bache. En plena preparación para el Mundial de Kazán de 2015 tuvo que parar por una operación de apendicitis, lo que afectó su progresión. Hubo también cambio de aires y se marchó al Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat para preparar la recta final del ciclo olímpico. En marzo de 2016, en Sabadell, logra la mínima para los Juegos de Río, pero la malagueña no pasaba por un buen momento. «Los Juegos de 2016 no los recuerdo con especial cariño, porque meses antes me hundí por diferentes factores», admite. Toda la presión de la natación y una ruptura sentimental colmaron el vaso de Duane.«No quería ni vivir, me tiraba semanas sin salir de mi habitación, empecé a medicarme...». A Río fue ya con depresión y los resultados no acompañaron, aunque llegó a meterse en la semifinal del 100 espalda. Llegaron duras críticas, pero solo su entorno más cercano sabía por el martirio personal por el que pasaba.
Tras los Juegos, la prioridad de la deportista era curarse. La natación pasó a un segundo plano, incluso llegó a aborrecerla. Tenía que escapar de su ansiedad, así que se apartó de la competición. Estuvo casi desaparecida durante un tiempo y volvió a Málaga. Fueron meses duros, pero la mijeña no quería ponerle punto y final a su carrera así. Volvió a recurrir a Casademont –«la natación era parte de mi terapia de recuperación»–, mientras ya empezó a prepararse para ser azafata de vuelo e iniciar un futuro laboral. En enero de 2018 empezó a entrenarse en serio y en mayo, cuando nadie apostaba por ella, se proclamó de nuevo en Málaga campeona de España. Volvió con la selección, logró dos medallas en los Juegos Mediterráneos de Tarragona 2018, y compitió en el Europeo de Glasgow. De nuevo sonreía.
Desde entonces la retirada rondaba su cabeza, algo que ha hecho oficial este mes de enero. «Aún tengo un poco de tristeza. No es que no quiera nadar más, es que tengo otras ilusiones. No tengo la motivación suficiente para afrontar un ciclo olímpico hasta Tokyo 2020, porque físicamente estoy bien y podría llegar», afirma. Ahora se centra en iniciar una vida laboral como azafata de vuelo, aunque no se olvida de la natación. Tiene dos campus de verano en Canarias y Cantabria y le gustaría seguir avanzando en ese camino. «Me da miedo pero también ilusión por afrontar una nueva vida; por otro lado la natación me lo ha dado todo y me gustaría compartir mi experiencia con gente más joven». La montaña rusa no se para, en busca de nuevas metas.
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